Empleados y presos de cárcel de Viedma construyeron Casa de Gobierno de Río Negro

 

El 9 de julio de este año se conmemoró el 107º aniversario de la inauguración de la primitiva Casa de Gobierno de Río Negro, en Viedma. Para ilustrar sobre esta efeméride se publica esta nota de nuestro colaborador permanente Carlos Espinosa, tomada de su obra “Crónicas de la Casa de Gobierno” editada en el 2016, con motivo del centenario de este importante edificio.

El 11 de octubre de 1878 el presidente Nicolás Avellaneda promulgó la ley nacional 947, creando la Gobernación de la Patagonia, con inabarcables límites entre el río Colorado, la Cordillera de los Andes y el mar Atlántico, hasta el Cabo de Hornos.  Álvaro Barros fue el gobernador fundante de esa inmensa jurisdicción, con asiento en un pequeño villorrio recostado sobre la margen Sur del río Negro, llamado Mercedes de Patagones por la virgen patrona entronizada  en su primitiva capilla y la vecindad con Carmen de Patagones, el pueblo-puerto más austral del territorio nacional.

No había casa pública disponible para la instalación de las primeras oficinas, Barros ocupó una modesta construcción situada al costado de la iglesia, enfrente de la plaza principal del pueblo, que poco años después sería bautizada como Vintter.

El 4 de julio de 1879 el gobernador de la Patagonia, Álvaro Barros, dictó el decreto que disponía el cambio de nombre de la población de Mercedes de Patagones por el de Viedma, para rendir homenaje al ilustre andaluz fundador de estos poblados costeros, don Francisco de Viedma y Narváez.

El 16 de octubre de 1884 el presidente Julio Argentino Roca procedió a la promulgación de la otra ley fundamental para la historia del desarrollo institucional de Río Negro: la número 1532 de creación de los Territorios Nacionales.

Lorenzo Vintter, que había reemplazado a Barros como titular de la mega gobernación patagónica, se convirtió en el primer gobernador del Territorio Nacional de Río Negro.

Una de sus primeras iniciativas fue levantar un edificio para vivienda del gobernador, ubicado sobre la esquina de las actuales avenidas 25 de Mayo y San Martín, en el predio que desde 1924 ocupa la Residencia de los Gobernadores. No han quedado testimonios fotográficos sobre las características de ese inmueble, que resultó totalmente destruido por la inundación de julio de 1899.

Tiempo después de la catástrofe,  el 9 de mayo de 1900, el presidente Roca decretó que la Capital del Territorio Nacional de Río Negro fuese, definitivamente, la ciudad de Viedma. Se tuvo en cuenta el dictamen de una comisión técnica designada al efecto.

Las autoridades del territorio se habían instalado, después de la inundación, en una casona ubicada sobre la calle Buenos Aires,  enfrente de la plaza Alsina. En el mismo lugar donde años más tarde funcionaría la Escuela Normal, pasaría a ser sede Municipal en 1970 y más cerca en el tiempo, con un edificio moderno, se instaló el Concejo Deliberante de la capital rionegrina.

El 23 de octubre de 1913 el presidente  Sáenz Peña designó a Pedro Antonio Serrano como nuevo gobernador del Territorio Nacional de Río Negro. Era correntino de nacimiento y como era común en aquellos tiempos habrían de transcurrir varios meses hasta que el nuevo delegado del gobierno nacional asumiese sus funciones en Viedma, lo que ocurrió en los últimos días de enero de 1914.

Entonces comenzarían a producirse los acontecimientos que, en el lapso de dos años y medio, tendrían como resultado la habilitación de la planta baja de la Casa de Gobierno, en el mismo sitio donde se encuentra actualmente, en  la esquina sur de la plaza San Martín.

El semanario La Nueva Era recibió a Serrano con optimismo y beneplácito, lo que se refleja en la crónica donde se hace una síntesis de las primeras expresiones públicas del nuevo gobernador, tras el acto de puesta en funciones.

“Acto seguido (después del discurso de bienvenida del jefe de la Policía del Territorio, Adrián del Busto) hizo uso de la palabra el señor Serrano, manifestándose complacido de recibir el gobierno bajo los felices auspicios de la paz y del trabajo. Añadió que venía sin plan de gobierno, persuadido de que en la práctica los programas fracasan muy a menudo por causas imprevisibles y que traía, en cambio, el firme y decidido propósito de trabajar con ahínco, esperando hallar colaboradores dignos y eficientes  no sólo en las reparticiones de su dependencia, sino también en el vecindario rionegrense”. (La Nueva Era, 1 de febrero de 1914)

Es muy probable que en el transcurrir de las primeras semanas en Viedma el gobernador Serrano hiciese un rápido diagnóstico acerca de las falencias, en materia de edificios públicos, para el asentamiento de los organismos principales de la capital del Territorio. De ese  análisis habrán surgido dos necesidades principales, la de la sede de la Gobernación y la de la Jefatura de la Policía del Territorio.

Con el propósito de resolver esos problemas aquel gobernador  tenía que enfrentar la dificultad que de manera crónica afectaba a las administraciones territoriales: la falta de recursos.  Como sabía que las disponibilidades del presupuesto nacional eran escasas, y que poca atención se le daba en la Casa Rosada porteña a las preocupaciones de sus delegados territorianos, puso en marcha una idea –copiada de otros colegas suyos al frente de gobernaciones de territorios- que bien pronto cosecharía adhesiones y críticas, pero también permitiría concretar logros.

En el mes de junio de 1914 Serrano anunciaba que recibía, del gobierno nacional, la suma de siete mil pesos para la construcción del edificio central de la Policía del Territorio, en Viedma. La información oficial indicaba que con el objeto de que ese desembolso resultase suficiente se utilizarían, como mano de obra calificada, los obreros empleados en la cárcel federal viedmense y también, como peones, a los propios presos ocupantes de las celdas de la penitenciaria de las calles Alem (por entonces llamada Jujuy)  y Álvaro Barros (que ya tenía el nombre actual).

 Este procedimiento para alivianar los costos de construcción, utilizando empleados del Estado y presos alojados en la cárcel local, fue de inmediato muy bien visto por la sociedad viedmense.

Lo que se supo un poco después es que el gobernador Serrano también había dispuesto un importante ahorro de costos en cuanto al suministro de ladrillos, poniendo en marcha los hornos de cocción de esos materiales en instalaciones de la chacra de la Cárcel de Viedma y con el trabajo de los internos.

Estos empeños, puestos en la fabricación de los materiales esenciales para levantar las paredes de los edificios públicos que el Estado necesitaba, hicieron que en la sociedad conservadora de Viedma –siempre resistente a los cambios- se acuñara el mote de “el ladrillero”, como para referirse irónicamente al gobernador Pedro Serrano.

Las obras avanzaban, a pesar de las limitaciones presupuestarias y el 23 de noviembre de 1915 en las páginas de La Nueva Era podía leerse que “está a punto de ser terminada la construcción del edificio destinado a la Jefatura y la Comisaría de policía de Viedma, ejecutada administrativamente por la Gobernación del Territorio con una economía de cierta importancia en su costo”.

 

El suelto añadía una somera descripción,  puntualizando que “el amplio edificio levantado frente a plaza San Martín, por la elegancia de sus líneas y las comodidades que ofrece a las dependencias de la Policía, hace honor al municipio de esta capital que aumenta el número de sus construcciones urbanas con una mansión hermosa, erigida con arreglo a las leyes de la arquitectura moderna”.Con el mismo concepto el semanario repetía sus elogios acerca de la utilización de la mano de obra cautiva y barata de los presos de la cárcel de Viedma, proponiendo que ese sistema se extendiese a otras obras públicas necesarias en el Territorio Nacional del Río Negro y otras jurisdicciones australes.

Se advierte que hasta principios de 1916 todas las comunicaciones periodísticas, así como las menciones administrativas en los breves detalles del boletín oficial de la Gobernación, aluden al edificio de la esquina de la calles Mendoza y Congreso de Tucumán (actuales Belgrano y Laprida) enfrente de la plaza San Martín, como “la Jefatura y Comisaría de Viedma”.

Pero Serrano tenía planificada la mudanza de todas las oficinas gubernamentales a la nueva sede, que con ingenio y buena administración había logrado levantar en algo más de un año y medio de labores.

Un pequeño suelto, aparecido en La Nueva Era el siete de mayo de 1916, indica que “en estos días las oficinas del gobierno del territorio han sido trasladadas a su nuevo local, en el edificio construido para jefatura de policía y comisaría de Viedma, frente a la plaza Alvear o San Martín, de Viedma”.

“Desde mañana ya funcionarán en la nueva casa, donde la gobernación tendrá no sólo el confort de amplias habitaciones bien construidas, sino una mejora considerable de la estética, pues el edificio de referencia es uno de los mejores de los territorios nacionales” completa la breve crónica, en la que no quedan dudas sobre la utilidad que habría de tener la mencionada construcción.

Dos meses después, en los solemnes actos del Centenario de la Declaración de la Independencia, el 9 de julio de 1916, la Casa de Gobierno y Jefatura de Policía del Territorio de Río Negro tiene una modesta inauguración formal.

Serrano transitaba por los últimos meses de su mandato trianual y,  sabedor de que sus recursos administrativos de ahorro y aprovechamiento de mano de obra carcelaria despertaban críticas en algunos sectores del gobierno nacional, habría preferido mantener como algo discreto la habilitación de esas nuevas dependencias.

 

En el desarrollo de los actos oficiales del 9 de julio de 1916 sólo se menciona que, en la mañana de ese día,  después del Tedeum en el templo parroquial,  una numerosa columna de autoridades,  vecinos ilustres y escolares, se dirigió  hasta la plaza San Martín “a las puertas de la Casa de Gobierno”, en donde se descubrió una placa de bronce de homenaje a los próceres de la asamblea de la independencia, costeada por la municipalidad.

El orador de turno fue el poeta, abogado y funcionario judicial Juan Julián Lastra, quien comenzó su discurso con estas palabras:

“Tengo el honor de hablar esta vez desde esta tribuna al alma, al pueblo de esta ciudad, en nombre de la Gobernación del Territorio, y me place testimoniar, todavía casi reciente huésped vuestro, la satisfacción de hacerlo junto al atrio de esta casa del pueblo, levantada por el esfuerzo realizado por este gobierno, conjunto armonioso de juventud, de inteligencia y de buena voluntad puestas en el afán difícil de trabajar hondo y de trabajar bien, salvando los obstáculos”. (La Nueva Era, 16 de julio de 1916)

Después de los discursos, el de Lastra y el del teniente de Ejército, José Tobal, y tras el recitado de glosas patrióticas por parte de alumnos destacados de las escuelas, todos los presentes ingresaron al flamante edificio donde fue servido un lunch “distribuyendo a los niños masas y bombones con profusión”, según relataba la crónica de aquel día.

Durante varios años la administración gubernamental funcionó en ese edificio de  la esquina de Laprida y Belgrano, que sólo tenía planta baja, como puede la foto de archivo, donde el gobernador Serrano aparece (el cuarto desde la izquierda) acompañado de sus colaboradores y personal policial.  Recién a fines de 1930 se habilitó la planta alta, con el amplio salón para actos y festejos. De ese tema nos ocuparemos más adelante. (APP)

Texto: Omar Nelson Livigni, periodista de Viedma y Carmen de Patagones y actual director periodístico de la Agencia de Noticias APP.

Título original de la nota: Un aniversario más de la primitiva Casa de Gobierno de Río Negro

 

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