El tronco de oro de Domuyo y el misterio de las piedras caminantes y habladoras

 

En nuestra entrega, comentamos sobre la “Leyenda del tronco de oro” y otros misterios del volcán Domuyo de Neuquén y en esta oportunidad insistiremos con el tema y para ello recurriremos nuevamente al libro del Dr. Gregorio Álvarez, quien se refiere a estos misterios con amplitud.

De acuerdo a la leyenda, un baqueano se sorprendió al observar un tronco de oro, que debido a una copiosa tormenta de nieve quedo sepultado y creció entonces la creencia que ese sería el nacimiento de un gran filón del precioso material. El baqueano que había señalado el lugar para retornar cuando se derrita la nieve, algo que no ocurrió al intentar nuevamente llegar al lugar se encontró con sorpresas desagradables.

La leyenda afirma además que en la cima del cerro Domuyo se encontraba una bellísima joven y rubia que era custodiada por un Toro Colorado y un Potro Negro, los que encarnaban un tenebroso espíritu. Quien se acercaba a la cumbre era recibido por piedras y peñascos que se desprendían por las acciones del Toro, al tiempo que comenzaba a soplar un fuerte viento que preanunciaba y acompañaba a una violenta tormenta.

La versión añade que la joven bella habría llegado también en busca de oro, pero quedó encantada por los dioses de la montaña. Prosigue señalando que un joven cacique decidió escalar el cerro con el propósito de romper el encantamiento y rescatar a la bella joven, lo que no pudo concretar por los desprendimientos de las rocas, caídas de piedras y la fuerte tormenta.

Siempre de acuerdo a la leyenda, el joven cacique no sufrió daños por haberse encomendado a la protección del Gualicho a quien invocó y fue aceptado por Guenechen.  El relato del historiador Isidro Belver prosigue diciendo que cuando habían comenzado a caer piedras y arreciaba el viento acompañado por la nieve que le imposibilitaba avanzar, observó al caballo negro, se arrodilló y pidió ayuda a Guenechen, entonces la tormenta cesó.

El joven tomó entonces un sendero hasta llegar a una laguna donde se encontró con la joven hermosa, sentada en una roca de oro y al querer tomarla de las manos apareció nuevamente amenazante el toro colorado con intención de embestirlo, por lo que optó por  continuar su camino.

Al decidir abandonar el lugar y observar además que los senderos estaban rodeados de piedras resplandecientes, lo invadió la tentación de llevarse un trozo de piedra de oro, pero al intentar recogerla una lluvia de piedras los golpeó y dejó sin sentido. A pesar de ello dice la leyenda que escuchaba voces que lo maldecían, y al despertar  se le presentó un anciano que lo invitó a que vuelva con los suyos y que nada cuente porque de lo contrario moriría.

Según el relato, el joven decidió desafiar la profecía y todo lo vivido lo relató a su gente con quienes organizó la expedición de la que él sería el guía, pero esto no pudo concretarse porque a los pocos días murió. Pasados otros tres días murieron todos los que irían en la expedición.

Desde entonces, se afirma que nunca más nadie se atrevió a escalar el cerro sagrado del Domuyo, ni tampoco intentó escalar para arribar a la cima.  De acuerdo a lo dicho por el Dr. Gregorio Álvarez, autor del libro “El tronco de oro”, el Domuyo lleva el nombre del arroyo que del mismo nace y quiere decir, “escondido” o “encajonado”.

Según la obra de Don Gregorio Álvarez, en la que se refiere a la interesante “leyenda” en la cumbre del Domuyo, afirma que allÍ vivía la joven y bella muchacha y en ese lugar existía también un gran tronco de oro, que podría ser el inicio de un gran filón del valioso material que se encontraba custodiado por espíritus celosos y vengativos.

Álvarez sostiene en el marco de lo que se considera el “animismo” de las leyendas que algunos elementos como rocas y piedras, hablan con el hombre, que las respeta, las venera y les teme porque las siente parte de su alma y su propio ser.

En “El tronco de oro”, libro publicado en 1968, refiriéndose a las piedras, Don Gregorio Álvarez destaca a la más conocida, como “la piedra saltona” que, cansada de observar siempre el mismo paisaje, decide salir a caminar y en ese devenir rueda por el arroyo, lo cruza y sube por la ladera con la intención de mirar otras bellezas que ofrece la naturaleza.

En este punto, cita entonces al  sacerdote Gardin, quien le habría confiado al obispo De Nevares, que esta “Tierra es Santa” y que las piedras, cuando los hombres callan, son las que cuentan historias

Ya en el final, tenemos que destacar la fuerza y consistencia de las leyendas que de niños escuchábamos, en forma de cuentos que nos narraban nuestros abuelos o algún otro de nuestros mayores y entonces nos asombrábamos con historias fantásticas de reyes, magos, brujas, dragones o fantasmas que con el paso del tiempo se convierten en leyendas.

Y es necesario también apuntar que el término “leyenda” viene del latín “legenda” que significa “lo que debe ser oído” y es considerada como tradición popular, que se transmiten de generación en generación, de padres a hijos o de abuelos a nietos. Entre las leyendas más populares se destacan las mexicanas “la llorona”, “el callejón del beso”, “la Isla  de las muñecas”, “la India Catalina” y “la leyenda del Dorado”, entre otras.

Texto: Eduardo Reyes, escritor y periodista de Viedma

Las Grutas – Río Negro 

 

 

 

 

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