¿Por qué será que uno con el paso de los años se vuelve nostálgico y recuerda los tiempos felices de la infancia?
¿Qué duende mágico acunó nuestras correrías de niño allá en el viejo barrio tan recordado y ahora lleno de urbanizaciones y cemento? ¿En qué tarde se habrán quedado nuestros juegos infantiles tan inocentes y simples que compartíamos en los baldíos? ¿En qué veredas se habrán perdido nuestras voces infantiles cuando jugábamos a la escondida hasta la caída del sol?
¿En qué esquina borrosa habrán quedado las fogatas de San Juan y San Pedro? ¿Quién habrá borrado para siempre las líneas de la rayuela, robándonos la alegría de llegar al cielo? ¿Y el ruido de las payanas en qué lugar se habrá perdido? ¿Dónde estará el frasco de las bolitas y aquella tapita de gaseosa para marcar el hoyo? ¿Y quién se habrá llevado el pozo de la arrimada con aquellas figuritas?
Daría muchas cosas por regresar a aquel tiempo de libertad y sin compromisos donde jugar era nuestra diversión de todos los días después de regresar de la escuela; ¡Y qué no daría por escuchar la voz de mi buena madre llamándome a tomar la merienda! Ese aroma a tostadas con manteca y azúcar y aquella cascarilla o el mate cosido con leche que amorosamente nos preparaba. Todo, todo se ha perdido irremediablemente…
El farol de la esquina, los corsos con disfraces de carnaval, los vendedores ambulantes, el pan con leche, el vino clarete que tomaba mi padre y que se vendía suelto, las revistas Patoruzito y Tarzán de los Monos, los chupetines Chupe-Tucho, los autitos de turismo de carretera, los baleros, los yo-yo y tantas cosas que a veces recuerdo y añoro.
Ya nada es lo mismo porque todo pasó y se fue. Y va quedando solamente en la memoria de las personas mayores como es mi caso.
Un gran poeta argentino, Rubén Enzo Vedovaldi, con quién supe publicar poemas en las revistas alternativas de los años 70, como “Rayos del Sur” y otras que todavía atesoro dejó este hermoso poema para cerrar con cierta ternura esta nota nostalgiosa.
¿Adónde fue a parar,
Aquel calidoscopio
De vidrio y
Cartón floreado
Regalo de la señorita Delia
Mi primera maestra?
¿Dónde andarán
Los almendrados
Ojos de Graciela
Nácar Amaral,
La Conejita?
¿Dónde el trompo
De lata zumbante
De madrina,
Los tarros con bolitas
Antiguas,
Las figuritas
Y las funciones
Del Cine
Teatro América?
¿En qué vuelta
Tumbó aquel autito
De caucho
Azul y plata?
¿Y el barco verde
Con piratas
Negros y blancos?
¿Dónde están, dónde están;
Como pudieron perderse
Si yo con ellas era Dios.
Texto: Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta