Mi triciclo y yo. Una época muy feliz de la niñez, de otros tiempos

“Vuelve a brillar el sol / sobre los altos cardos, / sobre el viejo camino, / sobre los campos de mi pueblo. / Arde la tarde toda / sobre el manubrio nuevo / de mi triciclo rojo / gallardo potro de mi infancia”.

Así glosa en su tema “Tiempo de infancia” Víctor Heredia esa época tan feliz de nuestra niñez cuando los tiempos eran otros y tal vez más lindos.

Juegos inocentes que quedaron para siempre en el desván de los recuerdos y que ya con varios años más evocamos con cierta nostalgia. Pero el paso del tiempo es implacable y todo ha cambiado.

En una vieja foto me miro montado en mi triciclo y recuerdo aquellos años felices. Tener un triciclo era un verdadero privilegio. Esa vieja foto me trajo a la memoria aquella canción del maestro Víctor Heredia que escucho con mucho deleite. Seguramente que a todos los de mi generación les suele ocurrir lo mismo.

“Como con él de nuevo / por el fondo de la casa / con mi capote al aire / y mi espada de lata”. Como Víctor yo también supe andar muy contento por el patio grande de la casa que alquilaban mis padres en el barrio La Falda de Bahía Blanca.

Según la más clásica de las definiciones un triciclo (del griego, círculo, rueda) es un vehículo de tres ruedas, generalmente impulsado por fuerza humana. Viene siendo una vaina con tres ciclos. Son ampliamente conocidos los triciclos para niños, ya que suelen ser el primer vehículo de muchos pequeños debido a su estabilidad, potencial de diversión y precio. Además, también son una gran ayuda para el desarrollar motor durante el crecimiento. Ayudan a reforzar la musculatura, especialmente las piernas, como consecuencia del pedaleo o arrastre con los pies”.

“Por lo general, los pedales que lo impulsan se ubican en la rueda delantera, si bien algunos poseen piñón y cadena similar al de la bicicleta impulsando las ruedas traseras”.

Se supone que “el primer triciclo fue construido en 1655 o 1680 por un parapléjico alemán llamado Stephan Farffler, que vivía cerca de Núremberg y era relojero. Su triciclo tenía engranajes y manivelas que le permitían movilizarse sin necesidad de ocupar sus piernas”.

“Montado en un triciclo / cumplo mis deseos / me divierto ¡chico! / Cuando pedaleo.  Tres ruedas nomás / me son suficientes / como soy audaz / me divierto siempre.  Vivan los triciclos, / buenos compañeros / nunca me resisto / a jugar con ellos”. Hermoso poema de Alejandro Días Valero.

“Sobre tres ruedas subía / qué contenta me sentía, / con otros niños competía / quién llega primero decía.  Mi bello rojo triciclo armado / veces me habrá paseado!! / Risas, algarabías me diste / a mi simple niñez alegraste. Hoy estás colgado en el galpón / al verte, me lleno de emoción / recordándote con satisfacción / desde lo profundo de mi corazón”. Inés Ine

“Todo pasa –dice la canción- y todo queda”. Así como Julio Cortázar pareciera que siempre estamos queriendo “quebrar esa cáscara de costumbres y vida cotidiana.

Como uno de los protagonistas de su cuento “Final de juego”  “abrimos despacio la puerta blanca y al cerrarla otra vez era como un viento, una libertad que nos tomaba de las manos, de todo el cuerpo y nos lanzaba hacia adelante. Entonces corríamos buscando impulso para trepar de un envión al breve talud del ferrocarril, y encaramados sobre el mundo contemplábamos silenciosos nuestro reino”.

Ese reino mágico de figuritas, bolitas, baleros, triciclos, el mundo lúdico de Cortázar y su Rayuela.

 

Texto: Jorge Castañeda

Valcheta – Río Negro

 

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