Valcheta: Un valle yermo que después se hizo vergel

 

Estás hecha de edades milenarias, de tiempos ancestrales donde se tejió la urdimbre de tu historia entre el duro basalto de los cerros y la umbría sombra de los valles.

La luna se recostó en los recodos del arroyo y la lengua natural del nativo puso crisma y nombre para bautizar la comarca. Valcheta.

Tiempo y tiempo forjaron la geografía austera de tu paisaje, donde estepa, meseta y bajo supieron conjugar un concierto bajo las estrellas brillantes del Sur. La savia de tehuelches y mapuches abrevó en la tierra para labrar un destino más auspicioso que la guarda de sus tejidos en telar. Valcheta.

Del tiempo torrencial de los grandes saurios han quedado los vestigios en los árboles petrificados que custodian como gigantes caídos el esplendor de otras edades donde el mito y la leyenda dieron forma a tu cultura y a tus tradiciones. Valcheta.

La gesta de un encuentro se labró en el tumulto de la batalla a las orillas del viejo arroyo mesetario, para ser descubierta una nueva región nacida del coraje de un puñado de valientes que se sabían herederos de un mandato de grandeza. Hechura somos de aquellos hombres. Valcheta.

El aire se pobló de voces y la soledad no fue tanta. El espacio lentamente se fue ocupando y los inmigrantes trajeron su bagaje de sueños y de afanes tesoneros. Amaron esta tierra por igual y dieron familias que arraigaron sus anhelos a pesar de la distancia, del frío, de los vientos implacables y de las necesidades urgentes. Comenzábamos a ser con el apelativo de los colonos y los primeros pobladores. Valcheta.

El riel fue avanzando por alturas y cerros, ganando leguas en medio del desierto, echando bocanadas de humo negro por Cinco Chañares, Mancha Blanca, Aguada Cecilio y Paja Alta para llegar como un monstruo sediento a beber en las aguas del arroyo y dejar a cambio la moneda acuñada del progreso. Valcheta.

Y te hiciste surco, sementera, tierra fecunda del labrador, que como a una nueva arcadia entregó sus labores para ver florecer la colonia con sembrados y cultivos, deteniendo el ímpetu de los vientos en las cortinas de álamos y hendiendo la gleba con la cuña brillante del arado para domeñarla a su antojo y voluntad. Valcheta.

Y los soles redondos del verano maduraron las pomas y los frutales. En la abundancia ponderable del racimo el vino chacolí ya cantaba en las tinajas y los toneles. La uvada invitó a la frescura de las acequias y el agua siguió corriendo por canales y compuertas,  cantando con alborozo un himno de alegría y fecundidad. Valcheta.

El valle antes yermo se hizo vergel y las abejas libaron el néctar de las flores. Las loradas parleras alborotaron las tardes para pernoctar en los árboles ribereños. La tierra abrió sus entrañas para parir las riquezas minerales dormidas por los siglos y el esfuerzo de los mineros supo escribir la gesta del trabajo. Valcheta.

Los artesanos despertaron habilidades y sabidurías dando forma al cuero, a la madera y a la piedra; mientras las tejenderas en el telar mapuche dieron forma y colorido a la textura de sus matras perpetuando una tradición que viene desde tiempos lejanos. Valcheta.

Pueblo milagroso recostado en el regazo milenario de los árboles petrificados y los huevos prehistóricos de los grandes saurios.  Extendido entre el jarillal cercano y las lomadas que acunaron tus sueños de ventura y promisión. Atisbando un futuro preclaro como una nueva arcadia de esperanzas y renuevos.

Tierra de mis padres, solar nativo. Tu paisaje llevo en el alma. Tu aire colma mis esperanzas. Tu cultura corre por mis venas. Tu linaje pone blasones de pertenencia en mi corazón. Mi pueblo. Mi lugar. Mi mañana. Mi porvenir. De tus albricias estoy colmado. En tus misterios me enredo. A tus leyendas voy. De tu pasado vengo. Tu savia es mi savia. Hasta pronto. Hasta siempre. Valcheta

 

JORGE CASTAÑEDA

 

ESCRITOR

 

VALCHETA

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