El jinete sin cabeza pelea a cuchillo con el diablo y deambula por campos del Gualicho

 

El gran Bajo del Gualicho es una tierra de temores y de leyendas. Ámbito agreste de mala fama. En sus dominios habita “Elelche”, el Príncipe de los Diablos: “Un hombre de vigorosa contextura; pelo hirsuto y largo; ojos encarnados y sangrantes; musculatura hercúlea; viste de harapos, y cuya característica sobresaliente es la de que tiene los pies invertidos. Deambula por los campos solitarios del Gualicho; suele vivir en cavernas. De noche se acerca sigilosamente a una casa donde moran criaturas y procura atrapar una, a la que evidentemente le succiona la sangre, que es su aliento predilecto y primordial”.

Cuenta don Elías Chucair que “Buscaba el Gualicho Tomás Femillán, de ascendencia mapuche, cuando en 1938, en la estancia Huanuluán, cerca de Ingeniero Jacobacci, enloqueció y mató a su mujer y su hijito y se tiroteó con la partida policial, la que debió ultimarlo. Buscaba el Gualicho en los caños de la cocina, en la cabeza de su mujer… Y hubo de ser enterrado –dicen los testigos- con el cuchillo engarfiado en su mano derecha”.

Relatos que estremecen el alma. Tierra de salamanqueros, de luces malas, de aparecidos, de entidades maléficas.

Según Margarita Manquilef, de la localidad de Ramos Mexía, le supo contar a Casamiquela que “al monstruo se lo veía en el filo, en la planicie; de piedra, con un chico en hombros. Vivía en cuevas. Cuando murió quedaron los huesos, por eso a los chicos les daban hueso petrificado rallado para sacarles el miedo”.

Según cuentan esta entidad es mala y se come a los hombres y a las criaturas y tiene el atributo de convertir lo que quiera en piedra. Es también el autor de las pin turas rupestres y de los artefactos líticos.

En este Bajo del Gualicho, en un paraje muy cercano a Valcheta, “Marcelo Calvo, paisano mapuche, peleó con el mismo hace como setenta años y cada planazo sonaba como un cuero seco en todo el valle del poblado”.

Bernabé Lucero, el salamanquero, conocía el lugar de palmo a palmo y aseguraba que en la cueva de los diablos aprendió a tocar la guitarra. Cuando se encontraba desfalleciente debajo de unas plantas de molle le aseguró a sus hermanos que un hombre como él debía morir debajo de los molles.

Años después, misteriosamente en el cementerio de Valcheta, al lado de su sepultura, creció una planta de molle; actualmente muchos curiosos que conocen la historia van a visitarla.

Son muy frecuentes las apariciones de grandes luces malas que siguen a los vehículos a quienes se atreven a transitar por sus rutas y picadas.

Se cuenta de una jovencita que se perdió en las salinas del Gualicho y que jamás apareció, pero que se escucha sus gemidos en las noches sin luna. Igualmente de misteriosa fue la suerte de Pío García que sus huellas se perdieron cerca de la “Cueva” y del cual nunca nadie volvió a tener noticias.

En el paraje de Nahuel Niyeu aún se escucha llorar a una niña que perseguida por el Gualicho se ahogó en un cuando en un programa radial hablaba de estas leyendas sucedidas en el Gualicho, un vecino me acercó pormenores de otra de estas escalofriantes historias. Afirmó que Alcides Gueche que juntaba leña en un campo “una noche en que se venía para el pueblo sintió de atrás un caballo que venía y ¡era un jinete sin cabeza!!

Historias y leyendas contadas en rueda de amigos, sucedidos de mala historia porque al decir de Pablo Neruda, poeta de Chile, la “pata gris del malo pisó estas pardas tierras.

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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