Cristina Mabellini de Fidanza, primera conductora de camiones de carga de Cipolletti

Cristina Mabellini de Fidanza (50) obtuvo el lunes su licencia para conducir camiones de carga articulados, pero lleva muchos años de viaje por las rutas. Conocé su historia.

Los camiones en la vida de Cristina Mabellini de Fidanza comenzaron a rodar cuando era apenas una niña. No podría recordar la edad, pero sí que era muy chica. Su primer contacto fue con su padre chacarero y camionero, quien en sus viajes la llevó a recorrer distintas rutas, paisajes y destinos. En los brazos de su madre, cuando era una bebé. Y de más grande, si no tenía que asistir al colegio. Fue y acompañó a su familia desde la cabina de un transporte de carga que ofrece otra perspectiva, mucho más amplia, más cerca del cielo.

 

Por eso, los 4,10 de altura que sube con mucha soltura no la asustan. Ni le da vértigo tomar posesión del volante en un camión que tiene capacidad para transportar una carga de 45 mil kilos. Hace marcha atrás, acomoda el camión y pone primera como si la conducción para ella fuese una cosa innata.

 

Toda su vida estuvo marcada por los camiones. Incluso fueron otro factor de suerte cuando conoció el amor y formó su propia familia. Un día Carlos, su marido, también camionero, fue a cobrar un flete a la casa de su padre. “Así nos conocimos. Luego, nos pusimos de novios, nos casamos y nos fuimos de luna de miel en un camión, al Camino de los Siete Lagos y Bariloche”, comenta Cristina.

Entonces, siguió viajando por el país, Brasil y Chile. Siempre como acompañante, trasladando miles de kilos de fruta cosechada en el Valle. Cuando quedó embarazada de su primera hija, Carla Cristina, puso una pausa en su vida. Luego, vino el hermano, Carlitos, y con ellos chiquitos volvieron a las rutas en familia.

Así es que los camiones para Cristina fueron algo más que un juguete y una fantasía. Son parte de un legado familiar que pesa muy fuerte. Uno de sus hijos es camionero y, ahora, ella. Aunque también incursionó en la facultad para ser ingeniera química, hasta cuarto año; y se capacitó para ser profesora de gimnasia y de yoga, Cristina rindió hace pocos días atrás el examen de su vida. Lo hizo en la Municipalidad, motivada también por su familia.

“Es la primera”, le dijo el inspector a su marido, luego de realizar una prueba en el predio de Kennedy y Alem.

La parte práctica se complementó con una teórica y, el lunes, obtuvo la licencia nacional para manejar camiones de carga articulados. No obstante todavía tiene que rendir otros estudios posteriores. “Puedo con la casa, con los chicos que ya están grandes, el gimnasio, también voy a poder con el camión”, expresó Cristina.

Algunos conocidos no podían creerlo. Incluso la miraban raro. Pero Cristina no se acobardó. Siempre contó con el apoyo de su gente más querida. “Era un sueño para mí tener el volante”, dijo. Ni tiene miedo. Aseguró que se siente lista y preparada para salir cuando pueda.

En verdad, más nervios tenía de dar una entrevista que subirse al camión que tiene estacionado en el patio de su casa, donde se maneja como pez en el agua. Nos recibió al calor de un hogar a leña, una mañana de frío polar que tal vez cubra de blanco algunas localidades de la provincia, en los próximos días.

Ella, sin embargo, vestía una camisa fina, como si la adrenalina de contar un pedacito de su historia la mantuviera encendida lo suficiente para no sentir el frío de la ciudad. Nacida en Cinco Saltos, hace 28 años que reside en Cipolletti.

Tiene 50 años y realmente no siente que la edad haya sido un factor condicionante para “recibirse” como camionera. La idea le empezó a rondar con más fuerza en su cabeza cuando inició la pandemia de Covid-19 y la inédita situación cambiaba la vida de todos. Ella también se preguntó -como muchos lo hacen todavía- si podría seguir adelante con sus clases en el gimnasio y su rutina diaria.

Decidió entonces sumar otra herramienta. “Tengo un camión en el patio, mis hijos ya están grandes (Carla tiene 27 años y Carlitos, 21), algo tengo que hacer pensando en el futuro”, evaluó. Incluso se da maña para resolver problemas mecánicos.

Mientras conversa, se escucha el motor en marcha de un camión azul eléctrico que lleva el apellido de su marido: Firanza, y algunos detalles más que lo hacen único. La familia lo identifica con el símbolo FI y el ojo de Horus, asociado a la salud, la prosperidad y la protección. “Me encanta, y en cualquier momento yo creo que me vuelvo a subir”, cerró.

Texto: Guadalupe Maquedamaquedag@lmneuquen.com.ar

Fotos: Anahí Cárdena

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