El Gualicho, ámbito de misterios, espera al visitante para contar una historia distinta

 

El gran Bajo del Gualicho es un lugar mágico y de recónditas claves perdidas en tiempo y que fuera profusamente citado por naturalistas, expedicionarios y aventureros de toda laya.

¿Es posible describir con palabras un ámbito tan atrapante como el Gualicho?

Leyendas y “contadas” en rueda de fogones fueron tejiendo la urdimbre de su historia. Lugar rico en vestigios líticos de pueblos que pasaron donde el mar dejó su huella en los restos fósiles de turritelas y de animales que ya no existen, como el delfín picudo de Curvier.

Ámbito asediado por bandidos rurales solitarios en todo su infortunio de aventuras y de leyendas.

Lugar de la terrible travesía donde el cacique Casimiro advertía que estaba jalonado con las osamentas de los atrevidos que osaban penetrar en sus arenales. Donde el cloruro de sodio enloquece a las bestias penetrando en los hollares de caballadas y mulares. Donde Bernabé Lucero pactó con el demonio mientras un toro enloquecido adentro de la cueva araba el suelo con sus pezuñas tan temibles como la presencia del mismo Gualicho, el señor que rige estos ámbitos desolados.

Espacio insumiso citado por el explorador suizo George Claraz que lo describió casi con temor y temblor, dando crédito a sus informantes indígenas que lo respetaban y lo propiciaban porque amedrentaba su razón.

Bajo de todos los bajos donde el cloruro de sodio espanta a las bestias y la canícula de los veranos sobrepasa los 50 grados centígrados de calor. ¡Y un bochorno se apodera del alma de las personas.

¿Se puede sintetizar en una breve nota todo un panteón de dioses caídos de toda cartografía? ¿Hay un misterio arcano en su hábitat donde aun hasta las más pequeñas sabandijas escapan y enloquecen? Solo el alpataco, las jarillas y otras plantas rastreras achaparradas por el bochorno infernal de un tiempo inmensurable.

Mientras la sal trabaja incesantemente en las frías noches del invierno las estrellas parecen bajar del cielo para conjugar su rapsodia de espacios siderales y tiempos pretéritos empequeñeciendo a los ojos humanos cansados de tanta porfía.

Historias de la Puerta del Diablo donde el temido milodón provocaba vientos huracanados y convertía en piedra a los atrevidos que molestaban su recinto solitario y agreste.

Lugar donde hasta el perito Moreno se quedó sin palabras. Donde hasta Macedonio Belizán -viejo arriero- tuvo que dejar una ofrenda para poder pasar sin sufrir daño alguno, porque al Señor de los Gualichos hay que pagarle un peaje para tener suerte y poder salir del lugar daño alguno.

En el Gualicho el monte achaparrado marea como un mar y el puma concolor se enseñorea en su reino de arcanas claves que vienen de lejos. Las estrellas brillan en la noche con su llamada de misteriosas lejanías y la luna se aposenta en las salinas con alburas de lechosas magnitudes.

Historias que hielan la sangre, de caballos enloquecidos, de jóvenes perdidos rumbo a la Salamanca como Pío García, de pobladores buscando al huecuvú escondido en sus entrañas.

El Gualicho, ámbito de misterios, espera al visitante para contar una historia distinta.

Hay que visitar las salinas, pero con respeto. Para no despertar los anchimallenes, para entrar en un mundo mágico donde la fantasía se mezcla con la realidad. Y eso -si uno es un hombre de coraje- como supo decir Mariano Villalba.

 

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

Para masrionegro

 

 

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