¡Ojalá que sea la hoja! Cuando voy a despensas o súper miro yerbas: precios y calidad

 

Las cosas son distintas porque la vida es dinámica y todo ha cambiado. Y uno se pregunta si para bien o para mal y no hay una respuesta unánime. Por supuesto que quienes peinamos canas, como se decía, quedamos un poco en aquellos tiempos viejos que tanto nos marcaron en nuestra infancia y juventud, tal vez porque eran los nuestros.

Cuando ocasionalmente voy a comprar vituallas a las despensas de barrio o a los supermercados me detengo en los abarrotes de las yerbas y cotejo los precios mirando las diferentes marcas, y de alguna forma la nostalgia por el pasado me lleva a recordar aquellas marcas de fantasía que mis buenos padres consumían en Bahía Blanca.

Y me viene a la memoria aquella propaganda comercial que se me quedó grabada para siempre: “Ojalá que sea la Hola, la yerba más sabrosa que me gusta a mí”. Era por muchos la preferida de mis progenitores para el desayuno con galleta y mate amargo.

En algunas viejas revistas “La Chacra” que compraba papá (tengo algunas todavía) me encantaban esas propagandas con marcas de yerba mate, aparte de La Hoja, Nobleza Gaucha, las coloridas estampas de la maravillosa yerba Salus, la preferida de los hombres de campo. En fin, ya la propaganda mandaba “cruel en el cartel”, al decir del gran Homero Expósito.

Recomiendo a quienes visitan las serranías de la Ventana visitar el Museo del Mate, imperdible. Abarrotado de mates y latas de yerba antiguas. Una verdadera fiesta, aparte de atracción turística.

Con disculpas por las omisiones, entre las más raras, recuerdo a las siguientes marcas de fantasía: Gardel, Porongo, Indio, Águila, Flor de Lis, El Peludo, Don Bosco, Cruz de Malta, Canarias, Condesa, Safac, Campesino, Arroyo Verde, Tempranera, Cuarto de Milla, Pajarito, Dulce Beso, Chamarra, y tantas otras.

En otros tiempos no muy lejanos las yerbas solían venir sueltas y se vendían al peso en los tradicionales almacenes de ramos generales, tan serviciales en la campaña, y se vendían al peso en las ecológicas bolsitas de papel marrón.

Cuando me tocó trabajar en un reconocido supermercado de Valcheta, mi pueblo, conocí y supe apreciar la gran demanda que tenía entre la gente de la zona rural la siempre recordada yerba mate “Burrito”, infaltable en todos los pedido y se solía vender en bolsas de 5 kilos. Hasta que después los buenos señores de Mackinnnon & Coelho, un infausto día dejaron de envasarla y venderla. Gran desazón entre sus fieles consumidores.

Ahora ya vienen saborizadas con todo tipo de hierbas, hay para todo gusto y paladar, hasta en atractivas latas con mate y bombilla incluidos. Despalilladas o con palo. Y hasta podemos, si nuestros menguados bolsillos lo permiten adquirir algunas de alta gama.

A nuestros pueblos originarios de la Mesopotamia debemos los rioplatenses el gusto por tomar este maravilloso brebaje que es el mate, que tanto nos distingue en el mundo. Tanto que ahora no es raro poder comprar un  paquete en los países más exóticos.

Y ni que hablar del refrescante tereré, o de una buena taza de mate cosido acompañado con galleta de campo untada con manteca y espolvoreada con azúcar.

Y mucho también se les debe a los jesuitas que la promovieron y difundieron su consumo. Es que, podemos decir que un poco “de yerba mate somos”.

 

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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