Dichos: “Soplar y hacer botellas”, “Tragarse el sapo” y “Poner las barbas en remojo”

 

Para algunos, el dicho “soplar y hacer botellas” viene del catalán “Bufar fer ampolles” y generalmente se utiliza para describir  que algo que tenés que hacer es muy fácil y seguro saldrá sin inconvenientes.

No obstante, a la expresión se la vincula también con el arte con el difícil modelado del vidrio con el aire  y se lo relaciona con la Isla de Murano, en Venecia, donde se asegura que se encuentran los mejores artesanos del cristal.

De acuerdo a documentos de la época, se asegura que la historia de “Soplar y hacer botellas” se inicia a principios del siglo IX cuando los artesanos de la Isla de Murano solicitaban se los considere y respeten como artistas. Pedían entonces que esa tarea sea bien remunerada por los propietarios de las casas de cristales, que les pagaban migajas por su trabajo y sin embargo negociaban por fortunas a la realeza europea.

La controversia desatada forma parte de la  historia que proviene, como dijimos de la isla de Murano, en Venecia, lugar del mundo donde se encuentran los mejores artesanos del cristal. Estos son los conocidos “sopladores de botella” con técnicas que se pasan de generación tras generación y son considerados los mejores del mundo, aunque  los propietarios de las empresas o talleres de esa industria los desvalorizan.

Es conveniente aclarar por otra parte, que a la hora de soplar por una pequeña cánula para producir ampollas o burbujas del vidrio, llevado casi a estado liquido mediante el calentamiento a 1.400 grados C. Esto posibilita permitir al artesano soplador transformar el cristal en botellas como en otra gran variedad de artículos.

De acuerdo a documentación existente, funcionarios y propietarios de establecimientos donde se trabajaba el vidrio consideraban que la tarea de los conocidos como “sopladores” no resultaba tan importante ni se necesitaba demasiados conocimientos o habilidades para concretar la tarea.

Por dicha razón los “sopladores”,  desafiaron a empresarios y funcionarios a que intenten realizar ellos el trabajo, por lo que se acordó día y lugar para la demostración, lo que provocó una concentración inusual de vecinos para observar el momento de la prueba.

Ese día se concentraron cientos de personas para observar y poder determinar quien tenía razón, en primer lugar realizada por los “sopladores” que como era habitual demostraron la ductilidad, el conocimiento y el arte en el tratamiento del fino material, por lo que recibieron la aprobación y el apoyo de los vecinos a tan delicado trabajo.

Luego lo intentaron los funcionarios y empresarios, los que por más empeño y esfuerzo que demostraron, los esfuerzos fueron vanos, ya que no lograban obtener las piezas como lo hicieron los “sopladores”.

Recibieron por lo tanto de parte de los presentes la desaprobación primero, algunas burlas luego y finalmente las risas, al no poder concretar la tarea y comprobar que el trabajo era complicado y difícil de ejecutar, por lo tanto ante las evidencias, alguien aporto el  dicho  o la expresión que se popularizo: “se creían que era  cuestión de soplar y hacer botellas.”

Podemos añadir, con la intención de brindar mayor información, que el vidrio se obtiene de una mezcla de arena de cuarzo, sosa y cal, elementos que se funden en un horno a temperaturas muy elevadas de aproximadamente 1.400ºC.

Esta pasta se somete a diversas técnicas para darle formas por soplado automático, anteriormente con la destreza de los “sopladores”, pero en la actualidad en moldes de distintas formas y si prefiere de colores bastarà con agregar un colorante de su gusto.

Lo cierto es que ya sea por los catalanes que alertaron que las cosas no son tan fáciles como parecen, con su expresión “bufar i fer ampolles” o por los “sopladores” de la Isla de Murano en Venecia, que luego de un conflicto gremial demostraron que no es cuestión de “soplar y hacer botellas”, para que adviertan sus empleadores que no con solo soplar se obtienen botellas.

Actualmente se sigue utilizando para afirmar que si bien algo es fácil o sencillo de hacer, de todas maneras hay que saber cómo hacerlo.

DONDE SE ORIGINARON LOS DICHOS “TRAGARSE EL SAPO” Y “HACERSE LA RATA”.

Ambas expresiones, muy usadas en nuestras conversaciones cotidianas, se refieren a situaciones muy conocidas y por lo tanto frecuentemente escuchadas,

Como tantos dichos o expresiones “tragarse el sapo” proviene de España, pero al parecer por algunos documentos relacionados, originalmente era “pisar el sapo” y se aplicaba a aquellas personas distraídas que por no fijarse bien lo que hace, se expone a equivocarse como quien sin advertirlo, pisa un sapo, algo que cualquiera considera que se trata de una situación desagradable.

Si pisar un sapo es desagradable no quieran imaginar lo que sería tragarse uno de esos anfibios, ya que al solo mencionar esa posibilidad uno se siente invadido por una circunstancia desagradable que genera fastidio y algo de rabia, aunque no queda otra alternativa que aceptarla.

Generalmente, esta expresión se puede escuchar en distintas circunstancias de la vida a cualquier persona, ya sea en lo afectivo, laboral, en el ámbito estudiantil y muchas otras situaciones, ya que no hay ámbito en donde el sapo no pueda ser tragado.

En la antigüedad, tanto el sapo como la culebra tenían otra  connotación ya que eran considerados la representación  animal del demonio, por lo tanto “tragarse un sapo” significaba que se introducía a “lucifer” en el cuerpo.

La aplicación actual es que la frase se acepta cuando alguien debe  hacer algo que no gusta o no se está de acuerdo, y es entonces cuando debe “tragarse el sapo”, según la jerga popular.

El dicho es muy escuchado en lo relacionado con los políticos, ya que se suele escuchar cuando se intenta que se acepten medidas o decisiones que no son del agrado de buena parte o la mayoría, o cuando se prometen políticas o medidas que se sabe no se van a decidir o cumplir.

Quienes se han detenido en el análisis de este dicho popular, nacido por la observación de la gente ya que “tragarse un sapo”, obviamente es una situación imposible.

No falta quienes toman en sorna o se burlan del cuento en que la princesa besa al sapo y se convierte en “príncipe”, claro que aquí el sapo queda sapo y además dentro de uno, ocasionando terrible ingestión emocional.

Otra frase muy usada y común, que no solamente está en las conversaciones, sino que cuántos de nosotros con algunos compañeros claro, nos “hicimos la rata” y si bien  sabemos que significa, no todos conocemos el origen de la expresión, ni donde se inició esta travesura.

De acuerdo a los datos que conocemos, “hacerse la rata”  fue una práctica antigua que iniciaron algunos estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires, tal como lo indica el periodista Diego Zigliotto en su libro “Las mil y una curiosidades de Buenos Aires, la ciudad que no conocemos”.

En la antigüedad por diversas razones algunos estudiantes del Establecimiento para no asistir a clases, solían buscar algún escondite, el que encontraban en los túneles de la propia escuela, situada en la conocida Manzana de las Luces de la ciudad.

El lugar más apropiado que encontraron para esconderse fueron los túneles existentes bajo la misma escuela, donde por aquellos pasadizos abundaban los repugnantes roedores, lo que motivó que se diga entonces que los “estudiantes se hacían las ratas.”

Desde entonces comenzó a utilizarse esa frase “hacerse la rata”, como sinónimo de faltar a la escuela, obviamente sin el permiso de sus padres. Quienes han profundizado sobre la utilización de la lengua como sistema utilizado por la sociedad para comunicarse, se encuentra en constante cambio.

Por lo tanto, aseguran que las frases conocidas desde  tiempo atrás se encuentran en constantes cambios, por lo que ahora  se utilizan en contextos diferentes.

Por tal razón, la frase o expresión “hacerse la rata” se utiliza sin pensar en el contexto que le dio origen, por lo tanto  frecuentemente para hacer referencia a dejar de asistir a alguna parte, fundamentalmente claro a la escuela, pero también suele aplicarse para hacer referencia a situaciones en las que se actúa contra lo debido o acostumbrado.

No obstante, la frase tan conocida y popular, “hacerse la rata” tiene su origen por lo ya señalado y su mayor utilización sigue respondiendo  a aquella costumbre de los estudiantes de no concurrir a clases sin haber obtenido para ellos el permiso de sus padres.

TE HAN PEDIDO O RECOMENDADO ALGUNA VEZ “PONER LAS BARBAS EN REMOJO”.

Si no te lo han pedido o reclamado, seguramente la frase o el dicho lo has escuchado, aunque el origen de la expresión, según escritos de antaño o fintitas interpretaciones, no se refiere precisamente a “las barbas”, sino a “bardas”.

El dicho se origina en principio cuando alguien recomendaba “poner las bardas en remojo” refiriéndose a las “bardas”, vallas o cercos que eran utilizados para marcar o dividir los terrenos y estaban construidos con espinillos o pajas. Por lo tanto si alguno de aquellos cercos tomaba fuego, los vecinos recomendaban remojar los propios.

Como el material de los cercos que se elaboraban contenía materiales muy inflamables, cuando alguno ardía, era necesario poner en remojo los propios para evitar que las llamas se propaguen y enciendan también los suyos.   Por lo tanto, en el fondo no se trataba de castigar a nadie, sino que se tomaba como una advertencia.

Se interpreta entonces o se considera que  a través del tiempo y el viaje del dicho por distintos sitios y culturas  se popularizo, modificándose sustancialmente en el formato de la expresión y obviamente también en su significado

Con el tiempo entonces la expresión sufrió modificaciones, pero no fue algo antojadizo, todo lo contrario, también tiene su propia historia que modifica el origen, por lo que entonces la frase o dicho  paso a utilizarse; “poner las barbas en remojo o a remojar”.

La explicación que dan al respecto es que en la antigüedad no existían los accesorios de barbería que se utilizan en la actualidad, por lo tanto el afeitarse se tornaba en una actividad complicada, que según sostienen quienes han escrito o se han referido a este tema, podría resultar además muy dolorosa.

Esa era entonces la razón por la cual los hombres debían poner sus barbas a remojo, para que el pelo se ablande y por tal razón sea más fácil el rasurado y evitar de tal manera la posibilidad que dicha actividad se torne dolorosa.

Es por tal razón que los hombres ponían sus barbas a remojar o en remojo para de esa forma  que el pelo se ablande y así facilitar o hacer más fácil rasurarlo.

De acuerdo a lo que se ha interpretado con esta expresión o dicho, mucho más allà del significado literal, es su sentido figurativo, debido a que se trata de una advertencia o aviso dirigido a alguien en forma precisa.

Tal como se lo emplea o aplica su utilización, esta tiene el objetivo de advertir o prevenir a alguien que pude tener que enfrentar algún problema por lo que hace o dice.

El objetivo entonces es prevenirle a quien va dirigida la conocida frase, a efectos que pueda evitar el peligro o el problema que se le puede presentar.

Si bien todavía se utiliza la advertencia a la que hemos hecho referencia, con el tiempo, como ocurre con distintas expresiones en ese y otros sentidos va perdiendo terreno o cayendo en desuso.

Debemos considerar por lo tanto, que el uso de tal dicho se remonta a muchos años y la referencia ms antigua decía; “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, echa las tuyas a remojar” con el propósito de tomar o aprender el ejemplo con la cabeza ajena.

La definición es atribuida al “Arcipreste de Talavera” entre 1398 al 1470 y que habría dicho “Cuando la barba de tu vecino vieras pelar, pon la tuya a remojo” con lo que se contradice con aquella posibilidad que el dicho se conoció primero la versión de “Si las barbas de tu vecino ves arder”, que algunos entonces decían “las bardas”.

Hay quienes desconocen esa deformación y consideran absurdo hablar que “si ves las barbas de tu vecino arder” lo primero que hay que hacer es mojar las tuyas para que no se quemen, algo obvio. Muchos interpretan que quizás se haya registrado erróneamente parte del dicho.

Por lo tanto, al  aparecer el dicho “cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar” y no como algunos interpretaron o registraron ·”cuando las barbas de tu vecinos veas arder”  lo que muchos comenzaron a utilizar sin pensar en el pobre vecino al que se le quemaba y por consiguiente, su cara.

Eduardo Reyes, escritor de Viedma

Las Grutas  —  Río Negro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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