La bolsa de arpillera. “Supo prestar un gran servicio al hombre de campo”

 

Hay muchas cosas que se han perdido con el transcurso del tiempo que es implacable. Sin embargo, en su época, algunas fueron imprescindibles y quedaron para siempre en el recuerdo de quienes las conocieron y las usaron.

Y una de ellas supo prestar un gran servicio no solo para el hombre de campo, sino para el país que alguna vez fue considerado “el granero del mundo” cuando la Argentina de los años cuarenta producía granos y acopiaba como un único sistema: la bolsa de arpillera.

“Hasta las grandes ciudades recuerdan los tiempos en que, en los comercios minoristas, se ofrecían mercaderías como maíz, cebada, trigo o alpiste, tal cual había sido cosechado, dentro del característico envase de yute manufacturado, procedente generalmente de Inglaterra, pero originario de la India”.

Sin embargo, aunque parezca insólito, las bolsas de arpillera constituyeron un elemento clave en el proceso económico: tanto fue así que en un momento su escasez, por la Segunda Guerra Mundial, provocó una situación de emergencia, en la cual tuvo que hasta intervenir el Estado Nacional donde se constataba su existencia mediante periódicas inspecciones y se almacenaban en depósitos oficiales.

El excelente poeta y músico Domingo Berho dejó al respecto una hermosa milonga campera cuya letra merece transcribirse:

“Hoy ye te canto alpillera / que serviste pa todo uso. / ¿Qué fue lo que no se puso / en una bolsa cualquiera? / Aunque viniste de ajuera / para embolsar los cereales, / tus servicios fueron tales / que hoy decirte necesito / que ocupés un lugarcito / en las cosas nacionales.  Recorriste todo el mapa / y juiste en este país, / cincha y maleta pal maíz / y en la sacada de papa. / Pal apero juiste tapa / y se te usó pal candil, / juiste bajera y mandil / y pa llevar una res / te he visto más de una vez / tendida sobre un cuadril.  Juiste hermana del mendigo, su limosna en vos ponía / y, si la noche era fría, / vos serviste de abrigo. / El linyera fue tu amigo / porque sin vos no era nada / y al salir de la ranchada / con vos el mono cuadró, / de vagallera te usó, / de colchón y de frazada.  Vos limpiaste la parrilla, diste güelta el asador / y tapaste el motor / de la vieja cortitrilla. / Se te puso de almohadilla / pal pecho de un animal. / Vos serviste de morral / y en las quintas, / de espantajos / y para muchos trabajos / te usaron de servilleta. / Pal monte juiste carpeta, / pa los dados silenciosa / y nunca se usó otra cosa / pa ir a buscar la galleta.   Con vos tapaban el chancho / mientras que se lo pelaba, / y colgada se te usaba / como puerta en algún rancho. / Apagaste en el ancho / pajonal la quemazón. / Vos serviste de tapón / pal hormiguero de un vaso, / de media y de cielorraso / y pa forrar un jamón.  A veces te utilizaron/ como vaina pal cuchillo / y, a falta de cojinillo / pa andar en pelo te usaron; / con gallinas te ocuparon / aquellos que las vendían / y adentro tuyo metían / hasta el pavo más grandote / y pa que saque el cogote / un agujerito te hacían.   Juiste camita pal perro / arrolladito y temblando / y te manotearon cuando / estaba caliente un fierro. / También  afirmo y no le erro / que una piedra en la pelea, / si entre una bolsa se emplea / es terrible porque engaña / y esquilando en la campaña / te usaban como manea.  Dándole tiempo a que cobre / se tenían suerte un domingo / juiste la tapa de un pingo / de algún carrerista pobre. / El changa te puso sobre / la espalda después del pique / y pa que naides critique / en la mayor humildad / salvaste la intimidad / con hechura de tabique.  El alambrador te tuvo / pa llevar las herramientas / y en cosechadoras lentas / juiste sombrilla que anduvo. / Vos limpiaste el tubo / a las lámparas de ayer, / y pa llamarlo a comer / al arador con su yunta / de una caña en la punta / siempre te sabían poner.  Al cielo te remontaste / de un barrilete en la cola / y en la punta de una piola / la carne al pozo bajaste. / Pa la labor te prestaste / de punto cruz en la escuela. / Y hasta te usó el guitarrero / pa funda de juna vigüela.  Pa hacer fuego a la mañana / siempre te usaron de mecha / y en el tiempo de cosecha / pa forrar la damajuana.  / Juiste lienzo pa la lana / y pa una rueda remojo. / Vos le tapaste el ojo / al chúcaro más sin yel / y serviste de mantel / pa comer en el rastrojo.  Se jueron los pugilistas / por el tablón del olvido / y vos tampoco has querido / visir sin esos artistas. / Aquellos malabaristas / que te llamaban “la baya” / A veces pienso: ¡Amalaya! / volviera ver por un rato / ni aunque sea un barato / personajes de esa laya.  Hoy todo el mundo te añora / bolsa de los caminantes: / tanto el que quiere lo de antes / o el que quiere lo de ahora. / Porque juiste bienhechora / yen esto no hay desacuerdo / aunque ya en trancos lentos / ha llegao en este lugar / y aquí me puse a vaciar / la bolsa de unos recuerdos”.

En la actualidad, la industria petroquímica  con sus fibras plásticas ha suplantado a las viejas bolsas de arpillera, que ya casi no ven, sino en el recuerdo los memoriosos o de los amantes de las cosas del pasado.

 

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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