Patoruzú: “Último cacique de los tehuelches. Un personaje puro, honesto, no corrupto”

Hace más de 90 años Dante Quinterno, con menos de 20, dibujó un personaje inusual para la cultura argentina de la época: el indio Patoruzú. De personalidad noble y bondadosa, la creación de Quinterno se convertiría en el héroe ficcional más importante de los argentinos.

A los nueve años, Quinterno publicó en la revista Caras y Caretas, en una sección que recibía dibujos de niños.

Quinterno reconoció como su tutor a Diógenes “el mono” Taborda, el caricaturista más famoso del diario Crítica, y con el primer historietista argentino, Arturo Lanteri

“Estos documentos son expuestos por primera vez, nunca antes se habían exhibido” contó en 2018 José María Gutiérrez, curador de una muestra y director del Centro de la Historieta y el Humor Gráfico Argentino de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. “Algunos los encontré poco antes de la inauguración”.

Otra fotografía muestra a Quinterno, con 16 años, trabajando en la tira Panitruco y una siguiente dibujando el estereotipo más famoso del humor gráfico historietístico de la Argentina de los años 20, que era una figura que representaba al chanta porteño, al simulador, el vago que trata de llevarse la mejor tajada haciendo lo menos posible. Ese personaje se convertirá luego en Isidoro.

“En los años 20 el tipo de historieta más difundido eran las series familiares, las ilustraciones que tomaban de modelo pequeñas delicias de la vida conyugal que publicaba el diario La Nación desde principios de esa década. Todos se pusieron a dibujar series familiares, matrimonios donde el conflicto que se desarrolla es la lucha de poder al interior del hogar, ver quién decide y manda, el estereotipo de la mujer como matrona que espera a su marido con el palo de amasar y el tipo que se quiere escapar todo el tiempo, jugar al póquer, irse con sus amigos. Ese es el modelo. ¿Qué hace Quinterno? Tiene 16 años y busca siempre darle una vuelta de tuerca a todo lo que es convencional para destacarse, porque es un mundo competitivo y él se quiere hacer lugar como dibujante y como historietista”, cuenta Gutiérrez.

De ese modo, Quinterno va a pensar en un esquema diferente y a crear a Don Fermín y una serie en la que invierte esas las relaciones de poder. Él dibuja un marido monstruoso, un golpeador que aterroriza a su familia y se pelea con todos; que tiene en su trabajo un jefe de muy baja estatura que lo desprecia y lo golpea por lo que él, al llegar a su casa, se descarga con su mujer y sus hijos.

El nacimiento de Patoruzú

En 1926 muere el Mono Taborda y a Quinterno le ofrecen la oportunidad de dibujar para Crítica, por entonces el diario más importante de la Argentina y de Sudamérica en esos días, el de mayor tirada.

“Crítica fue un medio que apostó fuerte a la gráfica, siguiendo el modelo norteamericano. Pese a que desde el comienzo publicaba caricaturas en tapa, desde 1914 hasta 1927 nunca había publicado una serie con continuidad, publicaba historietas pero sueltas –recuerda Gutiérrez–. Quinterno tiene 17 años y va a hacer esta serie que se llama Don gil contento, un porteño optimista, que es una especie de cambio de paradigma: es un tipo que todo lo toma como con optimismo, frente a la cruda y adversa realidad es un tipo que siempre tiene un pensamiento feliz y siempre termina molido a palos. Es muy interesante porque es el primer personaje noble que no es un chanta, ni un vividor, ni un trepador, ni nada de eso que era lo habitual, el tipo de personajes sobre el que trabajaban todos los dibujantes de historietas”.

Pero Don gil contento murió joven “porque evidentemente no habilitaba muchísimos gag, es muy difícil mantener una tira diaria con 30 chistes cada mes, hay que tener un esquema, más allá del personaje, que permita producir todo eso. Poquito a poco el personaje va a empezar a adquirir algunas cosas del pícaro y del vivo criollo. Pero Quinterno quiere hacer ese personaje ingenuo, bueno, puro, entonces va a introducirlo en esta serie apelando a la figura de un indio, y esto es lo que celebramos, los 90 años de esta tira, es decir de la primera aparición del indio Patoruzú”, narra Gutiérrez.

Patoruzú nace entonces en la página de historietas del diario Crítica, en la serie Don gil contento. Se publicó solo dos días y luego desapareció. Una de las explicaciones más difundidas sobre esto, según señala el curador de la muestra, es que los derechos de autor de lo publicado en Crítica quedaba en manos del diario y Quinterno tenía mucha confianza en su nueva invención: “Se dio cuenta de que había descubierto algo, no quería ceder los derechos. De hecho él se va del diario y Aventuras de Don gil contento deja de existir, tiene que inventar una nueva serie que es Julián de Monte Pío, ese ya es bien Isidoro. Es muy parecido”.

Pero esta, aclara Gutiérrez, es solo una de las hipótesis. No se sabe a ciencia cierta porque Quinterno era muy reservado, a lo largo de su vida solo dio tres entrevistas, entre la segunda y la tercera pasaron 50 años. En la muestra se expone uno de los reportajes hecho por el director de Cultura de las Biblioteca Nacional, Ezequiel Martínez. Lo hizo por escrito. Nunca vio a Quinterno. Era muy escueto y enigmático, tampoco se dejaba fotografiar.

Al tiempo, Quinterno volvió a introducir el personaje del indio en la serie Julián de Monte Pío. Este llegó a ser tan popular que poco después la historieta pasó a llamarse Patoruzú. El nombre original con el que nació este personaje era Curugua Curuguagüigua, pero era casi imposible de pronunciar y de recordar,

entonces Quinterno lo rebautizó “Patoruzú”, que derivaba de una golosina de la época llamada Pasta de Orozú.  

“Quinterno era un genio como historietista, tenía un dibujo muy suelto. El original es muy diferente al Patoruzú de las revistas que se publicaron durante tanto tiempo, va cambiando el personaje. Uno es el que dibujaba Quinterno, que solo lo firmó hasta 1939, 1940, después depositó todo en su equipo de dibujantes, aunque él intervenía, daba indicaciones y corregía muy estrictamente, pero ya no tenía firma la serie, ya era un equipo, muy al estilo norteamericano. Él viaja en 1932 a Estados Unidos por primera vez para trabajar en los Estudios Fleischer, que son los que producían Popeye y Betty Boop. Trabajaba para publicidad, trabaja muchísimo. Llegó a ser un dibujante muy reconocido. Se fue a Estados Unidos a aprender animación y a aprender la estructura del sistema de producción de historieta yanqui, cómo funcionaba, cómo se manejaba, para traerlo acá. En 1936 nace su semanario. El primer número está íntegramente hecho por él”, relata Gutiérrez. En la muestra se encuentra la ilustración original de esa revista que agotó la tirada, se reimprimió, se volvió a agotar y a reimprimir una y otra vez, y vendió miles y miles y miles de ejemplares. Patoruzú era un boom sin igual.

Gutiérrez cree que la repercusión de Patoruzú tuvo que ver con que apareció cuando la Argentina atravesaba la década infame y los ciudadanos necesitaban un personaje puro, honesto, sentir que los argentinos podían ser algo más además de chantas, estafadores, corruptos.

El indio traía pureza y era, a la vez, un personaje nuevo, diferente al gaucho que ya estaba mitificado y se utilizaba para hablar del tipo bueno y perseguido. Aún así, Quinterno le dio a su personaje el lenguaje gauchesco del siglo XIX.

“Otro de los argumentos por el que pegó Patoruzú es que precedió por cinco años al primer superhéroe yanqui de cómic, y lo interesante es que su fuerza no provenía ni de una fórmula mágica, ni de ser un extraterrestre como Superman, o porque tuvo un accidente en un laboratorio, si no que venía de su condición de puro, de su moral, eso es lo que le daba fuerza. Era fuerte por lo que era”, señala el curador.

Upa, la Chacha y Pampero: la banda de Patoruzú

“Upa es un personaje que no tiene precedente –cuenta Gutiérrez–. Además de Patoruzú, que es el primer nativo que aparece en la historieta argentina –diría que en el mundo–, este es un personaje muy original, que después va a cambiar mucho su fisonomía, se va a aggiornar y a reducir, pero al inicio es una especie de monstruo, es un bebé que deglute, elefantiásico, y que inspira muchísima ternura. Upa  es el hermanito de Patoruzú. Después se convierte en una figura importantísima, pega muchísimo en la gente, despierta mucha ternura con su ingenuidad. Nace en 1937, en el “Misterio de la gruta”: la gente de un pueblo escucha unos alaridos terribles y piensa que es un monstruo, Patoruzú va y se encuentra a este personaje que está encerrado en una gruta y tiene pegada una nota: ‘Yo, Patoruzú primero –el padre de ellos– me avergüenzo de haber engendrado a Upa porque es deforme y sietemesino, porque al venir al mundo no dijo como sus hermanos ‘¡Huija!’. Vivirá y morirá en esta cueva para no deshonrar a nuestra casa’. Y Patoruzú traiciona el mandato de su padre y lo adopta. Es terrible esta historieta”.

En la muestra también tienen su lugar otros personajes de la tira como la Chacha, que se la pasa haciendo empanadas y es la única que puede con Patoruzú; Patora, la hermana, que va a aparecer después; y Pampero, su caballo.

“Lo elegí porque me parece que es la criatura de la serie más auténticamente fidedigna a algo real, histórico. Es el caballo de Los Pampas, –explica el curador–. Su dibujo, lo bravo que es, lo indómito, el hecho de que solo se deja montar por Patoruzú y en pelo, sin montura, representa el caballo de estas etnias que lo usaban como flete, como casa, como dormitorio, como arma: vivían arriba del caballo, dormían arriba del caballo. Es muy lindo Pampero dibujado por Quinterno, cambia mucho en manos de otro”.

Patoruzú for export

 En 1941 comenzó a publicarse Patoruzú como tira del diario neoyorquino P. M., un periódico sofisticado, de izquierda, en el que escribían personalidades como Hemingway. Era reconocido por su calidad gráfica y porque allí colaboraban grandes artistas. La primera historieta que se publicó en ese medio fue Patoruzú, personaje que fue bastante explotado en los Estados Unidos. En la muestra puede verse la tira en inglés y también una foto de Quinterno con Walt Disney, quien admiraba a su par argentino.

Quien visite la exposición también encontrará el merchandising de Patoruzú. Desde el ilustre muñeco del personaje, hasta un paquete de yerba con su rostro, pasando por los juguetes miniatura de los chocolates Jacks.

“Patoruzú es una especie de producto historietístico perfecto –afirma Gutiérrez–:  funciona, está muy bien hecho, los argumentos son dinámicos, cuando empezás a leer una tira no podés parar, son divertidas y aptas para todo público (estaban las historietas para chicos y las tiras más para adultos que eran las de sátira política, las de críticas o comentarios sobre costumbres familiares). Patorozú es para todo el mundo”.

Fuente: Ministerio de Cultura Argentina

 Esto es lo que publicó Todo Historietas

Uno de los personajes más importantes e influyentes de la historieta argentina

 

Primera aparición:
El indio Patoruzú hizo su debut (como se ha dado otras veces con importantes personajes de historieta) con un papel secundario en otra tira. Dante Quinterno, su creador, publicaba en el diario Crítica, desde el 24 de Agosto de 1927, la tira “Un porteño optimista”.
Esta historieta cambió su nombre, en Julio de 1928, por “Aventuras de Don Gil Contento”, cuyo protagonista era el personaje homónimo.
El 18 de octubre de 1928 el diario Crítica anunció: “mañana debuta el indio Curugua-Curiguagüigua”. El día 19 apareció el nuevo personaje, el último indio tehuelche, venido de la Patagonia. Es rebautizado (recomendado al autor ante lo dificultoso del nombre) por el propio Don Gil como “Patoruzú” (click aquí). El nombre derivaba de una golosina de la época llamada Pasta de Orozú.
Según el relato, Patoruzú, último cacique de los Tehuelches Gigantes, llega a Buenos Aires desde la Patagonia, acompañado de su ñandú “Carmela”, para vivir en la casa de Don Gil Contento, cuyo difunto tío era tutor de Patoruzú.
Don Gil dedica la mayor parte de las 17 viñetas de este primer número a explicarle el funcionamiento de la luz eléctrica, el transporte público y los modales en la mesa, pero, al enterarse de que Patoruzú posee, además de su mascota, una bolsa con monedas de oro, intenta quedarse con ellas, explicándole que en Buenos Aires “no sirven para nada”. Fallido su intento, se lamenta que el oro esté en manos de semejante ignorante.
Poco más pudo desarrollar Quinterno, ya que el 21 de Octubre, la tira fue cancelada, pero este primer episodio anticipaba mucho de la trama venidera.

 

Segunda aparición:
Tras su alejamiento de Crítica, Quinterno dejó de lado por un tiempo al personaje del indio, y retomó, a fines de 1928, la figura del porteño tramposo, fanfarrón y aprovechador con Julián de Montepío.
El 27 de septiembre de 1930 retomó, repitiéndola casi cuadro por cuadro, la historia de Patoruzú y Don Gil. Explicó ese día el diario “La Razón” lo siguiente: “He aquí que, de la noche a la mañana, Julián se encuentra apadrinando a un indio del sur, por virtud de una curiosa herencia de un tío de nuestro héroe, el finado Rudecindo. El indio Patoruzú es el último vástago de la tribu de los Tehuelches e hijo de un rico cacique de la Patagonia quien, al morir, deja al huérfano en las manos del Tío Rudecindo. Este, a su vez, sintiéndose cadáver, envía a Buenos Aires al indio ingenuo y lleno de oro, bajo la tutela de Julián”. Es entonces que el indio viene ahora a Buenos Aires enviado por el difunto Rudesindo, tío de Julián (ver tira), y nuevamente en compañía de un ñandú, aunque ahora cambia el sexo del animal (en este caso es macho, y se llama “Lorenzo”).
La imagen gráfica es similar a la que presentara Crítica, con Patoruzú bajando del tren carguero, acompañado por su ñandú, pero con una gran diferencia: Patoruzú ya es inmensamente rico en oro, metal que posee entre sus cualidades la de no devaluar jamás su valor. Una carta de su tío explica la situación a Julián, parte de la cual decía “…un indio güenazo, hijo de un difunto cacique tehuelche amigo mío, pa’ que lo sigas apadrinando… Tratalo como a un hermano y civilizalo, si podés. Tené en cuenta que es un indio jovencito y muy rico, hablando en plata”.
Como Patoruzú porta su fortuna en forma de pepitas de oro, suscitan la codicia de Julián y desarrollan una trama casi idéntica a la original. Al ver la fortuna de su ahijado, Julián decide apropiarse de ella, haciéndole creer a Patoruzú que las pepitas están embrujadas. El indio ya está convencido, cuando la inesperada aparición de uno de los peones del Tío Rudecindo (que le explica el verdadero valor de las monedas) lo salva de las maléficas maquinaciones de su padrino.
La historieta tuvo mejor fortuna que su predecesora, y Patoruzú formaría parte del elenco de Julián de Montepío durante más de un año, cobrando cada vez más protagonismo.
Poco a poco el indio fue asentándose como protagonista de la tira, debido sobre todo al éxito que su figura fue alcanzando entre la gente. Irremediablemente, Julián se vió relegado a un segundo plano, y la tira fue rebautizada, en forma definitiva, como “Patoruzú”, quien pasó a encabezar la tira el 11 de diciembre de 1931.
Aún no sería el Patoruzú que pasaría a la historia, y ya no lo acompañaría Lorenzo, quien perdería la vida asado accidentalmente en una rotisería, pero sí se haría cada vez más conocido.

 

La evolución del personaje:
A Quinterno no le alcanza la popularidad del indio en el papel, y desea llevarlo a la pantalla grande, pero el intento que realiza en 1932 no le resulta del todo satisfactorio, y termina en la nada.
En 1933 Quinterno viajó a los Estados Unidos por negocios; trabó contacto con los Estudios Disney, con los que colaboraría más tarde, y conoció el sistema de sindicación de los dibujantes que dominaba el mercado estadounidense de tiras diarias. Esto lo movió a fundar el primer sindicato de historietas en Argentina, con la intención de proteger a Patoruzú (personaje que ya hacía “estragos” en La Razón), y a la otra tira que desarrollaba paralelamente, Isidoro Batacazo (en este caso en el matutino “El Mundo”, el mismo diario que en los años ’60 publicaría a “Mafalda“). El objetivo de Quinterno era pasar a tomar el dominio intelectual y económico sobre su obra.
La Razón no vio de buen grado las exigencias de Quinterno sobre la propiedad intelectual, y se produjeron entonces serias desavenencias entre ambos.
La tira es discontinuada desde el día 5 de octubre de 1934, cuando comienza a repetirse la historia desde la primera tira de Julián de Montepío, bajo el título de “El sueño de Julián”, hasta que finalmente, en 1935, Quinterno abandona el mencionado vespertino, llevando a Patoruzú a las páginas de “El Mundo”. Quedaban sólo las tiras viejas de Julián de Montepío reimprimiéndose en La Razón como único recuerdo.
Así, el 11 de diciembre de 1935 Patoruzú debuta en diario “El Mundo” con su tira diaria.
En esta tercera y definitiva encarnación del personaje ya no está Julián de Montepío; en su lugar Patoruzú será apadrinado por Isidoro, que, a los efectos prácticos, tanto física como ideológicamente es el mismo Julián pero con otro nombre.
A través de Isidoro, Quinterno reelaboró por segunda y última vez el origen del indio. La nueva historia cuenta que Patoruzú aparece como espectador en un circo que dirige Isidoro, y termina provocando una enorme conmoción al vencer con su fuerza sobrenatural al luchador gitano Juaniyo (click aquí para ver una escena de la pelea). Isidoro termina apadrinando al indio antes de ganar su apellido definitivo (Cañones).
El padrino Isidoro, a pesar de ser un aprovechador, es de buen corazón, y pasa a ser compañero inseparable del indio.

 

La consolidación del personaje:
Con la mudanza del personaje al diario “El Mundo”, Patoruzú penetró en su época dorada gracias al estilizado estilo de su autor, poseedor de una expresividad gestual simple y limpia, un excelente diseño de personajes y un vibrante pulso narrativo apegado a la deformación caricaturesca pero de profunda aplicación dramática.
Simultáneamente, los argumentos se apartan del humor autocontenido para comenzar desarrollar historias seriadas a través de múltiples episodios, y con un adecuado toque costumbrista, una exageración cuasi-superheroica y algunos ejemplos de grandilocuencia épica que la serie no abandonará jamás. Es en este fértil terreno donde germinan las más logradas aventuras del cacique y su particular galería de personajes secundarios, ya que la fisonomía de Patoruzú se consolidó, y comenzaron a aparecer otras figuras recurrentes (click aquí).
Para 1936 la popularidad de la tira era inmensa, y se publicarían los primeros números en color en el semanario “Mundo Argentino”, que le dedicaba una página en cada número, y numerosos periódicos del interior del país comenzaron a publicar la serie. Así, en Noviembre de ese año, llegaría la “Revista Patoruzú“, uno de los grandes hitos del humor gráfico en la Argentina.
Recién en el año 1937 se revelaría, en Patoruzú, su carácter de poderoso estanciero. Las nuevas tiras tienen, entonces, como base, el siguiente argumento: “Patoruzú es un millonario cacique Tehuelche, que reparte su tiempo entre su estancia patagónica y la ciudad; de carácter inocente y bondadoso, se ve envuelto en distintas aventuras por su padrino, Isidoro, siempre tratando de lucrar a costa de su ahijado”. Dante Quinterno volcó en el cacique tehuelche la idealización de valores muy concretos: la nobleza, la abnegación, la generosidad, una amplia dosis de inocencia y el patriotismo extremo.
Siempre persiguiendo el bien, Patoruzú tiene una moral inquebrantable. Dueño de varias estancias de incalculable extensión en la Patagonia, y, siempre con una pila de “patacones” en el bolsillo, la generosidad del indio resulta inagotable.
En sus andanzas, Patoruzú enfrenta a todo tipo de malhechores, para lo que está dotado de una fuerza y agilidad sobrehumanas (click aquí).
Tan sobrenatural como su fuerza es su integridad; aunque tarde en percibir los engaños, una vez descubiertos persigue a los culpables (que muchas veces son estafadores y tramposos que intentan abusar de su fortuna) con una intensidad avasallante, y coopera con frecuencia con la policía. Al mismo tiempo nos enteramos de la insólita ascendencia egipcio-patagónica de Patoruzú, cuyo árbol genealógico fue tema de una de sus primeras historietas. Al respecto cabe destacar un elemento, Patoruzú es solamente la segunda generación americana de su estirpe. Él desciende de Patoruzek I, un joven faraón egipcio descendiente a su vez de Pasametic III de la 27° dinastía. Patoruzek I se enamoró de una princesa Napata, Patora la Tuerta, llamada así por un tic en su ojo izquierdo. El primer hijo del faraón, Patoruzek II, durante una misteriosa crecida del río Nilo, y tras una peculiar batalla a orillas del mismo, se extravió con su nave y terminó en la Patagonia. De él desciende Patoruzú I, “el Tata”, cacique Tehuelche y padre de Patoruzú y de sus hermanos Upa y Patora.
La singular circunstancia de que un tehuelche (una etnia virtualmente exterminada por la campaña del Desierto emprendida a fines del siglo XIX por el general Roca, que los privó de sus tierras) sea a la vez un rico estanciero carece de explicación en la historia, pero eso es lo de menos.

 

Otros aspectos para destacar:
Siendo un personaje inocente, ingenuo, noble y bonachón, la creación de Dante Quinterno fue también la de más extensa publicación. Las historietas de Patoruzú eran realizadas por un equipo de artistas siguiendo las instrucciones de Dante Quinterno; dos de los principales colaboradores fueron Tulio Lovato (en los dibujos) y Laura Quinterno, la hermana de Dante, en los guiones.
Así, Patoruzú se convirtió en una suerte de “superhéroe” de la historieta nacional, y en uno de los más famosos, importantes e influyentes personajes de la historieta argentina. Es más, Patoruzú es el más antiguo de los superhéroes de fama mundial. Aunque sin superpoderes (salvo su fuerza), Patoruzú siempre superó los límites de lo humano, y combatió el “mal” mucho antes que Batman o Superman. No tenía las mismas motivaciones, pero era un Don Quijote con todas las virtudes humanas, con un Sancho Panza (Isidoro) que carecía de su valentía y sus valores (era egoísta, cobarde, agresivo con los débiles y su codicia lo metía en problemas constantemente). Se dijo una vez que la permanente lucha, de Patoruzú, contra el mal, y en favor de los débiles, puede sintetizarse en un grito de triunfo que ya tiene su marca registrada: ¡Huija, canejo!”.
Además de las revistas, hubo otros hitos importantes en la vida de Patoruzú, como su aparición en el cine, como dibujo animado, en 1942, o la publicación como tira, en el diario PM, de Nueva York (Estados Unidos), entre 1941 y 1948 (click aquí). En ese país, en 1946, se editarían dos “comics books” con el título “The adventures of Patoruzú” (click aquí para ver la portada del primero de ellos), a cargo de la editorial Green Publishing.
Por otra parte, en 1945 se produciría el desprendimiento de “Patoruzito“.
También vale destacar que el sindicato de Quinterno abordó, inspirado en sus homólogos estadounidenses, la comercialización de licencias publicitarias de la figura de Patoruzú, quien apareció en almanaques, juguetes, muñecos y seriales radiofónicos. Casi que irónicamente, la figura del cacique se lució, en 1992, como mascota oficial de la muestra homenaje al Quinto centenario del descubrimiento de América.
Haciendo click aquí podemos ver el logo de la celebración del 75º aniversario de Patoruzú; fue con motivo de la “Exposición retrospectiva de la obra de Dante Quinterno”, celebrada en el Espacio Historieta del Centro Cultural Recoleta, en Buenos Aires, entre el 17 de octubre y el 23 de noviembre de 2003.

 

Fuente Todo Historietas

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