La herrería de don Juan Berbel en Valcheta todavía resiste el paso del tiempo

 

Dicen que la piqueta del tiempo es implacable y se lleva todas las cosas. Puede ser cierto, pero sin embargo quedarán siempre en el recuerdo los afectos sencillos de la gente que habitó esos espacios donde antiguas voces parecieran contarnos de otras épocas donde todo estaba por hacerse mediante el trabajo intenso y cuando la palabra valía por sí misma.

Pero en Valcheta, antigua localidad de la Región Sur rionegrina, todavía quedan algunas viejas edificaciones que se resisten a morir. Viejas paredes de ladrillos, pisos de pinotea, paredes ya descascaradas que antaño abrigaron sueños y esperanzas.

Las viejas herrerías tienen un encanto y una magia sin igual. Penetrar en su ámbito es iniciar un viaje en el tiempo, cuando las cosas eran muy distintas. Imaginar, por ejemplo, la reparación de las viejas ruedas de las tropas de carros, esas que abrieron caminos en la estepa patagónica, trayendo enseres y mercaderías y llevando el acopio de los llamados “lanas y frutos del país”, que se almacenaba en los viejos negocios de “ramos generales”.

Cualquier pueblo que se precie tenía sus herrerías tradicionales, lugar de trabajo donde la fragua y el yunque se enseñoreaban, donde el ruido era sinónimo de trabajo y de esfuerzo. Ser herrero era un oficio muy preciado que no se aprendía en los libros sino con la experiencia y los años.

En Ingeniero Jacobacci será siempre recordada la herrería de Toro, glosada en sus crónicas rionegrinas por el desaparecido escritor y amigo entrañable don Elías Chucair.

Como digresión podemos citar una vieja y feliz frase de Hipólito Yrigoyen que pasó a la historia hace alusión al trabajo en las herrerías y que las identifica en su forma más justa: “Todo taller de forja parece un mundo que se derrumba”, y la aplicó a la política. Más tarde –según don Arturo Jauretche- el grupo FORJA toma su nombre de esa famosa frase.

En el Museo Provincial “María Inés Koop” de Valcheta está como una reliquia el antiguo fuelle para avivar el fuego de la fragua de la que fuera la herrería de don Juan Berbel.

Quién fuera una antigua pionera de Valcheta, doña Alcira Igarzabal de Berbel le supo contar a la escritora Josefina Gandulfo Arce de Ballor pormenores de su vida.

Contaba que el año 1916 se casó con don Juan Berbel, siendo éste en varias oportunidades presidente de la Comisión de Fomento, pero como un hecho destacado acotaba que “fue precisamente don Juan Berbel quién instaló la primera herrería en el pueblo, estando al servicio de las necesidades de la población”.

Para comprender bien estos recuerdos de doña Alcira –Monona- se debe uno trasladar a principios del siglo pasado donde el trabajo de los herreros era indispensable, sobre todo en pueblos que contaban con una amplia zona rural y se utilizaban carros y carruajes de todo porte. Quedan ya adornando jardines las viejas y enormes ruedas de aquellas chatas que hicieron historia en toda la región.

Si el turista camina las calles de Valcheta se encontrará con una verdadera postal del pasado: la fachada, aún en pie de la vieja herrería de don Juan Berbel, una postal de otros tiempos cuando todo era distinto.

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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