Rodolfo Casamiquela, científico rionegrino en el recuerdo: “La lengua de los tehuelches”

 

El 5 de diciembre de 2008 fallecía en Cipolletti, Río Negro, quien fuera el etnólogo más prestigioso de la Patagonia. Sus restos fueron trasladados, según su voluntad, a su pueblo natal, Ingeniero Jacobacci, donde había nacido el 11 de diciembre de 1932.

Muchos madrynenses y patagónicos en general, colaboradores de él en el Centro Nacional Patagónico, en la Fundación Ameghino o en el Concejo Deliberante, discípulos o contertulios, admiradores de su palabra elegante, tanto escrita como pronunciada en sus atrapantes charlas o simplemente amigos lo recordamos arrimando aquí dos palabras sobre Rodolfo Casamiquela, que esperan reflejar en parte algo de lo que sentíamos los que tuvimos la suerte de conocerlo.

“Dos palabras”… así comenzaba Rodolfo Casamiquela los prólogos que escribía para libros de terceros o propios. Por eso, en su oportunidad titulé así el prologo al último libro que, en vida, publicara Rodolfo, un Diccionario Tehuelche. Allí decía que:

“Para conocer una cultura y a su portador —el pueblo— es importante conocer su idioma, porque éste es el reflejo de la cultura de esa sociedad, a la vez que el instrumento que su hacedor —el dicho pueblo— usa para pensar, para expresarse, para comunicarse.

Dos palabras, cada una de ellas en un idioma diferente, puestas sobre un papel, reflejan también un encuentro de culturas.

Creo que este es el significado de la obra de Rodolfo Casamiquela, la comprensión profunda de la cultura de los pueblos originarios de la Patagonia, los “Patagones”.

Patagones, nombrados así por los españoles, inspirados por el personaje —mitad hombre, mitad bestia— de la novela Primaleón, su nombre se hizo extensivo a la tierra que ocupaban, de allí Patagonia, tierra de Patagones.

Conocidos luego y actualmente como “Tehuelches” —indómito, salvaje, bárbaro— nombre que le dieron sus vecinos en la lengua mapuche, en reconocimiento a su bravura comprobada por ellos en sus hostiles encuentros.

Pero ¿cómo se llamaban ellos a sí mismo?, ¿cómo veían y denominaban a los diversos elementos de su cultura, y a los del mundo natural y celestial?

Este loable aporte de Rodolfo Casamiquela por aproximar al gran público la lengua de los Tehuelches es, consiguientemente, un claro intento de acercarlo a su cultura; el mismo interés que ha mantenido con constante entusiasmo en sus casi sesenta años como investigador de las culturas y las lenguas de los pueblos de la Patagonia., el que le mereciera ser reconocido últimamente con el Premio Konex de Platino por su tarea en Arqueología y Antropología Cultural.”

Si bien esta fue su última obra publicada, no sería la última que publicara. Como el Cid, Rodolfo todavía ganó algunas batallas después de su muerte física. La reedición de los Diarios de Claraz ya vio la luz; su Gramática gününa künna, en proceso de corrección pronto seguirá el mismo camino; y esperamos que su libro sobre expresiones plásticas de los aborígenes patagónicos, que Rodolfo “tenía en barbecho”, la haga también de la mano de alguno de sus colaboradores. Estas obras junto con las reediciones de sus múltiples escritos y libros harán que su alejamiento sea sólo físico, y sus enseñanzas nos sigan acompañando.

Varios de los integrantes del CENPAT tuvimos la suerte de conocerlo y de trabajar con Rudy. En mi caso personal puedo decirles que me abrió, no solo las puertas del CENPAT y de la investigación histórica, sino las de la Patagonia misma. Una Patagonia que tuve la suerte de recorrer, aunque sea en parte, de su avezada mano (un lujo que no olvidare, y que siempre le agradeceré).

Viajes en los que se mezclaban desde descripciones geológicas, paleontológicas, zoológicas y paisajísticas; la explicación de pinturas y grabados, con charlas en lengua con los paisanos que visitaba, y hasta “una gancia” en algún boliche patagónico, como aquel de Río Pico en el que dilucidara el significado del apellido mapuche de la dueña del lugar, la que en agradecimiento nos convidara con unas sabrosas empanadas de choique. Todo condimentado con su humor, y sus inolvidables interpretaciones de melodías operísticas, o de la letra completa de algún ignoto tango ni siquiera grabado y que solo gracias a su prodigiosa memoria podía retener y reproducir, o la canción del caballo blanco en el idioma de los gününa künna que supo recoger de los últimos hablantes de esa lengua.

Así lo recordaría también Guillermo Chong Díaz: “Entonaba, sin pausa y con agradable voz, una tras otra alguna de las cientos de canciones folclóricas de su país, mientras recorríamos el desierto del norte chileno. (…) Amigo de las bromas sin consecuencias oscuras. Alguna vez se acercó a algún mapuche distraído en la Plaza de Armas de Santiago y le habló no sólo en su idioma, sino también en su acento. Había que ver entonces la cara del interpelado”.

Van a hacer ya 70 años que, desde su Jacobacci natal, con solo 16 años comenzara a recorrer la Patagonia, primero acompañado de su tío materno Jorge Gerhold y luego de su hermano René, en búsqueda de materiales fósiles, líticos, etc., que conforman la colección del Museo de Ingeniero Jacobacci, que fundara junto con su tío Jorge H. Gerhold.

Allí inició su camino por las rutas de la historia y la etnología de la Patagonia, y allí retornó para su último adios. Allí lo despidió su gente, sus familiares y sus amigos de toda la vida de Jacobacci, junto con algunos que nos habíamos acercado desde Madryn y otros lugares. Allí lo despidió la emocionada palabra del intendente local y el canto en lengua mapuche de Doña Julia Nahuelquir, una anciana indígena de, por entoces, 96 años de edad. Muchos de los que la escuchamos sólo comprendidos el sentimiento; Rodolfo, que había aprendido de joven la lengua en su Huahuel Niyeu, (o Yagüjütr a Suwun en el idioma de los günuna künna), la comprendió cabalmente y partió tranquilo por el camino al más allá del cielo de los tehuelches (la Vía Láctea). Allí estará contemplando las escenas de caza, junto a la pisada del choique (la Cruz del Sur) y las boleadoras (Alfa y Beta de Centauro), como a él le habría gustado.

Marcelo Gavirati (Puerto Madryn)

Texto escrito el 5 de diciembre de 2018

Breve semblanza para los que no lo conocieron:

Como es sabido, Casamiquela fue investigador principal del CONICET al que fue invitado a incorporarse luego de la asunción del gobierno democrático en 1983.

Durante los últimos años trabajó en el CENPAT (Centro Nacional Patagónico), Puerto Madryn, donde creó el Área de Arqueología y Antropología de la cual fue jefe y fue también Director de dicho Centro.

Su dilatada carrera comenzó a los 16 años, cuando comenzó a recorrer la Patagonia en busca de materiales líticos y fósiles, con los que fundara en 1949 el Museo Naturalístico, Antropológico e Histórico de Jacobacci.

Era Doctor en Ciencias con Mención en Biología (Universidad de Chile). Paleontólogo de vertebrados. Antropólogo (con especialidad en etnología patagónica y lenguas indígenas regionales).

Su prolífica obra reconoce más de 400 publicaciones científicas y de divulgación, 24 libros, sobre paleontología, arqueología, etnología e historia indígena de Pampa y Patagonia.

Entre los numerosos premios que recibió se destacan el Primer Premio Nacional de Antropología y 3ero de Biología, otorgado por la Subsecretaria de Cultura de la Nación, en el año 1965, y el Premio Konex de Platino, recibido en 2006 por su actuación destacada en Arqueología y Antropología Cultural.

Casamiquela fue Profesor de distintas universidades e instituciones académicas, de Chile y Argentina y Profesor Emérito de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral.

Cofundador y Presidente de la Fundación Ameghino, bajo la cual funciona el CICEHP (Centro de Investigaciones del Hombre Patagónico y su Medio), el Museo Leleque y se editaron decenas de libros y publicaciones de diversos autores.

 

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