Rionegrino es guía en una de las montañas más mortales de la Tierra: Cornisas de Matterhorn

Tomás Roy Aguilo nació en Bariloche. Vive en la Patagonia y Europa, según la época. Este verano (europeo) coronó dos veces la cima de la montaña más emblemática de Europa.

Tomás Roy Aguilo tiene 32 años. Es uno de los mejores guías de montaña del país. Pasa buena parte del año en El Chaltén y el resto del tiempo viajando por trabajo. Hace un mes, una crónica publicada por el diario El País lo ubicó sobre las cornisas del Matterhorn, que abarca Suiza e Italia, en fila india, junto a un cliente, dando un paso y luego otro. Tomás está ahora en Bariloche, donde viven sus padres. Acaba de volver de una temporada de trabajo en la que pudo dos veces coronar el Matterhorn.

“Es la montaña más emblemática por la estética que tiene, explica. Es una figurita interesante. Muchos van. Pero está esto del riesgo objetivo: mucha piedra suelta, escalada vertical, no tan dura, pero sí muy expuesta. Hay secciones verticales por completo. Y en el 100 por ciento de la vía tenés que usar las manos. No hay margen de error. Un tropezón significa que rodás mil metros para abajo”.

Aguilo escaló a la cima de la montaña desde el refugio Hörnli, una especie de campamento base a mitad de la montaña. “Es así. Vos tomás primero un teleférico. Luego caminás dos horas, un trekking fácil y llegás hasta el refugio. Hasta ahí van familias por el día, va todo el que más o menos puede. Pero de ahí para arriba, sigue solo los escaladores”.

Entonces, una costumbre de montaña asentada indica que en el día previo a la cumbre, los guías que están con clientes en el refugio se reúnen para conocerse y establecer un orden. A partir del refugio la ruta es plenamente vertical. Se trapa con pies y manos y las cordadas, que son un guía, un cliente, un guía, un cliente, avanza lentamente asegurándose a cuerdas fijas y anclajes de montados sobre la roca firme.

“Los zermatters, a lo largo de todos estos años, han trabajado la montaña. Con taladros, hay amurado diferentes sistemas de seguridad para poder hacer más segura la escalada. Pero aún así, hay riesgos”, dice el guía argentino.

“Es fundamental esa reunión de la tarde previa, una buena costumbre, en la que se define el orden de salida. Se sale temprano, a las 4 de la mañana, para llegar a la cumbre al mediodía. La progresión no es compleja. Pero es lenta”, agrega.

El guarda del refugio Hörnli, a los pies de la vertiente suiza del Matterhorn (Cervino para los italianos), custodia la puerta de salida con los brazos cruzados. Nadie puede salir hasta que el reloj marque las 4.50 de la madrugada. Frente a él, algo más de 30 guías de alta montaña y sus respectivos clientes aguardan en un clima de tensión. Guiar la arista Hörnli es un trabajo único en el mundo del alpinismo. Visto desde la lejanía, el Cervino (4.478 metros) es la montaña perfecta, soñada, cuatro aristas bien definidas que convergen en su cima, una invitación estética cuyo atractivo sigue siendo irresistible. Pero una vez que uno pone sus pies en la montaña, comprueba horrorizado que se trata de un lugar sumamente peligroso, una escombrera de roca descompuesta donde los peligros objetivos resultan casi insoportables. Se han registrado tantos accidentes en esta montaña —unos 500 muertos— que los guías suizos decidieron organizar el tráfico… a su manera.

Así empieza la crónica de El País escrita por el escalador Oscar Gogorza. Sigue: 

Las puertas se abren a las 4.50, pero únicamente para los guías suizos, que eligen, incluso, quién será el primero. Diez minutos después se volverá a abrir la puerta para que salgan el resto de guías: italianos, españoles, norteamericanos, ingleses, checos… Los últimos serán alpinistas independientes. Cada guía puede conducir solo a un usuario. Estamos ya en fila india, atados con la cuerda a nuestro cliente. El mío se llama Fernando, ecuatoriano de 32 años, y apenas tres días atrás compartimos la cima del Mont Blanc. Forma parte de un grupo de ocho clientes ecuatorianos para los que hemos trabajado cuatro guías. De los ocho, solo cuatro deseaban enfrentarse al Cervino así que, en una Babel improvisada, estamos dos guías de Ecuador, uno de la Patagonia argentina (Tomás Aguillo) y yo mismo.

“Es un relato muy real. Es completamente así”, dice el guía argentino a Clarín. “Esta temporada lleve a un cliente de ese grupo de ecuatorianos y un chico de Inglaterra. Es una gran montaña”.

Palabra de experto

“La idea es que la gente que mejor conoce la vía va más rápido, no equivoca el itinerario, tiene menos chances de causar caída de piedras y por ende tiene sentido que estén primeros. Por supuesto que la primera impresión de esa política es negativa, porque parece elitista y nacionalista, pero las razones son prácticas”, explica Rolando Garibotti, uno de los más expertos escaladores de la Argentina. “Si el público común saliera primero, se generarían embotellamientos peligrosos, tirarían mas piedras sobre los otros, se perderían más”, dice.

Recuerda su experiencia en la montaña: “La última vez que guíe en el Cervino, lo hice junto a Urs Lerjen, un guía de Zermatt de toda la vida, de unos 55 años, que en ese momento era uno de los capos del lugar. Teníamos dos clientes que eran amigos, por eso guiamos juntos. Eso significó que yo salí del refugio tercero, detrás de él y su cliente que estaban primeros. Suena tonto, pero de alguna manera fue ‘emocionante’, como ir a dar una vuelta en un circuito de Formula 1 con Michael Schumacher… Urs lamentablemente se murió dos años mas tarde, se cayó guiando una montaña cercana llamada Klein Matterhorn”. Y cierra: “Si bien nunca me gustó el comportamiento de los guías suizos, el orden de partida del refugio es justificado por un tema de seguridad”.

Gonzalo Sánchez, Clarín

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