Luces malas de China Muerta. Trágicos mojones y hechos desgraciados convertidos en leyendas

“Los mitos y las leyendas –escribe la doctora Teresita Faro de Castaño- como los sueños, son expresiones profundamente humanas del inconsciente colectivo”.

Según Jung, son “los universos simbólicos de todos los pueblos, con los que sus integrantes dan sentido a sus vidas.

“Les sirven para vivir, para interpretar sus hábitat, para integrarse a su cultura y comunidad. Para sentir la pertenencia y trascender”.

“Tienen leyes, tiempos, casualidades propias. Son sensaciones, intuiciones, aprehensiones, vivencias, metáforas, parábolas, retazos de vida con los que captamos dimensiones de nuestras realidades interior y exterior, que la lógica, la ciencia y la tecnología no pueden explicar, ni abordar, ni predecir, ni dominar y que trascienden la realidad fáctica”.

“Pertenecen al existencial sobrenatural de los seres humanos, al centro de sus ansias, miedos, culpas, dolores y esperanzas”.

Es tan así que la provincia de Río Negro está llena de leyendas, muchas de las cuales nacen de hechos reales y con el correr del tiempo el imaginario popular se apodera de ellas y las transforma.

Es el caso tan difundido de las “luces malas”, que más allá de su explicación científica, siempre que se ven son temidas y señalan que en ese lugar acaeció un hecho desgraciado.

El payador de Coronel Dorrego, Luis Acosta García –el que nunca se vistió de frac- rescata una leyenda relacionada con las luces malas ocurrida en base a un sucedido trágico ambientado en el Valle Medio de nuestra provincia.

En su poema gauchesco lo describe con pluma conocedora de las zonas rurales de nuestro país: En el interior de un rancho/ sentado frente al fogón/ un viejo criollo, a unos mozos/ hacía esta relación: Yo era muchacho entuavía/ de quince años más o menos/ cuando entré en una tropa/ de un  tal Cipriano Bayejo/ y hacían el recorrido/ oriyando el río Negro/ dende el lindo Patagones/ hasta el mesmo Negro Muerto.  En esos años no había/ más poblaciones ni puestos/ que la estancia “China Muerta” / de unos tales Bartorelo. / Y después hasta Conesa/ que hay treinta leguas lo menos/ era a más de peligroso/ completamente desierto.  Y era fiero y peligroso/ el camino desparejo/ donde hay cada cuesta abajo/ tan a plomo, que da miedo.  Ansina que pa bajar, / se desprenden los punteros, / después se atraviesa un yugo/ bajo el carro, extremo a extremo/ Y al cruzar puentes los rayos/ de las ruedas, quedan presos/ pa que puedan dar la güelta/ al tirar los pertigueros. / Se hace en tuitas las caretas/ el mesmo procedimento/ y las bajan arrastrando/ a cualquier peso muerto. / Es que si así no lo hicieran/ tomarían tanto vuelo/ al bajar el precipicio/ yegarían hasta el bajo/ que rodando por el suelo/ donde cruza el río inmenso/ y se desbarrancarían/ pa quedar entre su seno/ y los tiempos de los tiempos.  Pero aconteció una vez/ como un castigo del cielo/ un caso muy memorable/ que tuitos los carreteros/  lo cuentan bajando el tono/ como temiendo el recuerdo/ Y fue un tal Pedro Viera/ hombre joven y bien puesto/ que el patrón lo distinguía/ por ser muy buen carretero/ no quiso manear las ruedas/ cuando llegaron al cerro/ diciendo que no temía/ que bajaría sin miedo/ con darlos tan solo un grito/ a los güeyes pertigueros/ que ellos iban a hacer rastra/ y aunque fuese mucho el peso/ jamás vencería su yunta/ que eran: el Destino y el Negro.  Destino era güey barroso/ muy guampudo y corpulento/como el mejor pertiguero/  y el Negro el güey más mentado/ que había cruzado las huellas/ peligrosas del desierto/ y Pedro Viera, confiao/ en esa yunta de güenos/ montó a caballo en el pértigo/ agarró la picaniya/ tocó la frente de los güeyes/ gritando: ¡Destino! ¡Negro!  Los güeyes como dos hombres/ a la voz obedecieron/ pero el peso de la carga/ en el cuesta abajo inmenso/ trocó el yugo en dos mitades/ y tras el golpe violento/ los güeyes y la carreta/ en un trágico entrevero/ fueron rodando hasta el río/ donde hechos trizas cayeron/ por los años de los años/ y los tiempos de los tiempos.  En el sitio de partida/ sólo quedó el carretero/ y al ver que no se movía/ corrimos a protegerlo/ pero fue inútil: tenía/ desparramados los sesos/ pues le había pasado la rueda/ por entre la frente y el pelo/ Desde entonces en el sitio/ donde ocurrió este suceso/ pasan cosas muy extrañas/ según dicen los viajeros.  En las noches de tormenta/ cuando más brama el pampero/ sale una luz colorada/ y tras de alzarse unos metros/ cae y rueda hecha pedazos/ como brazos para el suelo/ Y, al pagarse la luz/ quién sabe por qué misterio/ se oye una voz lastimera/ que repercute a lo lejos/ y cada tanto repite/ gritando: ¡Destino! ¡Negro!.  Cesa la voz y se oye/ cual si muchos esqueletos/ rodaran por las barrancas/ en un trágico entrevero/ hasta que zumban las aguas/ del profundo río Negro.

Silverio Manco, biógrafo de Luis Acosta García, expresa que “leyendo “La luz mala” se da uno exacta cuenta del conocimiento que el payador tenía del campo. Es una descripción muy bien hecha, abundando en detalles interesantes y justifica a la vez cuanto se ha dicho acerca de la leyenda de la luz mala.

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

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