Payadas y payadores protagonistas en la historia del canto repentista. Canto improvisado

 

Retomando  el tema de las payadas y payadores, nos retrotraemos al año 1830 cuando ya se advierte una popularización del canto improvisado y hasta en los periódicos de la época se publicaban las rimas y se advertía un creciente auge de esta expresión popular.

Comienzan además las publicaciones con tendencias a favor de distintas posiciones políticas que surgen del canto improvisado de los payadores, que recorren los pueblos de la campaña.

La popularidad de estos trovadores merece entonces que se analicen sus voces, la forma de interpretar sus guitarras, que ritmos respaldaban sus  cantos y otras particularidades.  Algunos cantores, sostenían que los payadores utilizaban tonos mayores y menores y frecuentemente, largos y repetidos rasgueos,  que les posibilitaba tomar el tiempo necesario para responder lo planteado por el contrincante.

En medio de las disputas de la época entre unitarios y federales, aparece en escena, “Santos Vega”, sobre quien escribe el propio Bartolomé Mitre en versos octosílabos, también lo hacen otros literatos como Hilario Ascasubi y Rafael Obligado.  Pero según algunos historiadores, alcanza verdadera dimensión la novela de Eduardo Gutiérrez sobre este tema, que los Hermanos Podestá llevan al circo.

La aparición de buena cantidad de payadores o cantores, que toman posición sobre temas de actualidad en aquella época, que son luego analizado por la historia, se refiere a los enfrentamientos entre unitarios y federales, el asesinato de Facundo Quiroga, el fusilamiento de Dorrego, la Batalla de Caseros donde es derrotado Juan Manuel de Rosas, como las andanzas y muerte del Chacho Peñaloza o Felipe Varela y también la Guerra del Paraguay, que como se sabe involucró a Brasil y Uruguay.

En 1870, los cantores o payadores rurales comienzan a ocupar importantes espacios en ámbitos urbanos y entre ellos adquiere relevancia, Gabino Ezeiza un moreno nacido en San Telmo, militante del Yrigoyenismo, razón por la que sufrió persecuciones y prisión y actos vandálicos, como la quema de un circo que había instalado.

De acuerdo a historiadores era hijo de esclavos que habrían estado al servicio de la familia Ezeiza, por ello su apellido e iniciado en el canto por el guitarrista Pancho Luna.

Su nombre cobró rápidamente trascendencia y ya conocido en la Banda Oriental enfrentó a valores como  Nemesio Trejo y Juan Navas, y de regreso a nuestra tierra al crédito de Barracas, Higinio Cazón y  también a José Betinotti.

Se conocen numerosas anécdotas protagonizadas por Gabino Ezeiza, quien sostenía que el cantor/payador era un trabajador de la cultura y en ese contexto se asegura que  en respuesta a quien le faltó el respeto porque “Pasaba el platillo” entre los presentes para obtener algún ingreso,  afirmó:

“Yo canto para comer,

aunque el aplauso me halaga

pero el pan de mis cachorros

con aplausos no se paga.”

Cuentan también que en ocasión de pronunciar un discurso como político, en un acto en apoyo a Yrigoyen y su alocución no estuvo muy lucida, hubo quien le hizo notar que sus palabras no habían estado tan hilvanadas como en sus “payadas” y Ezeiza dijo entonces; “lo que pasa, que otra cosa es con guitarra”, inmortalizando asì el popular dicho.

Las payadas fueron incluidas en trascendentes obras literarias y aparece entonces el enfrentamiento de Martín Fierro con un moreno, hermano menor del que Fierro había matado en un duelo criollo. Muchos críticos destacan el alto vuelo y valor poético de ese enfrentamiento de ficción en la novela.

El circo criollo contaba en sus funciones con payadores que revitalizaban el canto improvisado, que  llegaban como Juan Moreira, Santos Vega o Juan Cuello.

No pasó mucho tiempo, para que también las mujeres comiencen a ocupar su espacio en boliches, pulperìas o cafés frecuentados mayoritariamente por un público orillero, donde se destacaba una mujer conocida como Aida Reina que llegó a enfrentar al propio Gabino Ezeiza.

Este presentó a otra mujer que alcanzó notoriedad y trascendió como Delia Pereira.  A comienzos del nuevo siglo aparece en escena otra notable cultora del arte payadoril, conocida como María Rodríguez y también María Albana a quien le siguió Margarita Mendieta y la propia hija de Jerónimo Podestá quien fue muy conocida como La Rubia Cantora.  En la actualidad, se destacan entre otras mujeres que sostienen y cultivan este arte, Marta Suint, Liliana Salvat y Susana Repetto.

En cuanto a los payadores actuales, la lista es  numerosa y desde hace ya bastante tiempo figuran entre las expresiones atractivas en los más importantes eventos nativistas, como jineteadas, fiestas o festivales, y seguramente en otras ocasiones nos referiremos a alguna de las numerosas anécdotas que tiene a payadores como protagonistas

Texto: Eduardo Reyes, escritor y periodista de Viedma

Las Grutas  –  Río Negro

 

 

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