Río Negro: Homenaje al “doctor del pueblo”, Isidoro Kantor entregó vida a la salud de otros

 Desde muy joven llegó a la región del Alto Valle para ejercer la medicina y fue una persona que entregó su vida a la salud de los demás. Enorme dolor en la comunidad por su fallecimiento.

Era el “doctor del pueblo” y por su consultorio pasaron generaciones completas. Niños que fueron adultos, que tuvieron hijos y nietos y que depositaron en sus manos toda la confianza en los momentos en que la salud es lo más importante. ¿Quién alguna vez no pasó por su casa, contigua al consultorio, y vio la fila de pacientes esperando ser atendidos frente a la plaza San Martín? Eran tal vez las once de la noche e Isidoro seguía atendiendo a grandes y chicos porque entendía que quien lo visitaba tenía una dolencia que no podía esperar, una situación de salud que lo complicaba.

Una vez le preguntaron por qué hasta tan tarde, si a él no le faltaba trabajo, si al día siguiente volvía a abrir las puertas de su consultorio. La respuesta fue exactamente empática, cargada de lo que representaba como médico, cargada de humanidad. “Esa nena que estaba con su papá en la vereda esperando para que la atienda, vive con su familia en las chacras. Su papá es peón rural. Hicieron kilómetros y kilómetros para llegar acá. Mi deber es atenderlos, demasiado esfuerzo hicieron. Qué me cuesta trabajar unas horas más si a mi esta comunidad me dio todo”, respondió.

El doctor Isidoro Kantor nació en Buenos Aires y se crió en un conventillo de Almagro. Era hijo de una matrimonio de laburantes y de chico tuvo que salir a trabajar para ayudar a llevar el pan a su casa. Estudió medicina en la UBA con muchísimo sacrificio y cuando se graduó, el destino lo trajo al sur. Allen fue el pueblo, en esos tiempos, que lo cobijó, donde pasó prácticamente toda su vida. En estas tierras se enamoró de Pupe, la mujer que fue su compañera de vida y con quien tuvo tres hijos. Fue médico del hospital Dr. Ernesto Accame, integró el Sanatorio Allen y formó parte de una camada de profesionales que en Allen impulsaron el salto hacia la medicina moderna.

“Isidoro fue un enorme profesional, un ser humano excepcional. Un gran padre, un gran esposo y amigo. Lo vamos a extrañar, siempre”, rezaba un mensaje que entre cientos de dedicatorias, rebalsaron las redes sociales de amor, respeto y reconocimiento al “médico del pueblo”.

La noticia de su fallecimiento, en las primeras horas de la mañana del jueves, causó un profundo dolor entre los allenses.

Kantor residía desde hace algunos años en Buenos Aires. Ya con sus años y luego de haber cerrado su consultorio, había decidido que quería pasar la etapa final de su vida junto a su mujer, sus hijos y nietos, donde ellos viven, en Buenos Aires. Y aunque físicamente estaba allí, su corazón siempre estuvo en Allen. Hasta los últimos minutos de su existencia.

Quedan huellas del doctor que nunca se van a borrar. Un mural que pintó “Chelo Candia” en la puerta de su casa, en San Martín y Juan B Justo, que recuerda al histórico hospital regional de Allen y que lo tiene caracterizado en la pintura, con su chaquetilla impecable y atendiendo a un niño en la sala de pediatría. Antes de marcharse de Allen, el doctor Kantor fue declarado ciudadano ilustre por el Concejo Deliberante en reconocimiento a su entrega en la ciudad como profesional, como vecino comprometido con su la comunidad.

En la plaza San Martín, frente a su casa, el doctor les dejó a sus amigos allenses un regalo que – quizás – pocos conocen. Dos plantas, era un apasionado de la plantas, que ya son arbolitos y que cada día los riega y cuida el placero, Mario Crespo. Tal vez allí, en esa plaza que lo vio cada mañana abrir la puerta de su consultorio, quede para siempre su impronta, la de un hombre que supo curar a la gente y contagiar amor a grandes y niños.

Texto: La Mañana de Cipolletti

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