La siesta es sagrada. En la Línea Sur dicen: “Me voy a sestear un rato”

 

El vocablo “siesta” proviene del latín “hora sexta”, o ser, el tiempo que equivalía al mediodía. Y según el Diccionario de la Real Academia Española cuenta con las siguientes acepciones: “1 Sueño que se toma después de comer. 2 Tiempo destinado para dormir o descansar después de comer. 3 Tiempos después del mediodía, en que aprieta más el calor. 4 Música que en las iglesias se cantaba o tocaba por la tarde”.

También es castizo aludir a “la siesta del carnero” o sea que se duerme antes de la comida del mediodía. Y por “echar alguien la siesta” se entiende “echarse a dormir después de comer”.

Hay varios refranes relativos a la siesta. Aquí vemos algunos: “Si en la hora de la siesta, el gallo canta, no hace falta manta”; “Si quieres matar a un fraile, quítale la siesta y dale de comer tarde”; “Tras la cena, pasea y tras la comida, siesta”; “La siesta y la merienda, bien sientan”; “En la siesta y en el juego, se conoce al caballero”; “Después de la fiesta, lava la camisa y echa la siesta”; “En abril, dos horas de siesta, es dormir”; “Tras la cena, pasea, tras la comida, siesta”; “Comida sin siesta, campana sin badajo”; “El gato se hace el muerto para que lo dejen dormir la siesta”. Y cerramos con uno muy importante: “No renuncies a tus sueños: duerme la siesta”.

En la Región Sur de nuestra provincia es común escuchar las siguientes voces y dichos populares: “Me voy a sestear un rato” o fulano “se encuentra sesteando”.

Entre los personajes famosos que invariablemente contra viento y marea dormían la siesta en primer lugar encontramos al gran poeta de Chile y del mundo, Pablo Neruda. En ocasión de encontrarse en Isla Negra un grupo de insignes escritores latinoamericanos como Rulfo, Borges y otros, el poeta los abandonó porqué ¡Se fue a dormir la siesta! Y en otra oportunidad dejó esperando hasta que termine su siesta al mismísimo presidente de la República don Salvador Allende. Yo, salvando las distancias con Pablo, también acostumbro en forma cotidiana a entregarme hasta las cinco de la tarde en los brazos de Morfeo y mis amigos lo saben. Por eso para preservar esta dulce costumbre me gustaría que algún amigo que maneje los pinceles (que lo tengo) me pinte con filetes un cartel que rece: “No molestar, el poeta está durmiendo la siesta”. ¡Cosas de los poetas dormilones!!

En nuestro país, se sabe y es motivo de chistes y cargadas, cada santiagueño duerme religiosamente su siesta para descansar después del almuerzo. Por eso tienen  fama de dormilones.

El gran escritor Jorge W. Ábalos, en su ameno libro “Shunko”, deja algunas páginas imperdibles sobre esa costumbre tan característica. Dice:

“Tres de la tarde. Siesta santiagueña en la que el sol, en un cielo azul implacable, reina inmenso, desecando aún más el cuero seco de la tierra caldeada y cubierta por una ligera capa de polvo de sequía.

El viento  note trota por el campo, lamiendo con su lengua ávida las hojas de los árboles, que protestan mugiendo perezosamente al ser sacudidos de su modorra.

Se lastima el viento al desflecarse en la defensa agresiva del cacto; hace una mueca de dolor y luego de pasar acaricia el suelo levantando tras de sí pequeñas polvaredas  como si rebotara en la tierra. Luego, allá a lo lejos, para salir de su aburrimiento hace un pequeño remolino, gira vertiginosamente y eleva los brazos como queriendo alcanzar el cielo tan lejano.

La majada sombrea en el montecito de chañares, verde isleta en el raso pelado  de la extensa abra que se extiende hasta más allá donde alcanza la vista, cuando se mira al poniente”.

El Dr. Ramón Carrillo era un adalid de esto, porque se lamentaba que el vértigo porteño no le permitía hacer la siesta, pero siempre resaltaba sus virtudes. Y yo, sin ser santiagueño le hago caso.

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta (Río Negro)

 

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