Los fantasmas del Museo Cardenal Cagliero en Viedma. Histórico edificio del año 1890

Cuando alguien menciona que en tal o cual lugar observó la presencia de un “fantasma”, “espectro” o “espíritu” las reacciones toman distintas direcciones. Algunos responden con chanzas de diverso calibre, otros se manifiestan incrédulos y no faltan los que aseveran sobre frecuentes apariciones de estos en distintos lugares, como así también la cotidianidad de sus presencias.

Por supuesto que tampoco faltan los distintos y variados lugares  en los que se los ubican, son numerosos  los escenarios que  preferentemente  aparecen con mayor posibilidad, como casas abandonadas, cercanías de cementerios o dentro de los mismos, hospitales, caminos o terrenos desolados, iglesias, monasterios o museos.

No es extraño tampoco que numerosas personas hayan dado cuenta sobre la presencia de fantasmas en hoteles, boliches nocturnos, escuelas o en ámbitos menos frecuentes, tal como restaurantes, clubes sociales y otros centros de reunión.

Lo cierto es que con cierta frecuencia se escuchan informaciones relacionadas con la presencia de seres o figuras, cuya aparición  en escena es difícil, o por lo menos dudosa en cuanto a su existencia y procedencia.

Por lo tanto, es natural que quienes los hayan visualizado consideren que se trata de “fantasmas”, aun cuando tampoco tengan seguridad de su existencia, procedencia u origen.

Como señalamos al inicio, no faltan aquellos que tras asegurar haber vivido o por lo menos advertido la presencia de una figura desconcertante, optan por tomar la cuestión con humor, mientras otros reaccionan en forma totalmente opuesta, al asegurar que no es un asunto para tomar en broma o chiste.

Al respecto, en notas publicadas por NoticiasNet y Más Rio Negro, en distintos momentos, una persona que cumplió funciones por más de treinta años en el Museo Salesiano Cardenal Cagliero afirmó que uno llega a acostumbrarse a vivir sucesos que si bien desconciertan, llega a tomarlos como naturales.

El edificio al que nos referimos  comenzó a ser construido en 1890, a cargo del sacerdote Juan Aceto, quien fue el autor de los planos, dirigió la obra y luego tuvo a su cargo la decoración de los interiores del inmueble.

Con el paso del tiempo el edificio fue sometido a reparaciones, mejoras y la modernización de algunos sectores, lo que permitió observar y reacomodar históricos objetos de mucho valor.

Obviamente, también aparecieron historias o referencias a la presencia de “fantasmas” o “espectros”, que para las personas que han desarrollado allí tareas durante años, sostienen que ya son parte del patrimonio del Museo.

Al punto tal, que algunos de estos “fantasmas” llegaron a familiarizarse tanto, según sostuvieron trabajadores del lugar, que hasta fueron bautizados, uno de ellos con el nombre de Benito. Como lo manifestó  una mujer que se desempeñó como encargada, quien cuenta además que Benito resultó un tipo re bueno y por momentos ella interpretó que hasta la cuidaba.

Contó que en ocasiones, al llegar a su puesto de trabajo por la mañana se encontraba con las luces encendidas y con puertas abiertas, cuando solamente ella disponía de las llaves.

Es interesante destacar que de acuerdo a los comentarios de quienes fueron empleados de esas dependencias o visitantes frecuentes, han identificado a más de un “fantasma” o “espectro”, sobre los que cuentan diversas anécdotas o episodios que les ha tocado vivir.

En este sentido, no son pocos los que aseguran y atestiguan haberse encontrado con diversas personas, que no han podido identificar, aunque si detallan sus características y vestimentas, en distintos lugares de la Manzana Histórica. Tampoco faltan aquellos que tras asegurar haber observado a personas que ingresaban al edificio,  a los pocos minutos perderlos de vista.

Otro de los hechos que fue muy comentado y tuvo gran trascendencia fue protagonizada por un muralista y restaurador, especialista en Iglesias, José Fuentes Rada.  De acuerdo a lo que se sabe sobre este señor, es que en el año 1995 fue contratado para restaurar la Capilla del Museo

Al parecer, al artista le gustaba trabajar de noche, porque a esas horas tenía más tranquilidad y concentración para tan delicada tarea, no obstante se le había facilitado un colchón por si el sueño o el cansancio lo vencÍa, disponía entonces ese elemento para descansar.

Quienes tenían contacto con Fuentes Rada durante el día advirtieron que se lo notaba cansado y demacrado y al poco tiempo comentó que cuando se disponía a descansar no podía hacerlo porque escuchaba pasos alrededor del colchón.  A los pocos días el hombre abandonó su trabajo, explicó una mujer que en esa época se desempeñaba como encargada.

Texto: Eduardo Reyes, escritor y periodista de Viedma

Las Grutas – Río Negro

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