Un libro de Khayyam y una anécdota. Estaba perdido y fue hallado

 

El poeta persa Omar Khayyám (la grafía de su apellido difiere) es el autor de las famosas “Rubaiyat”, hermosos poemas breves cincelados en forma de cuartetas.

Omar Ibn Ibrahim El Khayyám nación en la ciudad de Nisapur en el año 1040 de la era cristiana, y además de poeta fue matemático y astrónomo.

Se sabe que para honrar el oficio que ejerció su padre tomó su apellido –después célebre en la literatura- que significa “fabricante de tiendas”. Vale la comparación con Pablo de Tarso que tenía ese mismo oficio con el que se ganaba el sustento “para no ser gravoso a las iglesias”.

La poesía del persa es de un gozo superlativo por las cosas simples pero vitales en la vida: La copa de vino, la bienamada, la música del laúd, los cacharros de arcilla, el cielo estrellado y la vida que rápido pasa donde dos días le son indiferentes: “el que pasó ayer y el que pasará mañana”.

Es el poeta un desesperado que se disfraza con una sonrisa cuando un sollozo lo ahoga. Tal vez una de las cuartetas más conocidas es la que dice: “Bebe vino, largo tiempo estarás bajo la tierra sin mujer y sin amigos”.

Supo escribir “El mundo inmenso: un grano de polvo en el espacio. Todas las ciencias de los hombres: palabras. Los pueblos, las bestias y las flores de los siete climas: sombras. El fruto de constante meditación: la nada”. Con una gran dosis de escepticismo que iguala a del Eclesiastés.

Su poesía breve y gozosa me impacto desde adolescente. Y en esos años compre varios libros de las Rubaiyat con distintas traducciones.

Un buen día el Pastor Misionero Félix Segundo Quiroga, al saber de mi afición por la lectura, me regaló un ejemplar de colección hermosamente encuadernado por un coleccionista particular, correspondiente a la editorial “Guillermo Kraft Limitada” con los cantos en colores y cada cuarteta impresa con hermosas viñetas.

El persa allí me decía: “¡La vida pasa cual rápida caravana! Detén tu corcel y trata de ser feliz. Joven doncella: ¿Por qué te afliges? ¡Escancia un poco de vino! Lucen ya los asomos de la noche”. Toda una confidencia de sencilla comprensión.

En esos años de juventud, bohemia y militancia por los años 70 trabajaba de vendedor de libros de la Editorial Planeta y la amistad se estrechó con algunos de mis compañeros de trabajo: todos grandes lectores y amantes del libro. En ese intercambio libresco, a Rubén del Punta, (luego radicado en Zapala y gran fotógrafo, por ejemplo de la colonia menonita) le presté ese hermoso ejemplar. Pero como ya soplaban los malos vientos sobre nuestro país yo me volví a Valcheta, el pueblo de mis padres y nunca más supe nada de Rubén. El hecho es que por más de 40 años recordaba con enorme nostalgia mi ejemplar. ¡Quería tenerlo otra vez entre mis manos!

Ya lo creía perdido para siempre hasta que una siesta un señor al cual yo no conocía llegó a mi casa en un Ford Falcón y se bajó con un sobre amarillo en la mano mientras me decía que me venía a devolver un libro que yo le había prestado. Mi desconcierto fue grande y le dije que eso era imposible porque yo no lo conocía. Me preguntó si yo era el escritor y ante mi respuesta afirmativa me dijo que abra el sobre. Cuando lo abro –él todavía afuera- enorme fue mi sorpresa: ¡Era mí querido libro impecable a pesar del paso de los años! Era del Punta y nos confundimos en un largo abrazo. Almorzamos y cenamos en casa recordando los viejos tiempos en Bahía Blanca.

Mi amigo falleció hace algunos años.

Hoy el viejo querido ejemplar en Tercera Edición y numerado por ser de tirada especial luce como el tesoro que en verdad es, en el anaquel preferido de mi biblioteca.

“Nadie puede comprender lo misterioso –dice Khayyám-. Nadie es capaz de ver lo que las apariencias ocultan. Todas nuestras moradas son provisorias, salvo la última: la de la tierra. ‘Bebe vino! ¡Basta de palabras vanas!

 

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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