De Bariloche a Viedma-El Cóndor por agua en kayak: “Lo mejor es la gente que hay en la ribera”

 

El kayakista Mathías Rinaldelli, del barrio Nahuel Hue, Bariloche, remó casi 900 kilómetros antes de llegar a su destino: el mar. De todas las experiencias que vivió, resaltó la calidad humana de la gente que conoció en las orillas del río Negro.

Si bien quedó pendiente el tramo Piedra del Águila – Neuquén, Rinaldelli considera que cumplió su objetivo de unir el Nahuel Huapi con el Mar Argentino por vía fluvial, a través del Limay, primero y del río Negro, después. El kayakista del barrio Nahuel Hue superó las expectativas que tenía antes de partir y, sobre todo, resaltó la calidad humana de la población ribereña con la que compartió las diversas instancias de su viaje.

El expedicionario partió de Bariloche algo más de un mes atrás y encalló su kayak en un banco de arena sobre el mar, el domingo último por la tarde. Con gran esfuerzo y peligro, siguió luego hacia el balneario El Cóndor, donde finalmente, coronó su hazaña. Si bien las fichas terminarán de caerle probablemente los próximos días, accedió a trazar un balance preliminar con El Cordillerano y lectores.

“Mi objetivo primario y deportivo, era llegar remando hasta el mar, así que eso se logró, pero vamos a aclarar que, desde la represa de Piedra del Águila, hasta Neuquén me levantaron”, admitió Rinaldelli. Prefectura Naval no consintió que siguiera a través de los embalses y represas. “Me fueron comentando que a casi todos los que han hecho este viaje, los han levantado ahí, porque es muy peligroso”.

Un vecino de la capital provincial, con quien el barilochense hizo buenas migas, ostenta la marca íntegra, en nada menos que tres oportunidades. “En Viedma está Javier Patiño, que, con un amigo, hizo todo el recorrido con kayaks de carrera, más livianos. Es la única persona que conozco que lo hizo. Los lugareños, prefectos y gendarmes con los que hablé, me confirmaron eso”, resaltó el barilochense.

De acuerdo a las premisas que se había fijado, la expedición 2022 “superó las expectativas que tenía. Lo mejor, y esto quiero que quede claro, es el material humano que hay en la ribera, la gente que me encontré. Puras buenas personas nomás”, subrayó. “No sé si es por la vibración en la que uno está en momentos como este o que la gente es así nomás. Gente criolla la mayoría, que vive en el campo, todas muy buenas personas”.

En efecto, “la calidad humana es lo que más resalto del viaje. Todo muy lindo con la flora y la fauna, pero lo que más me aportó fue la gente”, insistió Rinaldelli. “Tengo muy buena relación conmigo mismo, pero después de tanto taca, taca (de tanto remar), uno se vuelve loco por hablar con alguien”, admitió. “Eso ayuda a apreciar la compañía, las relaciones con la gente. Además, en la mayoría de los tramos, ni siquiera había señal de celular”, confió.

El viajero no pudo sustraerse al paisaje económico social de los sucesivos valles rionegrinos. “Imagínense como trabajan los de la fruta y los de la pera, que a las 6 de la tarde estaban entrando al turno noche, en medio del monte. Bajaron de un colectivo medio cachuzo, todos del Noroeste, que venían con sus ropas de trabajo. Después, en Viedma y en las grandes ciudades, son distintas las cosas”, describió.

En definitiva y como balance, “uno reaprende a valorar la compañía, a valorar mucho más al ser humano, porque después, cuando pasan los días en el monte, no te encontrás con nadie”, señaló. “No solamente por la necesidad de preguntar dónde estás, que te ayuden en algo o te asesoren, uno necesita el contacto humano. Cuando estás mucho tiempo solo, te das cuenta”, resaltó Rinaldelli.

Hasta la relación con la pandemia es distinta en las orillas alejadas del río Negro. “Otra cosa que vi: acá la gente no anda con celulares, los tienen, pero no los sacan. Y el covid no existe. Cuando llegaba a algún pueblo y la gente se ponía el barbijo, me llamaba la atención porque en la vida rural, no existe”, resaltó.

Como corolario, “me gustó recuperar la comunicación real, como eran las cosas antes. Las personas se toman su tiempo para conversar, hablar y no se distraen con la virtualidad. Fue como volver a la vida real, a la vida natural”, proclamó el kayakista. El martes tenía previsto emprender el retorno, pero en el transporte estándar de un ómnibus. Seguro que le resulta aburrido el periplo.

HABÍA PARTIDO UN MES ATRÁS DESDE EL NAHUEL HUAPI

|08/03/2022

Al borde de la deshidratación, pero Rinaldelli llegó al mar

Después de superar desentendimientos con Prefectura, un enfriamiento cercano a la hipotermia y el tedio de ciertos tramos monótonos, el vecino del Nahuel Hue desembarcó con su kayak en el balneario El Cóndor. Misión cumplida.

Cuando ya había coronado con éxito la misión que se había asignado, sobrevino el momento más difícil de la travesía para Mathías Rinaldelli: después de superar la boca del río Negro y adentrarse en el mar hasta un banco de arena, el viento Sur y cambios en la marea hicieron que el barilochense debiera invertir cuatro horas de remo para arribar al balneario El Cóndor. “Me empezó a dar deshidratación y no llegaba, no llegaba. Pero bueno, lo puedo contar”, confió el kayakista.

El expedicionario retomó el contacto con El Cordillerano casi un mes después de la última charla, cuando había pernoctado a la altura de Paso Chacabuco. En ese lapso pasó de todo: desentendimientos con Prefectura Naval que alteraron sus planes originales, avistamientos de jabalíes a orillas del río y el padecimiento de una intensa tormenta que colocó al viajero cerca de una hipotermia. Pero finalmente, logró su cometido: unir el Nahuel Huapi con el Atlántico.

El arribo a destino se produjo el último domingo, después de momentos muy difíciles. “Pasé la noche (del sábado) en medio del monte, en unas instalaciones de Aguas Rionegrinas (risas) y después, fue un novelón: a las 11 de la mañana llegué a la boca, al mar. Me metí bien adentro, hasta un banco de arena y todo muy lindo. Cuando quise ir para el balneario El Cóndor, entré a remar, pero me agarró viento sur, la marea en contra y fue dramático”.

Con la combinación de fuerzas adversas, “estuve cuatro horas remando, tratando de llegar y estuvo jodido”, admitió Rinaldelli. “Me empezó a dar deshidratación por el esfuerzo y no llegaba y no llegaba. Entre lo de Alicura, que también estuvo jodido y el chaparrón que me agarró, esto fue lejos, lo peor. Pero bueno, ahora estoy re tranquilo y lo puedo contar”, compartió el viajero, que prevé retornar a Bariloche el martes.

A pesar del cansancio, el kayakista accedió a relatar pormenores de su hazaña al cronista. Hay que compartir que después de perder contacto durante dos días con el navegante, Prefectura impidió que siguiera con sus planes más allá de la represa de Alicura. Rinaldelli aceptó la disposición de la fuerza de seguridad, pero lejos de cejar en su empeño, se propuso retomar la navegación, una vez superado el tramo del Limay que está jalonado por represas.

En consecuencia, “después del incidente en Piedra del Águila, un primo me llevó hasta Neuquén. Descansé dos días con familia y reanudé el viaje desde la isla Jordán. El primer día paré pasando (General) Roca, al día siguiente llegué hasta Villa Regina, pero siempre elegía parar en el monte. Después, estuve un camping muy buena onda, donde me hice amigo de la gente. Puros criollos, cazadores de jabalíes. Ahí empezó la ruta de los jabalíes”, dictaminó el viajero. Hasta chorizos de ese origen tuvo la suerte de comer.

También observó “muchas carpas. Saltan todo día por el río, cualquier cantidad e inmensas”. Después de Regina, “seguí el viaje, recolectando manzanas y peras, pero solo las necesarias”, aclaró. “Le seguí metiendo hasta Chelforó, después, Chimpay y en Choele Choel me enganchó otra vez Prefectura, pero todo bien. Me cagaron un poquito a pedos, pero me dejaron seguir. Ahí fue que me agarró la lluvia”, relató.

Fue la tormenta que hizo estragos en el Alto Valle, pero no provocó mayores inconvenientes en Bariloche. “Esa noche se mojó todo. No soy un improvisado ni lento para buscar refugio, pero llovió tanto que estaba todo mojado: la carpa, la bolsa de dormir… Al día siguiente, me puse el equipo de neoprene y pasando Pomona y por Colonia Josefa, zafé gracias a un tractorista. Me hizo pasar a la casa y ahí fue donde comí las mejores uvas de mi vida”, agradeció Rinaldelli, después de superar el enfriamiento.

“En General Conesa vi muchos campos quemados. A veces, tiran alambrado hasta el río, pero es para que el ganado no pase de un campo a otro. Francamente, siempre acampé donde me pareció y nunca nadie me dijo nada”, admitió el expedicionario. “Después me encontré con unos cebolleros: uno de Salta y otro de Santiago del Estero. La mayoría de los trabajadores rurales que encontré, eran norteños”, observó.

Entre pernoctes y remadas, “fui llegando hasta Frías y seguí hasta Sauce Blanco. Seguía viendo jabalíes con sus crías, nutrias, choiques, flamencos rosados, cotorrones y zorros, que son re hinchapelotas”, criticó el navegante. “Casi al final del periplo, en San Javier, me hice amigo de un viejo, otro gaucho que vende cuchillos y anda viajando con su camioneta. El camino se ponía tedioso a veces, pero había que seguir remando”.

El sábado último, Rinaldelli llegó a Viedma. “Vi lobos marinos y ya había que jugar con la correntada: seis horas a favor y seis en contra. Me recibió muy bien la gente del Club Náutico La Ribera”. El día final del viaje fue el más tremendo. El vecino del Nahuel Hue utilizó una frase muy contundente para expresar que realmente, se asustó. “Pero acá estoy, vivito y coleando”, celebró. Nadie podrá quitarle lo bailado.

Texto: Adrián Moyano

Aclaración: Se trata de dos notas, difundidas el 8 de este mes en el diario barilochense El Cordillerano

 

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