Oscar Payaguala, tehuelche de pura cepa, habla de grandes caciques y del pueblo Ahonikenk

 

Oscar Payaguala, cantor popular reconocido en el mundo, escritor, conferencista, compositor, periodista, anda por la vida con la humildad que lo caracteriza. Más de 40 compactos y varios libros hablan de su incansable trabajo de promoción de la cultura patagónica. Ha cantado con los grandes de nuestra música, ganado un Martín Fierro y actuado con gran éxito en Francia y en toda Europa. Es mi amigo y quién ha tenido la enorme gentileza de ponerle música a mis letras y hacerlas canción.

En su libro “Anunk”, que tuve el privilegio de prologar, Payaguala habla de los grandes caciques y del pueblo Aonikenk, de su cultura y de sus vicisitudes.

Dice Oscar: “Así como a todos los abuelos nos hablaban del pasado, de las historias de tiempos antiguos, los grandes caciques o gomekin de la época más dura para el pueblo tehuelche, transitado el dolor que significó semejante conquista salvaje, tantas muertes, el desarraigo, la dispersión de las familias la pérdida de los territorios que implicó la desaparición de la misma forma de vida, los nombres de quienes fueron protagonistas se convirtieron en parte de la memoria colectiva y sus luchas, sus habilidades y destrezas, pasaron a formar parte de la memoria y la nostalgia y de ellos se continua hablando con presencia, casi como de contemporáneos conocidos”.

“Los nombres de Casimiro. Orkeke, Sayhueque, Shakmat, Foyel, Chiquichano, Inacayal,  la China María o Iona, Shakmat-Payaguala, las dos mujeres que fueron jefas, adquirieron otros significados. Unos se han transformado en símbolo de lealtad y de palabra, de otros, se rememora el conocimiento profundo que tenían de sus extensos dominios, los conocimientos de medicina y del alma humana junto a la capacidad de liderazgo de las dos sabias mujeres son sus distintivos y el valor es una constante de todos ellos, la facilidad de diálogo o negociación marca otras capacidades y el respeto y la afabilidad van en simultaneo  con triunfos en grandes batallas  o la dignidad en las derrotas”.

“La empatía y la curiosidad propia  del carácter de nuestros ancestros, que no solamente nosotros definimos como “mansos y tranquilos”, no hace ver hoy con mucho dolor, cuan diferentes podrían haber sido las vidas de todos si el encuentro cultural con otras gentes y formas de vida y muy especialmente  el Estado argentino, hubieran tenido otros valores en aquel momento”.

“Cuanta sangra derramada y cuantas lágrimas se hubieran evitado si todos los  que llegaron a éstas, las tierras que nos pertenecieron por derecho propio durante miles de años, hubieran tenido similar disposición de aquellos que llegaron desde Gales buscando una nueva vida, sin la codicia y la ambición que determinó a otros”.

“Y ya que hablamos de esos años lejanos y cuando sabemos que hay gente comprometida por hallar la verdad escondida entre leyendas de fogones, hagamos algo impensado en los tehuelches: rompamos silencios”.

“Sobre mi gente han corrido ríos de tinta, se han dicho miles de palabras, se habla, se canta, se dice… desde el ayer y desde el hoy. Y sin embargo, mis paisanos permanecieron y permaneces en silencio”.

“Es parte del carácter, de la idiosincrasia…de las vivencias…del sufrimiento, de la vida en un clima duro en una extensa tierra que se recorría a pie o a caballo, acostumbrados todos a una vida frugal, con pocas posesiones, que son más lastre que riqueza para quienes no desean permanecer anclados a un solo lugar pero dueños del espíritu de libertad”.

“De alguna manera, nuestros mayores, que vivieron tantos cambios, tantos momentos convulsionados, , que vieron enfrentada su forma de vida y combatidos en tantos frentes que no podían entender tanta maldad, no solamente no estaban en tiempos de contar su verdad ni siquiera había oídos dispuestos a escuchar”.

“Después, nuestros abuelos o nuestros padres y hasta nosotros mismos, hemos continuado callando”.

“Hemos escuchado que no existíamos más, hemos ido a colegios donde asistimos impávidos a falseadas clases de historia donde nos confunden con otros o nos despojan de nuestra cultura o nos mal interpretan en nuestras acciones”.

“Y seguíamos callados. Y el silencio, irónicamente, se hizo cómplice del despojo…de las tierras, de la lengua, de historias, de verdades. Pero ya a esta altura, nuestro silencio no era producto del carácter sino síntoma de vergüenza ajena”.

“Estábamos y estamos, esperando que “los habladores de todo y sobre todo” repiensen actitudes, dejen de inventar una historia hecha a medida e incorporen un valor que para el pueblo Aonikenk era supremo: el respeto. Por el otro, por los animales, por el viento. La tierra y las aguas, por los iguales y por los diferentes”.

Creemos tener algunos derechos. Los hemos ganado con 13.000 años de presencia en estas tierras”.

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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