Mateo Banks, primer asesino serial del país, mató a su familia. En Río Negro analizan caso

Descendiente de una familia irlandesa, que había llegado al país en 1862 para instalarse  en Chascomús como tantos europeos buscando un futuro que su tierra les negaba. A poco de llegar a nuestra tierra, la familia se radicó en la zona de Azul (provincia de Buenos Aires), donde adquirió prestigio.

Mateo fue el cuarto de siete hermanos y una figura importante dentro de la comunidad, especialmente en el ámbito religioso donde era el encargado de portar “el palio” en las procesiones y también presidente de la Liga Popular Católica, llegó a ocupar un cargo en el Consejo Escolar, socio del Jockey Club y varias ligas de beneficencia.

Fue vicecónsul de Gran Bretaña, representante en la provincia de Buenos Aires de la fábrica de automotores Studebaker y contrajo matrimonio con una mujer de la sociedad, Máxima Gainza.

Tanto Mateo como sus hermanos lograron una muy buena posición económica, ocupándose de administrar campos propios y también de otros inmigrantes y era voz populi la habilidad de Mateo para la realización o concreción de negocios.

Como consecuencia del buen manejo de las finanzas propias, en las estancias “La Buena Suerte” y  “El Trébol”, como también las de los vecinos que tenían a su cargo, habían logrado la confianza de los pobladores, ayudados además por el carisma de Mateo.

Toda la comunidad de Azul respetaba a Mateo como al resto de sus hermanos, ya que no les conocían acciones o maniobras que despertara sospecha alguna, incluso no se conocía que  frecuentaran bares o boliches del pueblo y se comentaba asimismo que Mateo era abstemio.

Sin que muchos lo advirtieran, Mateo ingresó en un terreno peligroso y a tener dificultades económicas, que lo obligaron a vender algunos de sus activos a sus hermanos. Los problemas continuaban y Mateo, al no hallar soluciones adecuadas, comenzó a transitar por caminos equivocados y en la desesperación enajeno un número importante de hacienda perteneciente a su hermano Dionisio a quien le falsifico la firma para poder realizar la operación. También falsificó la firma de sus hermanos socios para obtener créditos importantes en Bancos y sociedades.

A pesar de apropiarse de una importante cantidad de dinero, Mateo no logró emparejar sus cuentas, ni saldar las deudas que lo acuciaban y que posteriormente se conoció eran productos del juego, actividad desconocida del hombre que había logrado respeto, prestigio y estima de parte de la población.

Al verse acorralado por las pérdidas de sus bienes y amenazado por las abultadas deudas que mantenía, pergeñó un plan que contemplaba una perversa y demoníaca acción, como la eliminación de toda su familia y apoderarse de los bienes de la sociedad.

Fue así que el día 18 de abril de 1922 en la estancia “La Buena Suerte” poco después del mediodía dio comienzo con la ejecución de su macabra  obra.

El primer eliminado fue su hermano Dionisio al que le descerrajó un balazo de Winchester por la espalda y se aseguró de su muerte con un segundo disparo. En el lugar se encontraba la hija de Dionisio, Sara, de 12 años, que fue testigo del hecho, por lo que Mateo la persiguió le dio un culetazo en la cabeza con su arma y tras arrojarla a una zanja  la asesinó de dos balazos.

Mateo permaneció en la casa hasta las últimas horas de la tarde hasta que llegó uno de los peones  de nombre, según algunas fuentes, Juan Gaitán y otras afirman que su apellido era Illescas.  Lo cierto es que cuando este se disponía a dejar el sulky en el que había llegado, el asesino lo sorprendió con un disparo que le causó la muerte inmediata.

En ese mismo vehículo, Mateo Banks se dirigió al otro campo de la familia, “El Trébol” y le pidió a otro peón, Claudio Loiza que lo acompañara a “La Buena Suerte” y lo ayudara a atender a su hermano Dionisio que se encontraba enfermo. Todos los argumentos resultaron solo un ardid ya que a medio camino le pidió a Loiza que bajara para alcanzarle un rebenque que se le había caído y cuando este bajó del sulky recibió también un impacto de bala y murió de inmediato.

Tras esconder el cadáver en un pastizal regreso al “Trébol”, donde residían sus hermanos  María Ana y Miguel,  la mujer de este Juana Dillon, y sus  hijas Cecilia y Anita de 15 y 5 años, respectivamente.

Luego de la cena, nuevamente con el argumento de la enfermedad de Dionisio, convenció a su hermana María Ana de ir hasta “La Buena Suerte” para enterarse sobre la salud de Dionisio y comprobar su estado. En realidad se trataba de nuevas excusas para proseguir con su itinerario  asesino.

Cuando habían recorrido unos pocos kilómetros, Mateo sumó la muerte de su hermana al raid demencial y se deshizo del cuerpo arrojándolo a la vera del camino. Retorno a la estancia “La Buena Suerte” y solicitó a Juana, la esposa de su hermano Miguel, que le preparara una taza de té. Cuando ésta había cumplido con el pedido, Mateo la mató de un tiro en el pecho y se dirigió a la habitación donde Miguel continuaba en su cama por no sentirse bien, pero al escuchar el disparo intentó incorporarse.

En ese momento, Mateo ingresó a la habitación con el arma en la mano y disparó contra su hermano Miguel hiriéndolo de muerte con el balazo que le dio en el cuello, al tiempo que confundido este y a modo de pregunta, antes de morir expreso; se te escapó un tiro?

Sin perder tiempo y dando continuidad a su marcha asesina ingresó en la habitación de las niñas y completó las muertes con la joven Cecilia. Seguidamente alzó a las dos chiquitas,  Anita la más pequeña de sus sobrinas y María Ercilia Gaitán, hija del peón y las encerró en otra habitación.

Antes del amanecer, Mateo se dirigió a la casa del Dr. Rafael Marquestau en Azul y en la continuidad de su estrategia contó su historia.  Dijo que los dos peones, Loiza y Gaitán habían asesinado a toda su familia, que él los enfrentó y en defensa propia los había ultimado.

Posteriormente avisaron del hecho a la Policía y el comisario Luis Bidonde se hizo cargo de la investigación.  Guiados por Mateo fueron recorriendo ambos establecimientos, observando distintos detalles y por supuesto los cuerpos de las víctimas, además de escuchar la versión inventada por Mateo respecto a cómo habían sucedido los crímenes.

Delante de sus familiares muertos, ante el Dr. Marquestau y el comisario Bidonde, Mateo mantenía sus dichos, aunque en varias ocasiones se quebró en llanto, situación que se repitió cuando en una habitación encontraron a las únicas dos sobrevivientes de la matanza, su sobrina Anita de 3 años, hija de su hermano Miguel y Maria Ercilia Gaitán de 4 hija del peón Juan Gaitán.

El comisario Bidonde dio intervención a la Justicia, por lo que el juez Gualberto Illescas le tomó declaración en la que Banks repitió su versión, aunque ante el magistrado, que conocía su adicción al juego, el no cumplimiento con el pago de sus deudas, llevar una vida de gastos superior a sus ingresos y de sus falsificaciones  de activos para lograr créditos, comenzó a acorralarlo con sus preguntas.

Fue entonces cuando Mateo Banks se sintió cercado y abrumado por evidencias, reconoció haber contratado a los peones Gaitán y Loiza para que eliminen a sus hermanos Dionisio y Miguel  por el pago de mil pesos y que estos se habían extralimitado matando al resto de la familia, por lo que exigían ahora mil pesos por cada víctima.

Aceptaba entonces que mantuvo una disputa con  los peones y tuvo que matarlos.

De tal manera, pasó en muy pocas horas a ser el principal sospechoso y doblegado por las evidencias reconoció la culpabilidad de los que muchos  sostienen  – primer asesinato serial – ocurrido en el país.

Condenado a prisión perpetua, que en ese entonces era de 25 años, pasó un tiempo en la cárcel de Sierra Chica y luego enviado al penal de Ushuaia, donde entre otros presos conocidos o famosos, estaba Cayetano Santos Godino, conocido como “el Petiso Orejudo”.

Cumplida la pena, una versión indica que se radicó en Buenos Aires, cambió su nombre y trabajó como corredor de comercio, en tanto   otra, afirma que  se  alojó  en el Hotel Ambasador, que en realidad se trataba de una modesta pensión  y en su primer día y cuando  se preparaba para disfrutar de la noche porteña decidió darse un baño.  No pudo lograrlo, porque informaciones de la época dicen que resbaló, golpeó su cabeza en el borde de la bañera y perdió su vida.

Texto: Eduardo Reyes, periodista y escritor de Viedma

 

 

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