La muerte no puede con Los Inmortales. “Traspasar su puerta es entrar en otra dimensión”

 

Jorge Luis Borges supo acuñar una frase maravillosa que ya forma parte del imaginario popular de los argentinos. Como digresión debemos decir que las mejores páginas de nuestro escritor se encuentran en sus versos “Para las seis cuerdas”, poblados de orilleros (que Borges admiraba), aljibes con tortugas en el fondo, zaguanes, cercos de cina-cina, aroma de glicinas, almacenes crepusculares, entreveros y brillo de cuchillos.

La frase a la que me refiero encierra mucho de filosofía, no de la académica o libresca, sino filosofía de la vida y de los avatares que nos depara a los pobres hombrecitos que transitamos este valle de lágrimas. Dice Borges que “morir es una costumbre que suele tener la gente”.  Y razón tiene.

El gran escritor y Premio Nobel Gabriel García Márquez en esa pequeña obra maestra de la literatura hispanoamericana que lleva por título “El coronel no tiene quien le escriba”, cuenta sobre la famosa respuesta que le dio al anciano coronel el jefe de la estafeta de correos cuando éste le dijo que venía a percibir los haberes de su pensión de guerra que le tenía que llegar con seguridad. Le respondió con otra frase para la posteridad y que no es una verdad de Perogrullo de ninguna forma sino una toma de conciencia sobre ella: la muerte, el tanatos de los griegos: -“Lo único que llega con seguridad es la muerte, Coronel”. Yo digo que debemos saberla esperar, porque de alguna forma ejerce su justicia implacable igualitaria al acaecernos a todos los mortales.

Mi amigo, el escritor, herrero y motoquero Jorge Íncola, radicado desde hace muchos años en el balneario de Las Grutas, conversando sobre esta metafísica de la muerte, asado por medio, me dejó un texto de su autoría titulado “Bar Los Inmortales”.

El lector que suele viajar a Buenos Aires, preferentemente para hacer turismo y pasar horas de ocio en los lugares tradicionales de ciudad, conoce, porque ha estado, el tradicional y porteño hasta la médula bar “Los Inmortales”.

Traspasar su puerta es entrar en otra dimensión como en un cuento fantástico de Bioy Casares y, de paso, yantar una buena pizza con faina y un vaso de moscato como debe ser. Pero mucho cuidado, ella, la parca, con guadaña y todo, anda rondando sus mesas.

Cuenta Jorge: “Ese día, estaba sentado en la mesa de siempre, tranqui, sova de totín, sifón y manducando unos Manises salados. Con todo el tiempo y piolamente instalado”.

“Escuché abrirse la puerta y miré, la vi entrar, juné pal  mostrador y el yollega no estaba. Ella tenía el pelo colorado, linda, piel blanca, algunas pecas en los lugares justos, ojos verdes, jun verde que trae paz. Vestido de color negro ajustado al cuerpo, un cuerpo feten feten, que cualquiera se mandaría sin pensarlo. Es más, si la cosa viniera de otra manera me propondría para hacerle un servis completo, pero encaró pa mi mesa”.

“Apareció el yollega del lado de los baños con una escoba en la mano. La vio y se puso loco, la caripela roja con  los ojos salidos, empezó a putearla diciéndole que se raje ya. Todo esto distrajo a la colorada que sin tiempo a nada se vio con el yollega al lado, gritándole y  cagándola a escobazos, mientras la empujaba pa fuera”.

“Yo, tranqui. No era la primera vez que pasaba algo así. La parca, evidentemente, con el tiempo y los fracasos anteriores iba afinando el sistema. ¡Estaba muy buena la colorada!

“El yollega volvió de afuera, dando un  portazo y escoba en mano, mientras chamullando como pa él mismo, aunque en voz alta –lo escuché claramente- decía: -“Joder con esta mierda, ¿Cuándo coños va a prender el significado del nombre del Bar?”.

“Antes que el yollega vuelva a desaparecer le pedí otro platito de manises, novi y soda no porque tenía”.

Pregunto: ¿No sabía la muerte que adentro de Los Inmortales jamás podría cumplir con  su lúgubre trabajo? Pero, turista desaprensivo, al salir del mismo miré bien para los cuatro costados, no sea que ella no esté esperando. Y ojo: es paciente, porque tiempo le sobra.

 

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

Río Negro 

 

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