Volver a casa, que sigue siendo el lugar seguro en el que nos cuidamos


Cuando éramos chicos, volvíamos a casa después de jugar en la vereda, en el barrio o después de salir a andar en bici por ahí. Volvíamos a casa a tomar la leche, a bañarnos, a ver a nuestros hermanos, a nuestros papás. Volvíamos al lugar al que pertenecíamos.
Después, los que se iban a estudiar, volvían a casa en las vacaciones, o cuando extrañaban mucho, en los fines de semana largo y si eso era posible. 

Más tarde, los que se casaban o independizaban volvían a casa (porque siempre se llama casa esa casa original en la que crecimos) a visitar los viejos, a ver en qué se habían convertido las habitaciones que solían usar, a mirar los recuerdos, a ver si quedaron marcas en los marcos de la puertas que delaten la estatura que tuvieron en ese lugar, a sentarse en el patio a recordar.

Volver a casa era una actividad con entrada y salida. 
Volvíamos porque nos habíamos ido. Salíamos para volver a entrar. 


Pero estar en casa, como estamos desde el 20 de marzo, eso es distinto.
La casa sigue siendo el lugar seguro en el que nos cuidamos y cuidamos a los que queremos. Pero nuestra relación con ella ha cambiado. La hemos transformado en el lugar en el que estudiamos, trabajamos, convivimos las 24 horas. El living no sirve para recibir a las visitas (como les gustaba a nuestras abuelas) porque no hay visitas. La compu puede quedar plantada en esa mesita porque allí la vamos a usar mañana, y pasado, y tras pasado también. La puerta de entrada puede ser un muestrario de zapatos que usamos para salir a a calle. Las habitaciones no son lugares exclusivos para dormir o tirarse a leer; también son el  reducido espacio para hacer la clase de gimnasia; para hacer el curso de cine; o para intentar meditar en paz. 
No volvemos a casa como volvíamos antes. Volvemos con la inquietud de sacarnos de encima cualquier rastro de virus que se nos pueda haber pegado afuera, apurados por lavarnos mucho las manos, sacarnos el barbijo rociar con alcohol las llaves, el celular, las compras. Volvemos a casa con ansiedad, sabiendo que es el único lugar en el que podemos respirar a nuestras anchas y hablarle de frente al que tenemos en frente.  

La casa se volvió funcional a los tiempos pandémicos. Adquirió la forma y el orden o desorden de nuestras rutinas. 

Quién sabe si cuando todo esto pase seguiremos pensando en nuestras casas como las pensábamos antes de la pandemia. O si también ellas pasarán a convertirse en “las casas de la nueva normalidad”, con dispositivos de alcohol en gel a la entrada, y todo lo que nos imponga este mundo recién estrenado. 

Quién sabe..
Pero estos días, en los que la realidad da muestras de estar llegando a un límite triste, en el que escuchamos a los médicos y personal de salud hablar del agotamiento, decir que se sienten abandonados, y reclamarnos que nos cuidemos, volver a casa parece seguir siendo un sabio y respetuoso consejo. 


Cuidate mucho. Cuidémonos mucho. Por los que queremos, por nosotros, y por todos los que trabajan para cuidarnos. 
 

Texto: redacción central del diario Río Negro

Foto: General Roca, Río Negro

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