Valcheta y las cosas que se perdieron en el tiempo y otras que perduran

Las cosas, las importantes y otras a veces insignificantes, pero que perduran en el tiempo y a veces en nuestros recuerdos y que las miramos con cierta nostalgia y a veces con una sonrisa en los labios. Importantes o no, ocupan un lugar en nuestras vidas, compañeras de lo cotidiano y algunas muy queridas que guardamos en el corazón.

¿Dónde estarán, en qué lugar irán las cosas perdidas? ¿Encontraremos esa llave extraviada, aquella carta, ese cuchillo?

Yo me pregunto ¿Dónde estará la cocina económica del Hotel Marón? ¿Y la maquinita de pasar cine de Yahuel Mortada? ¿Dónde habrá quedado el sombrero de don Yungue? ¿Y la bicicleta que don Ángel Bellini manejaba sin poner las manos en el manubrio?  ¿En qué cielos estará el loro de la Tota Tissot, verdadero personaje de Valcheta, arregladora de radiadores?

Otras aún perduran con toda la magia del ayer: El surtidor a manija de don Jacinto Direne, el balcón de la casona del Dr. Raúl P. Fernícola, el chalet con forma de castillo que fue del maestro Villacorta y después de Julián Asconapé, la casa antigua de Lucía Scandroglio.

¿Dónde se habrá quedado el tinglado de chapas del ferrocarril cercano a la bomba de agua y dónde aquel tren aguatero con Patussi su bombero? ¿Dónde estarán aquellos zapallos de Chopí Valentini que en su cascara decían Valcheta? ¿Dónde se escuchará la vieja radio que tenía mi padre? ¿Y su pangaré gargantilla? ¿Y aquellos los caballos pura sangre de Sitrinitti? ¿Y el Bomba, el Churrinche, la Muñeca brava y el Barredor? ¿En qué fotografía habrá quedado atrapado el pino seco con otro pino verde en el medio que estaba en una esquina del Hospital? ¿Y el viejo almacén El Maragato? ¿En qué caminos se habrá quedado el viejo Chevrolet amarillo de Villa Virginia?

¿Dónde estará el papagayo y los tarros de leche de los Voltolini? ¿Y aquel auto armado por don Ángel Bellini? ¿Esperando qué parroquianos a caballo está el palenque de un tronco petrificado del viejo Hotel de Rada?

¿Dónde se habrá ido la pista del recreativo? ¿Y la Tablita? ¿Y Play Boy? ¿Por dónde andará la Estanciera de don Lázaro y la del agrimensor Máximo Mirovsky? ¿Y el viejo equipo de radio de la Parroquia Nuestra Señora de Luján?

¿Queda algo de la antigua herrería de los Berbel? ¿Seguirá tapera la casa de don Jatar Seitune que construyó mi padre? ¿Y del avestruz de Rubén Lorca que acompañaba a don Riquelme quién se acuerda?

¿Dónde estarán aquellos bares como “La Estrella Argentina”, el de Geofroy, el de Mussi, el “Copetín al Paso”, el bar y hospedaje de don Manuel Gattoni, y tantos otros? ¿En qué lugar se encontrarán los porrones de ginebra y las botellas del anís “Flor de Siria? ¿Y la fábrica de tomates al natural de don Andrés Lorca?

¿Y el maletín del doctor Fernícola con el que salía con su auto Dodge Polara? ¿Quedan todavía libros de doña Josefina Arce de Ballor?

¿Y aquel sombrero que usaba Romero cuando trajinaba las calles del pueblo? ¿Dónde están las panaderías con horno a leña? ¿Y la yapa en caramelos que daban en los negocios? ¿Y la rastra de oro de Tatita Pailemán? ¿Y las tallas en piedra de Cabral? ¿Y las instalaciones de la planta procesadora de fluorita? ¿Y los clubes? ¿Y el libanés?

Todo pasa, todo se va, pero perdura en el recuerdo.

Supo decir Jorge Luis Borges en uno de sus poemas que las cosas “Nos sirven como tácitos esclavos/ ciegas y extrañamente sigilosas/ durarán más allá de nuestro olvido/ no sabrá nunca que nos hemos ido”.

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

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