Crónica con dolor. La Argentina es un país decadente, porque perdió los valores morales

 

“La Patria –decía el poeta José María Castiñeira de Dios- es un dolor que nunca cesa”. Y hay crónicas que se escriben con dolor.

La Argentina es un país decadente porque se han perdido en el tiempo los valores morales que alguna vez nos llevaron a ser una gran Nación.

“No hay nada que buscar por el lado de la economía ni de la política ni de la sociología. Aquí se quebró algo en lo profundo. Se acabó la callada dignidad de los argentinos bien nacidos. Se fue extinguiendo el resplandor ético, perdimos la brújula metafísica y nos quedamos sin el sentido de destino común, Ya no habitamos todos en la misma casa. Somos un hormiguero en dispersión”.

Desde hace muchos años –muchos gobiernos pasaron por el poder- el Estado tiene una deuda enorme con la ciudadanía.

Y cada vez hay más sectores excluidos aún en sus mínimas necesidades. La educación bastardeada desde todos los sectores (y siempre la culpa la tienen los otros: los padres, los gremios, el gobierno y se pierde el tiempo en mesas de opinadores de circunstancia donde se grita más que lo que se aporta en soluciones.

Falta esa argamasa que en tiempos mejores nos hizo sentir orgullosos de lo que somos. Ahora –grieta de por medio- estamos fragmentados y enfrentándonos entre hermanos. Ya no hay argentinos, porque todo se relativiza y descalifica: ahora hay provincianos, porteños, mapuches, guaraníes, villeros.

Ya no se dialoga. La gente no se entiende con la gente. Se hablan lenguajes diferentes como en una gran babel de interés contrapuestos.

Los sucesivos presupuestos del Estado Nacional año a año traen recortes y ajustes en las áreas más sensibles: educación, seguridad, fuerzas armadas, cultura, previsión social, salud pública… Y así estamos.

Ambulantes en un país sin destino. Las aparcerías políticas de sector tienen más fuerza que las ideas motrices para poner de pie a un País enclenque y postrado.

¿Quién se hace responsable de los muertos por el Estado? Tragedias por el escaso presupuesto, a pesar de la carga impositiva que nunca va para mejorar los servicios sino para paliar el déficit del gasto público en burocracias improductivas (trenes, rutas en malas condiciones, submarinos viejos, represiones salvajes, jubilados sin remedios ni atención, víctimas de la inseguridad, de la droga, de la marginación.

Argentina es un dolor que nunca cesa. Peleas donde todos quieren tener la razón pero casi nadie aporta con propuestas para mejorar el funcionamiento de las instituciones, al contrario solo se ofuscan y gritan acallando la voz del otro.

La Justicia también tiene una deuda enorme con los ciudadanos. Siempre tarde y condicionada por el poder político del momento.

Esta crónica duele porque está escrita acompañando el duelo de los marinos desaparecidos y porque un joven de 22 años ha sido ultimado por la espalda en un operativo de las fuerzas de seguridad.

Falta el diálogo, falta el entendimiento, Y se ha perdido ese concepto básico y moral supremo que debe contemplar irrestrictamente la sacralidad del hombre.

Nadie tiene derecho a matar a nadie. Sea quien fuere: ni al policía que patrulla las calles ni al que está reclamando. Nada debe estar por encima de la Constitución y las leyes.

Las fuerzas armadas de la Nación deben recuperar la función específica para la que fueron creadas y para disipar los grupos radicalizados o no que interrumpen con sus reclamos, primero se debe dialogar con la intermediación de la justicia y si no hay más remedio se debe crear y capacitar una brigada antidisturbios, como tienen todos los países civilizados del mundo. Las ramas no se deben utilizar impunemente porque la violencia solo trae más violencia.

Solo nos resta orar al Señor por un país mejor y donde la paz sea su principal patrimonio.

 

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

 

 

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