Una historia de amor. Emotivo relato de Oscar Sarhan

 

Los pueblos de la Región Sur de Río Negro tienen estas cosas: pobladores que luchan contra todas las inclemencias; gente de mano fraterna y solidaria; historias y anécdotas de los viejos pobladores y hasta hermosas y emotivas historias de amor que nacieron bajo este cielo estrellado de nuestra querida Patagonia.

El amigo y escritor Oscar Sarhan cuenta una de esas historias que tuvo como protagonistas a sus padres.

Para ubicarnos en lugar y tiempo debemos acotar que en aquellos años casi fundacionales la división entre las clases sociales estaba muy marcada. Los provincianos pobres del norte generalmente recalaban en algunos de los barrios, al igual que los en aquel tiempo llamados “paisanos” que si no fuera por el tono despectivo es un verdadero orgullo “llevar el país” adentro. Y las más “blancos”, de una posición económica más acomodada, asentaban sus reales en el llamado “centro”.

Y en Valcheta solía pasar algo similar a lo que cuenta Oscar. En la pista de baile al aire libre del “Recreativo” las mesas y lugares estaban divididos en dos clases sociales por una línea no tan imaginaria: la gente paqueta de buen vestir con traje, zapatos mocasines y buenos vestidos las mujeres de un lado. Y al otro los hombres de bombacha de campo, alpargatas, pañuelo de cuello con vestidos humildes las féminas, al otro lado.

El amigo y cantautor Rubén “Tatano” Lucero en uno de sus más celebrados temas glosa aquellos bailes tan recordados, donde tantas parejas se formaron.

Dice Oscar “Cuentan mis padres que en los bailes de antaño, en su pueblo, Ramos Mexía, en la Línea Sur de Río Negro, las clases sociales estaban divididas por una soguita que delimitaba el lugar de las mesas. Los hijos de los inmigrantes, “altos y blancos”, en este caso mi padre, hijo de libaneses, solían bailar de un lado, mientras que los descendientes de los paisanos, mi madre, lo hacían del otro.

Mi papá burlaba la soga de un salto y venía a buscar a papá. Allí fundaban el espacio propio. Ese lugar de miradas y risas donde no entraba nadie más que ellos. Para la época y la región este amor no era bien visto. Por lo que un día, en una pequeña reunión de seres queridos, dijeron que esa misma noche se marcharían. Cargaron sus cosas en la camioneta y se fueron para no volver más.

La luna de miel los acompañó por toda la Patagonia, hasta Ushuaia. Cruzaron el estrecho furioso, visitaron barracas de lana, estancias, pueblos y playas desconocidas. Llegaron hasta donde se esconde el viento, donde dormita la lluvia.

Ya por esos lares, pensaron en Bariloche, y frente al cruce de El Chocón, decidieron entrar a pasar la noche, y se quedaron trece años. Allí nacimos mi hermano y yo.

Hace cincuenta años que están juntos, y lo cierto es que nunca se casaron. Aun hoy cuando les preguntan por qué no lo hicieron, responden que “todavía están probándose”.

Algunos años atrás, vinieron a verme a París. Recuerdo una tarde en que andábamos caminando y nos acercamos a un carrusel. De pronto, un vals sonó a puro acordeón. Juro que vi el amor. Estaba ahí. Otra vez bailando los dos”.

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

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