El Cerro de los Siete Colores de Jujuy: “¿Una obra de la naturaleza o lo originó una leyenda?”

Es sabido que existe en el mundo entero infinidad de formaciones naturales que han sido moldeadas a través del tiempo por la acción del viento la lluvia y todo tipo de fenómenos naturales, que se han convertido en atractivos centros de turismo y, por lo tanto, visitados por verdaderas multitudes.

Por tal razón, los gobernantes de esas jurisdicciones han aprovechado para dotar a esos lugares de la infraestructura necesaria  y convertir la región donde se ubican en interesantes centros recreativos, cuyo atractivo mayor lo constituye el elemento que la naturaleza creó.

No obstante, en muchos casos el imaginario popular convierte aquel hecho natural en interesante “leyenda”, que como suele suceder perdura a través de tiempo, debido a las narraciones que los mayores van contando a las nuevas generaciones.

De tal forma, la leyenda suma y aporta a la belleza que la naturaleza nos brinda generosamente, una historia que aporta la cuota de romanticismo y misterio que revalorizala obra natural, tan  admirada.

El Cerro de los Siete Colores existente en Pumamarca, Jujuy, cuenta con una gran cantidad de  otras formaciones, que atravesaron procesos naturales de millones de años y que tienen una explicación geológica; sin embargo se conocen también leyendas que tratan de ofrecernos otras razones sobre su origen. A la leyenda que nos vamos a referir seguidamente, que obviamente contiene su justificación fantástica, ha permanecido a través del tiempo entre los pobladores de la localidad Jujeña.

De acuerdo a la narración que repiten desde hace mucho tiempo los habitantes del lugar y dicen haberla escuchado de sus mayores, ésta nació a raíz que la mayoría, si bien destacaban el paisaje que ofrecía el Cerro, gran parte de sus habitantes manifestaban que este siempre se veía con un color demasiado apagado.

Como esa expresión se había tornado en algo demasiado cotidiano, un grupo de niños del lugar preguntó a sus padres qué podrían hacer ellos para lograr que el paisaje ofreciera una vista más alegre.

Se cuenta que los progenitores de los niños no tuvieron respuestas, por lo que los jóvenes encontraron y decidieron  una solución y para ello lograron reunir pintura de siete colores distintos y durante siete noches se subieron al Cerro y lo pintaron con los colores que habían conseguido.

Agrega entonces la leyenda que a la séptima noche, los mayores despertaron y observaron que sus hijos no estaban en la casa.

De inmediato, los padres salieron en la búsqueda de los jóvenes, acompañados por los vecinos, quienes se manifestaban extrañados y sobresaltados ante la ausencia de los niños del pueblo.

Añade el relato que los padres en la recorrida se dirigieron hacia el Cerro y para sorpresa de todos, los vecinos observaron que el mismo, al que siempre observaban apagado, sin colores, se lo veía ahora hermoso, pintado con los siete colores que desde entonces le dio la alegría que le faltaba y el nombre con el que comenzó a ser conocido.

Sostiene asimismo el relato que la vistosidad y alegría que adquirió el  Cerro no solo alegra el paisaje, sino que esa misma sensación se trasladó a los vecinos que desde entonces disfrutan la belleza que distingue a la región, como consecuencia de un paisaje tan admirado por quienes constantemente se acercan al lugar para admirar tanta belleza.

Texto: Eduardo Reyes, escritor y periodista de Viedma

Las Grutas  –  Río Negro

 

 

 

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