Los espejos malditos. Si se rompen ¿traen siete años de mala suerte?

Hay que tener sumo cuidado con los espejos. Tienen algo de misterioso y a su vez de tétrico. En su luna se enseñorean a destajo los fantasmas y hasta se aparecen siluetas de personas ya fallecidas. Son temidos tal vez por esa facultad que decía Jorge Luis Borges de multiplicar las cosas hasta el infinito, cualidad exclusiva de los dioses. El laberinto, las bibliotecas y los espejos eran los temas preferidos y recurrentes de nuestro gran escritor. Y no solamente de él sino de muchos otros artistas, entre los cuales podríamos citar a Adolfo Bioy Casares, Oscar Wilde, por solo citar a algunos.

Hay casos muy curiosos donde un espejo embrujado al reflejar un rostro les roba, ante el estupor y el espanto del que se mira, un ojo, la boca, la nariz o una oreja. O se ven, si son jóvenes, viejos y decrépitos. Potros sostienen que hay espejos que son puertas a otra dimensión, o a otros mundos desconocidos.

Bioy Casares en su libro “La invención de Morel” imagina una máquina que reproduce como los espejos de armarios una realidad atroz que hay que temer, que es inquietante y amenazante.

La superstición asegura que romper un espejo trae siete años de mala suerte. Otra muy difundida sobre todo en Europa afirma que verse en un espejo a la luz de una vela es llamar a la desgracia.

¿Cuántas féminas se habrán preguntado: “espejo, espejito, quién es la más bella del reino?”

Y las aguas quietas del lago donde Narciso vio su rostro al beber ¿no eran un espejo natural? Pero como los otros, éstas solamente le acarrearon desgracias y más desgracias.

Están también en los espectáculos de los parques de diversión las famosas “salas de espejos”, verdaderos laberintos donde los buscadores de leyendas dicen que una familia entró a la misma y jamás salió.

“El cine –se dice- es un espejo pintado”; “El comportamiento es un espejo en el que cada uno muestra su imagen”; “El ejemplo es a veces un espejo engañoso”.

¿Qué quiso decir el apóstol Pablo en su epístola primera a los hermanos de la iglesia en la ciudad de Corinto, al escribir que “Ahora vemos por espejo, oscuramente, más entonces veremos cara a cara”, una de las frases más profundas de la Biblia, sobre la cual Jorge Luis Borges escribió un genial ensayo.

Yo, con mucho menos genio que el maestro me permití escribir un “Soneto al espejo” que dice: “El paraíso tendrá con el abismo / quién traspase el azogue del espejo, / será oreo sin dejar de ser el mismo: / olvido y laberinto en su reflejo.   Quién traspase la luna de su bruma / encontrará otro mundo duplicado, / donde todas las coas o ninguna / la memoria será de lo soñado.  Verá tal vez lo que hombre alguno ha visto: / la clepsidra del tiempo, las edades, / los jardines, el templo y sus vestales, / el rostro de Pilatos, el de Cristo. / El espejo es el número del hombre / y de las cosas. Que nadie se asombre”.

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta (Río Negro)

 

 

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