Un corazón de grillo. Simpático insecto que acompaña a dos escritores rionegrinos

 

A veces me pasa como a Conrado Nalé Roxlo, por las mañanas me despierto sintiéndome todo un grillo. Nunca, y con el perdón del pobre y torturado Franz Kafka, ni aún después de un sueño intranquilo convertido en un monstruoso insecto, como escribió en “La metamorfosis”.

Y vale reproducir el antológico soneto de Nalé, titulado justamente “El grillo”.

“Música porque sí, música vana / como la vana música del grillo; / mi corazón eglógico y sencillo / se ha despertado grillo esta mañana.  ¿Es este cielo azul de porcelana? / ¿Es una copa de oro el espinillo? / ¿O es que en mi nueva condición de grillo / veo todo a lo grillo esta mañana?   ¡Qué bien suena la flauta de la rana!… / Pero no es son de flauta: en un platillo / de vibrante cristal de a dos desgrana  / gotas de agua sonora. ¡Qué sencillo / es a quién tiene corazón de grillo / interpretar la vida esta mañana!”

Pocos poetas han sido ajenos al embrujo de los grillos. El gran Atahualpa Yupanqui en “Zamba del grillo” dice con su natural tristeza que “La luna alumbraba el canto del grillo junto al camino / y yo con sombra en el alma pensaba en la ausencia del bien perdido”.

Otro poeta maravilloso que se compara con este simpático bichito es José Pedroni: “Un grillo manso que te quiere, amiga, / y que en quererte vanamente insiste, / cada vez que el silencio se rehace / te silabea su reclamo triste.  Abre los ojos. No te duermas. Ponte / bien cerca, amiga, de mi pecho añoso; / y así, callados, escuchemos juntos / la campanita del cri-cri amoroso.  Entre las gentes del camino, siempre / un hombre humilde me propongo ser, / como el grillito que te quiere tanto / y que te canta sin dejarse ver”.

Los grillos son queridos y hasta bienvenidos en las casas. Jamás se los mata como, por ejemplo, a las cucarachas, a pesar que su parlar (en castizo castellano: chillar o chirríar) es molesto.

En la canción “La fábula del grillo y el mar” Alux Nahual lo glosa en el siguiente fragmento: “Vivía en un claro del bosque / a la sombra de una ceiba inmortal / un grillo que salía en las noches / para irse a cantar al trigal. / Porque allá se juntaban para demostrar / su habilidad los grillos cantores / y el nuestro cantaba con los demás / los coros de acuerdo con las estaciones. / Cantarle a algo más grande que el campo / ¿Porqué no cantarle a la mar? / Y dispuso un día seguir el consejo / y sueños de gloria llenaron sus noches. / Y optó entonces para no resfriarse / cerrase del saco todos los broches. / Y un llegó un día al fin nuestro amigo a la mar / y pasose las horas cantándole / pero el mar rugía y rugía / aún viendo al grillo al frente de él. / Y quedose sin voz por la noche el cantor / como a veces me suelo quedar / porque a veces el grillo del cuento soy yo. / Adivinen ustedes quién / ¿Quién es la mar?”.

Y valen los refranes: “Cuando la zorra anda a caza

de grillos, mal para ella y peor para sus hijos”. “El zorro durmiente nunca le canta grillo en el vientre”. “Cada grillo canta para sí, no para ti”. “Si en enero canta el grillo, en agosto poco triguillo”. “De lo que come el grillo, poquillo”. “Cuando el grillo canta no hace falta la manta”.

El grillo es un insecto ortóptero saltador, que. –Dicen- “desdeña las romanzas de los tenores huecos”.

Mi querido amigo, el escritor rionegrino Elías Chucair, tuvo la gentileza de titular a uno de sus libros (lo tengo dedicado) “Con grillos y silencio” y le dedica este breve pero hermoso poema:

“Muchas veces mis amigos / los grillos y el silencio / me acompañaron horas / antes que llegue el sueño… / Y cuántas intimidades / compartí con ellos, / mientras soltaba frases / que hacían a mis versos”.

 Para mí, igual que para Elías, los grillos y el silencio acompañan mis horas. Y nacen los versos.

 Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta (Río Negro)

 

 

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