Las latas de la nostalgia. Aquellas pequeñas cosas de nuestra infancia feliz

Hay días que uno se despierta pensando en aquellas pequeñas cosas que en los años de nuestra infancia nos han hecho felices. También hay veces que como cuenta Marcel Proust cualquier sabor a olor nos transporta a ese mundo sin preocupaciones ni urgencias.

Entre muchas otras cosas que el tiempo y la modernidad han cambiado están las galletitas, muchas de ellas ya olvidadas en algún desván de los recuerdos pero nunca en nuestro corazón. Es que eran otros tiempos.

No existían las contaminantes bolsitas de nylon sino aquellas bolsas de papel marrón que ya casi no se ven. Y los productos se vendían sueltos: la yerba, el azúcar, la harina, los fideos y tantos productos más que de unas cajoneras el despensero las sacaba con unos hermosos cucharones. Y luego se pesaban en balanzas de diferente tipo (no las electrónicas de ahora) sino con platillos y pesas (mis preferidas), las redondas colgantes en las carnicerías y la romana (tengo una).

Los productos se envolvían en papel de estraza y algunos empleados más diestros en papel de diario hacían como una empanada con repulgue y adentro esos exquisitos productos como los maníes y las legumbres de todo tipo.

Esos almacenes de ramos generales tan frecuentes en las zonas rurales y los pueblos tenían conforme a los abarrotes un aroma característico.

Eran los tiempos de los caramelos, de los centavos (que valían) y de un invento maravilloso que se llamaba “la yapa”. ¡Y qué alegría salir con el puñado de caramelos masticables o de los tradicionales “Media Hora”.

Ahora, en los modernos centros de comercialización como supermercados y autoservicios todo está cambiando. Ya el almacenero no charla con los clientes y hasta la libreta a crédito ha desaparecido porque la inflación hace estragos en todos los bolsillos.

En mi colección particular tengo varias latas que Terrabussi, Bagley y otras comercializaban sus galletitas.

Una digresión: recordemos que según su etimología el vocablo “biscocho” significa “dos veces cocido”.

Entre ellas mis preferidas: las “Manón”, antes las “Lola”, las “Melba”, las Boca de Dama”, tipo obleas como las “Champagne”, las “Bésame” y las “Opera”, las “Panchitas”, las deliciosas “Duquesas”, las “Surtidas” y tantas otras.

Pero yo tengo un grato recuerdo de aquellos sabrosos bizcochos “Canale” que me sabían recetar los facultativos médicos cuando estaba enfermo. Y que ya no se pueden conseguir. Ahora más bien han sido reemplazadas por las tostadas dulces, pero no son lo mismo.

Los bizcochos “Canale” veían en lata y se vendían sueltos al peso pero también en pequeños paquetitos creo que de seis unidades, pero los  memoriosos sabrán más.

Pocos saben que la Santa Biblia, que sabe de todo porque es la palabra de Dios, también suele citar a las galletitas. Veamos por ejemplo en el libro 1 de Reyes 14:3 donde dice: “Toma diez panes, algunas galletas dulces, un frasco de miel, y ve a buscarlo”. Hay también algunas galletitas que traen un versículo breve de la Biblia.

Aparte de “galletitas” y “bizcochos” se las conoce también como “masitas”, “barquillos”, “pastas”, “tortitas” y varias acepciones más.

Yo miro mis viejas latas y si pudiera cerraría esta breve nota degustando algunos bizcochos “Canale” para llenarme de nostalgia por los tiempos irremediablemente idos para siempre.

 

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta, Río Negro

 

 

 

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