En la Salamanca del Gualicho desaparecieron tres caballos. La “piedra de poderes”

 

En el Bajo del Gualicho, la “travesía horrible donde quedan las osamentas”, según decía el gran cacique Casimiro, hay que andar con cuidado.

Luces malas, desapariciones misteriosas, lugares embrujados, salamancas, salinas implacables donde el sol de los veranos reverbera implacable sobre hombres y bestias.

Allí está la morada del temible Elengassen, la giradora, entidad maléfica que convierte en piedra a niños y mujeres, temido por lugareños y por extraños. Pareciera que al decir de Pablo Neruda, poeta de Chile, “la pata gris del Malo pisara estas pardas tierras”.

Leyendas que estremecen el alma, apariciones misteriosas, bolas de fuego llamadas “cherrufe”, piedras rodadoras de mal agüero, salamanqueros que pactaron con el diablo para poder tocar la guitarra entre bailes, toros salvajes y entidades malignas con sus atributos de poder y terror.

La escritora regional doña Josefina Gandulfo Arce de Ballor en su interesante libro “Valcheta, una sed argentina”, recoge un testimonio de la pionera doña Magdalena Mora que ilustra otro caso emblemático sucedido en el Gualicho.

Cuenta doña Magdalena: “Era por el año 1903, don Atilio Mora, acompañado de Julio Peralta, hombre antiguo, iba en busca de su mercadería a San Antonio Oeste. Al llegar a un lugar donde se encontraba “la piedra con poderes”, en el Gualicho, don Julio se acercó humildemente y le dijo a Mora: -Patrón, vamo a dejar algo… -¡Dejate de agüerías!!  Peralta insistió –Nos puede pasar algo malo. – ¡Qué nos puede pasar!

“Se apearon a media legua del lugar; manearon los tres caballos, comieron y se acostaron a descansar”

“Al día siguiente fueron en busca de los caballos para seguir viaje, pero no encontraron ni rastro de los caballos, anduvieron más de dos horas; ¡Todavía los estarán buscando!!”

“No tuvieron más remedio que andar de a pie leguas y leguas, para ubicar un puesto; pedir un caballo, volver a San Antonio Oeste, verlo a Peirano, pedirle dos caballos prestados y así, regresar al Salado”.

“Ese día, mi padre sacó la billetera, se acercó a la piedra y puso billetes, pero era tarde. Los caballos no aparecieron. Perdió sus tres lindos caballos y cambió de parecer. Meditaba y decía: -“existe el espíritu de la Piedra”.

Hasta aquí en interesante relato de doña Magdalena. Historias de los antiguos. Creencias populares, cosas que han sucedido en el pasado, pero que  sin embargo todavía hay testimonios de luces grandes como bolas de fuego, fantasmas y aparecidos.

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

 

 

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