Macagua: Chilena, mapuche, curandera, machi, hechicera y despiadada asesina

 

Según los registros, entre 1905 y 1910 delincuentes mapuches chilenos cruzaron la frontera desde el país vecino y se instalaron en el Sur de la provincia de Rio Negro, donde cometieron todo tipo de delitos, algunos de ellos aberrantes, consumados con inusitado salvajismo y una crueldad deplorable.

Las principales víctimas fueron los conocidos “mercachifles” árabes provenientes del Líbano y Siria, conocidos por aquí como los “Turcos” que se arriesgaban a internarse en las soledades patagónicas en busca del sustento. En sus carretones trasladaban mercaderías de todo tipo, que les daban en concesión comerciantes del Alto Valle y Neuquén.

La historia pormenorizada de estos hechos fue escrita y publicada por el talentoso y excelso escritor rionegrino Elías Chucair en el mes de setiembre del 2007, en su libro “Partidas sin regreso“, basado en los dichos de su informante Juan Amado Chuquer, sus propias investigaciones y los documentos oficiales consultados.

En el capítulo dedicado a “Macagua”, cuenta Don Elías que las mujeres  de todos los implicados tuvieron algo que ver o relación, en mayor o menor medida con los crueles asesinatos, pero una de ellas fue más lejos de lo creíble. Esta fue Antonia Gueche, conocida como Macagua, quien tuvo un protagonismo preponderante en los asesinatos de “Los Turcos”.

Afirma también Chucair que la mujer, curandera y hechicera, ejercía gran influencia entre los pobladores del paraje donde se habían asentado y principalmente sobre los delincuentes que integraban la banda.

En su relato, sostiene además Chucair que en esa época Macagua tenía 80 años y agrega que en oportunidad del  asesinato de uno de los mercachifles al que se lo conocía como el “Turco Emilio” y su ayudante, y tras ser decapitados por Marcelo Loncón,  aún agonizando, les abrió el pecho y les extrajo el corazón.

Testigos del hecho afirmaron luego en sus declaraciones ante la Justicia que Macagua dijo: “Lo voy a secar y guardar, porque dicen que es bueno para tener coraje para matar turcos y cristianos.”

Luego, con ayuda de un tal Zañico y con el empleo de hachas, partieron el cuerpo en dos y  en su relato Chucair afirma que  por otra parte que similar operación repitieron cuando dieron muerte a otro “mercachifle árabe de nombre José Elías y su ayudante Ezen”

En otra parte del relato se afirma que en su propio toldo dieron muerte a dos árabes de apellido Frail y cuando uno aún estaba en agonía Macagua le asestó un golpe en la cabeza con un fierro para ultimarlo.

De inmediato le abrió el pecho para extraerle el corazón manifestando: “Voy a sacarle el corazón a este turco antes que muera, ya que  hay que tenerlo en el rancho  porque sirve de gualicho.”

Seguidamente, ordenÓ una churrasqueada de la que participaron los presentes ,incluìda Macagua, concretándose el acto de salvajismo y tan repudiable como asar e ingerir la carne de sus víctimas.

Se supo asimismo que Macagua reclamaba que le entreguen el corazón, hígado y riñones de los asesinados, que ella utilizaba para hacer remedios contra distintos males. Juan Cuya en su posterior declaración ante funcionarios Judiciales afirmó; “Macagua es brava por demás, cuando se enoja se hace un tajo en el brazo y bebe su propia sangre, para invocar o espantar al gualicho”.

Otras declaraciones de integrantes de la banda aseguraron que Macagua no vestía con ropas femeninas, es decir no llevaba polleras y si bombachas de paisano y chiripa, incluso uno de los criminales declaró que la mujer sirvió en el Ejército nacional del vecino país como hombre, situación que se descubrió años después cuando se le dio de baja.

La investigación de los atroces crímenes y robos comenzó cuando quienes le habían dado la mercadería en concesión a los “mercachifles turcos” y estos haber prometido regresar a los tres meses, lo que no aconteció, por lo que hicieron las denuncias del caso y comenzó la investigación.

La responsabilidad  de armar la partida para internarse en el desierto patagónico e investigar los acontecimientos que dieron lugar a las sospechas de los comerciantes, quienes estaban preocupados y alarmados por la demora en regresar de los mercachifles  árabes, recayó en el comisario José M. Torino.

Previamente, la situación fue analizada por el gobernador de entonces Carlos R. Gallardo y el jefe de la Policía provincial  Domingo Palasciano. El comisario Torino inició entonces su recorrido en el paraje “Lagunitas” donde el menor Juan Aburto suministro en su declaración la información necesaria para encontrar la punta del ovillo.

El muchacho señaló que en los toldos de Vila, Zañico, Aburto, Muñoz, Cuya, Castro y Gueche (Macagua) se habían producido las horrendas muertes de aquellos árabes que desafiaron los obstáculos propios de aquella época y ser presa fácil del salvajismo instalado en esa región de Rio Negro.

Las investigaciones determinaron, que los integrantes de la banda de ladrones y asesinos, repartían el botín y parte del mismo era enviado a Chile con la complicidad de funcionarios judiciales del vecino país, al igual que 50.000 cabezas de ganado.

Para ese entonces, el  comisario Torino avanzaba con paso firme en su tarea y se aprestaba a organizar el difícil traslado de los detenidos, que superaban los ochenta y debía traerlos hasta General Roca para entregarlos a la Justicia.

La destacada acción del comisario Torino puso fin a cinco años de depredación y asesinatos de los indios chilenos, a quienes les impidió proseguir con su criminal y repugnante empresa.

Cabe destacar que Macagua no vino entre los detenidos por su lamentable estado de salud, postrada en su toldo, con sus piernas ulceradas y sangrantes productos de enfermedades venéreas, con la mirada perdida,  simulando estar fuera de las facultades mentales, mal entrazada y maloliente. Una versión conocida luego afirmaba que la última vez que se la vio deambulaba por el campo, con unas mantas y un freno tratando de conseguir caballo.

Se supo también que no resultó  tarea fácil para el comisario Torino y su gente trasladar a más de 80 delincuentes, ladrones, asesinos despiadados que ultimaron a sus víctimas, con un salvajismo inusitado.

Los depravados detenidos fueron trasladados a caballo, maniatados y unidas las cabalgaduras, a efectos que no intenten huir ni tampoco producir ataque alguno a sus captores.  Por las noche además, en el campamento donde se les suministraban alimentos y pernoctaban debían ser también maniatados de pies y manos y unidos entre si  para evitar acciones imprevistas.

Los delincuentes conducidos por Torino llegaron a destino, entregados, juzgados y, en principio, condenados, lamentablemente las cosas comenzaron a tomar caminos confusos. A efectos de no extendernos en demasiados detalles y abrumarlos con los mismos, lo sintetizaremos explicando que funcionarios judiciales actuaron con lentitud sin indagar ni dictar sentencia por un tiempo más que prudencial, pero en cambio encontraron errores en el procedimiento del comisario Torino que fue encarcelado.

Como contrapartida, los delincuentes, por distintas decisiones judiciales fueron obteniendo la libertad antes que el comisario Torino, quien fue culpable de haber cumplido con la misión encomendada.

 

Texto: Eduardo Reyes, escritor y periodista de Viedma

 Las Grutas  –  Río Negro

 

 

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