Valcheta tiene de todo. Es un pueblo bendecido por la mano de Dios

Siempre he dicho que Valcheta es un vergel, una arcadia, un oasis en medio de la aridez de la estepa característica de la Región Sur.

Está estratégicamente ubicada entre dos accidentes geográficos notables: la enorme extensión de la meseta de Somuncurá y el gran Bajo del Gualicho.

El arroyo, que jamás se seca, y tiene su nacencia en las estribaciones de la meseta con vertientes de agua cristalina, se unifica en “La Horqueta” y por medio de antiguos canales va regando chacras, pueblos y parajes.

Es un pueblo de vieja presencia y tiene atractivos sin igual. Allí en las nacientes habita su sueño de siglos la comúnmente llamada “mojarrita desnuda”, especie única en el mundo que se enseñorea en pequeños cardúmenes. Y más allá la enigmática “ranita de Somuncurá” tiene su hábitat en lagunas y coirones.

Ya en zona pueblo se puede apreciar en toda su maravillosa presencia el bosque petrificado más septentrional del país.

Especies convertidas en piedra estos árboles desde sus troncos milenarios de sesenta millones de años, observan silenciosos y pétreos el trajín der turistas y lugareños.

Podrá recorrer el paseo de viejas maquinarias de la colonia agrícola, encontrarse con un cóndor de metal en pleno vuelo o ver un dinosaurio de piedra.

La mano de Dios ha sido pródiga en toda la comarca. En las chacras, donde antes se elaboraba el mejor vino chacolí de toda la región, hoy se aprecian rodeos de ganado vacuno, sembrados de pasturas, colmenas de abejas que producen una miel de excelente calidad, y como si eso fuera poco plantaciones de frutas finas para elaborar dulces exquisitos al paladar.

Los artesanos en sus talleres deslumbran con sus trabajos en madera, piedra, soga y las artesanas tejedoras de matras se cuenta entre las mejores del país y aún reconocidas en la Unesco.

Desde el remozado “Cerro de la Cruz” se puede ver todo el pueblo hasta donde abarca la vista, destacando como un viejo centinela el “Cerro Sombrero” que George Claraz bautizó como “Bonete”.

En las riberas del arroyo varios emprendimientos turísticos ofrecen pasar un día en pleno contacto con  la naturaleza. Y está jalonada con carteles luminosos donde los poetas locales le cantan al arroyo.

Si uno transita los caminos aledaños como quién va hacia los diques entrará en un paisaje de maravilla: añosos árboles, las aguas cantarinas de los canales, la Porlita con su pintoresca pasarela, los setos con una especie de “rosa mosqueta” silvestre, atractiva y al alcance la mano. Los viejos sauces llorones inclinan  sedientos su ramas haca las aguas de arroyo, en la laguna de “Los Patos” un concierto de pájaros lo hace un mirador natural de gran belleza y atractivo.

Por la mañana y por las tardes bandadas de loros barranqueros realizan el rito de su jornada bulliciosa y parlanchina.

Con sus viejas casonas que resisten el paso del tiempo, con su castillo medieval, con sus caminos vecinales, con sus leyendas tradicionales, con las riberas del arroyo convertidas en cuidados espacios verdes, con sus coloridos murales, con sus noches estrelladas, con sus músicos, cantores y poetas, con sus viejas tradiciones, con la bonhomía de sus pobladores, Valcheta es un pueblo bello y fecundo, una arcadia en medio de la estepa, un paraíso para descubrir y sobre todo para cuidar y conservar.

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

Foto interior: Juan Montelpare

Artista multidisciplinario – Gestor

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Valcheta

 

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