Valcheta y los boliches de antaño: Play Boy, Bigote, La Tablita, El Copetín al Paso…

Como cualquier otro pueblo que se precie Valcheta supo tener sus bares y confiterías que dejaron una impronta en sus habitantes. Lugares para el ocio cuando no había tanto apuro ni urgencias, donde se mataba el tiempo jugando a las bochas, a las cartas –donde el truco y el mus eran los favoritos- al billar, escuchar a los payadores, cantar en las peñas improvisadas y porque no decirlo a los juegos prohibidos como el pase inglés y en algún patio a la taba; y para los más jóvenes los primeros locales bailables, que ahora se llaman “disco”.

Miles de anécdotas pueblerinas se originaron en esos establecimientos donde ni siquiera faltaban algún duelo a cuchillo y o alguna pelea a los puños por asuntos de algunas copas y de poca importancia.

Cada clase social o colectividad tenía sus lugares favoritos a la hora de tomar el aperitivo. Por ejemplo los libaneses –mal llamados turcos- solían recalar en las sillas del despacho de ramos generales de don Felipe Marón, para degustar platillos y el clásico anís turco que invariablemente tenía que ser el “Flor del Siria”, para ellos el mejor. Otros preferían el restaurante del Hotel Rada, lugar donde se realizaban bodas y guitarreadas hasta la madrugada en el auge de las peñas, alumbrados a la luz de algunas velas porque a las doce se cortaba la luz, como lo cuenta en una canción Tatano Lucero.

La gente de la zona rural, “del campo” para algunos, o sea la paisanada (viene de país), prefería el salón de “El Gaucho”, en una tradicional esquina del pueblo, propiedad de don Manuel Gatoni, donde los fines de semana recalaban cantores y payadores que entretenían entre copa y copa a los parroquianos y donde el cantor sorteaba alguna guitarra o un poncho. Durante un tiempo supo ser atendido por su yerno el ruso Gerónimo Alles.

En el boliche de Yahuet Mortada, (heladería, cine y confitería) venían reconocidas figuras del billar que hacía exhibiciones mostrando su destreza con las tres bolas de marfil a varias bandas.

Entre los bares propiamente dichos, frente a la actual YPF estaba “La Estrella Argentina” de don Morales, casi al fin del pueblo, pero que ahora queda casi céntrico y transformado en una Iglesia Evangélica, y que también aparte de comercio supo ser Comité Radical y Unidad Básica.

En la estación de ferrocarril había un antiguo negocio que atendía a los viajeros y ofrecía algunas vituallas y bebidas al copeo con varios dueños como Rúa, hasta que un cordobés puso su local recordado por muchos con el nombre de “La Tronera”.

En ocasión del aniversario de la independencia de Chile en el establecimiento de doña Elvira Espinosa se realizaban las pintorescas ramadas donde reinaban las jugosas y picantes empanadas chilenas.

En otra esquina que siempre perdurará en la memoria de los valcheteros asentaba sus reales el Bar de Jalil Dana, un libanés que dejó para la posteridad un rimero de cuentos anécdotas, siendo muy concurrido.

En el barrio “Buenos Aires Chico” lindando casi con el campo estaba el reconocido “Copetín al Paso”, de Chon Berthe donde se armaban bailes populares muy coloridos, lugar ideal también para tomar como acá se decía “La gancia”.

El Bar de Mussi, céntrico, tenía adosada una cancha de bochas, deporte que se supo jugar mucho y que dio muy buenas formaciones.

Donde ahora está “El Ruiseñor” se aposentaba el típico despacho de bebidas de Goeffroy, donde una vez mi tío Pepe Luna entró recitando los mordaces versos “si vas para Calatayud” que provocaron la hilaridad general.

Mi otro tío, Moisés Luna, hermano de mi madre, en épocas más recientes fue el propietario de “El amiguito”, con una selecta clientela amante de las copas y de las barajas.

Un negocio muy pintoresco donde se daba de comer y muy recordado por su dueño Gamero fue “La Cantonera”, donde su laucha “Juanita” se desplazaba por los rincones.

Y ya entrando en los locales bailables recordamos al aire libre “El Recreativo” y ”El Popular” separados por una raya invisible conforme a la clase social, ubicados cerca de la ribera del arroyo.

Persiste en la memoria de la gente de mi edad “La Tablita” de Pocho Manqueo y Rubén Lorca, que de día funcionaba como confitería y de noche como local bailable para la gente joven con música muy de nueva ola que empezó a funcionar –me dicen- en el año 1969.

“Bigote” de Rubén Troya Redaelli también dejó su impronta en aquellos años de los setenta, pero seguramente el más recordado de todos fue “Play Boy”  de Rubén Manqueo y Cacho Sedda, donde ahora hay un comercio de verdulería y artículos afines. De allí salían los jóvenes de mi tiempo en las frías madrugadas de invierno.

“Saturno” del siempre recordado y querido Roberto Mortada alma y viuda de la “Agrupación Juvenil, sito en la calle San Martín.

“El Surtidor” vino después en el salón de don Jacinto Direne, cuyo nombre está inspirado en el surtidor de nafta a mano y que toda está mirando a los transeúntes desde su esquina.

Saturno, de Roberto Mortada, en plena calle San Martín, también marcó una época de Valcheta.

Actualmente el lugar mayoritario de reunión es el “Cine Disco” (para los más jóvenes) de Elio Mortada y para otro tipo de clientela “Licán Pub” de Carlitos Licanqueo, cantautor y folclorista de Valcheta.

A pesar que a algunos se los ha llevado la piqueta del tiempo siempre quedarán en el desván de los recuerdos donde generaciones de valcheteros supieron divertirse.

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

Texto: Reedición

Foto: archivo

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