El mufa, Jettatore, Fúlmine, pájaros de mal agüero. Relato de un periodista rionegrino

 

En cualquier pueblo que se precie de tal, siempre ha habido un “Fúlmine”, un “mufa”, un “Jettatore”, donde la afamada historieta de Guillermo Divito seguramente se ha quedado corta. Y han dejado, no podía de otra forma, un sinnúmero de anécdotas risueñas algunas y otras no tanto.

Mi amigo, el escritor Eduardo Reyes, bonaerense radicado en Viedma, en su ameno libro, y valga la redundancia, “Cuentos de Reyes” ha pintado una pintoresca semblanza del “Mufa”.

“Leyendo el nuevo libro de mi amigo Roberto Rulli –escribe Eduardo Reyes- “El contador de historias, Ernesto y el origen de la luz” me encuentro con que en uno de sus capítulos, Roberto brinda un buen espacio para definir a distintos personajes a los que identifica con precisión al respecto  de sus creencias, inclinaciones, modos o formas de actuar ante distintas circunstancias”.

“Entre esos tipos especiales, hace una pormenorizada descripción del “mufa” y afirma que en todas las actividades, organismos, dependencias o pueblos siempre hay alguien al que se lo identifica como o por “mufa” y se los relacionan con todo acto o circunstancia que no ha tenido una buena resolución o resultados favorables.

Ante estas adversidades siempre habrá alguien que considera que el “mufa” ha tenido alguna influencia, situación claro está que contribuye al crecimiento de su nefasta fama, a tal punto, como afirma el amigo Roberto en su libro, que en ocasiones, su sola presencia, referencia o pensar en él ya es suficiente para que su energía negativa tenga influencia en la resolución de algún hecho o determinada circunstancia.

El pobre individuo, catalogado o definido como “mufa”, será entonces el responsable de todos los males que andan dando vuelta por ahí, como el célebre personaje de Gregorio de Laferrere, “Jettatore” que tan excelentemente interpretó, como lo señala también Roberto, el destacadísimo actor Pepe Arias o el otro clásico del humor que aparecía en la desaparecida revista “Rico Tipo”: “Fúlmine”.

“Precisamente, en mi pueblo, como seguramente los hubo y los hay también en otros, se hablaba siempre de un vecino con esta definida característica, lo que hacía que si alguien por alguna razón lo nombraba, o se lo cruzara en la calle, optara por algunos de los antídotos que se aplicaban para no ser alcanzados por los malos efluvios, tocarse los testículos los varones, la teta izquierda las mujeres, cruzar de vereda o abandonar el recinto si es que el identificado como “mufa” había ingresado”.

 “Al personaje de mi pueblo se lo conocía y se referían a él directamente como “Fúlmine”. Una de las características de su personalidad, según los comentarios de las personas mayores, cuando yo era chico, es que “Fúlmine” concurría a todos los velorios que tenían lugar en el pueblo.

Algunos daban como explicación que cuando falleció un familiar muy cercano a “Fulmine”, por ser este una persona muy conocida y relacionada concurrió una verdadera multitud, y como éste, claro está no pudo retener en su memoria a los que habían estado presentes para acompañarlo, tomó la decisión de retribuir con su presencia en todos los velorios que se producían en el pueblo. Por tal razón también, su fama de “mufa” se agrandó al verlo siempre cerca de la muerte”.

“En lo personal debo contar que cuando muchacho lo veía siempre en el Club Independiente donde concurría a jugar a los naipes con muchos de aquellos que no temían hacerlo o sentarse a la mesa con él, aunque muchas veces se vio a algunos de ellos, por las dudas también, hacer los clásicos “cuernitos” con los dedos debajo de la mesa”.

“Cierta vez, y siendo yo integrante de uno de los equipos de las divisiones de menores de básquetbol del club, dirigidos por el querido e inolvidable Gordo Galleotti, con quién fuimos campeones invictos por dos años consecutivos, salimos dispuestos a disputar el último partido de ese año contra uno de los equipos al que veníamos ganándole sin sobresaltos en las temporadas anteriores”.

“Al salir con Galleotti a la cabeza, orgullosos todos al vestir los colores de nuestro amado Independiente, nos cruzamos con “Fúlmine”, quién tras saludar al Gordo y tocar algunas de nuestras cabezas de chico a modo de saludo y con indiscutidas muestras de afecto, preguntó dónde íbamos y Galleotti con amabilidad respondió que a disputar el último partido del campeonato del cual ya éramos los campeones y que era el segundo año en que lo hacíamos en calidad de invictos. “Fúlmine” se alegró y nos deseó suerte”.

“Demás está decir y sin necesidad de entrar en consideraciones sobre el desarrollo del juego que perdimos por más de 20 puntos. Otra vez, estando también en la vieja sede del club en la calle Irigoyen, entró “Fúlmine” y se dirigió hacia una de las mesas que estaba integrada por aquellos que siempre compartían charlas y juegos con él. Al escuchar que estaban comentando el fallecimiento de algún conocido, preguntó de quién se trataba y cuando le informaron sobre el difunto y que se trataba de una personalidad del pueblo, “Fúlmine” exclamó con asombro: “Pero no me digan, ¡Qué barbaridad! Si estaba lo más bien. Es más, lo he visto en estos últimos días, sin ir más lejos, ayer o antes de ayer nos cruzamos en la calle San Martín muy cerca de lo de Aldea y casi casi nos rozamos…”.

“La respuesta generalizada no se hizo esperar, a pesar de la triste circunstancia se escuchó una carcajada que al amigo “Fúlmine” no le gustó para nada”.

Hasta aquí el ameno relato de Eduardo Reyes que pude inscribirse en esa literatura costumbrista que tanto supieron cultivar algunos de nuestros escritores como Fray Mocho, Roberto J. Payró y tantos otros”.

 

Jorge Castañeda

Escritor Valcheta

 

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