Estos típicos establecimientos, como se sabe, existen en las regiones de toda América desde el siglo XVI y proveían numerosos artículos y elementos de uso cotidiano para la vida de los habitantes rurales, como bebidas, comida, carbón, velas, telas y hasta remedios.
Además, cumplían la función de centro social, especialmente de las clases sociales humildes, donde se reunían personajes de la región a efectos de conversar jugar a los naipes, dados y se realizaban riñas de gallos.
Por otra parte, los asistentes aprovechaban para anoticiarse de las novedades producidas en la región y no faltaban guitarreros y cantores que se trenzaban en las clásicas “payadas”, ya que al decir de Don Atahualpa Yupanqui, estos fueron los primeros periodistas de la “llanura”, ya que en su canto la mayoría de las ocasiones se referían a hechos o acontecimientos ocurridos en otras regiones.
En lo que respecta a nuestro país, era habitual además encontrar a disposición de los asistentes alguna guitarra, que no solo servía para algún ocasional cantor, sino también para que alguno brindara la música para que se arme el baile.
Donde aparecen las diferencias y en cierta medida las controversias es cuando se habla del origen de la denominación de estos lugares, ya que existen más de una idea y varias teorías en relación a ello.
Muchos sostienen que estos establecimientos surgieron durante la época colonial y fueron conocidos como estancos, que albergaba a los más típicos habitantes de cada región.
Según algunos autores que se han referido a estos lugares, lo relacionan con los “pulpos” y por lo tanto “pulperos” a quienes atendían esos comercios. Quien lo asegura por caso, es el Inca Garcilaso de la Vega, cronista mestizo peruano del siglo XVI, al sostener que alguna vez observó que se estaba vendiendo un “pulpo”, mientras otros aseguran que en esos lugares se expendía “pulpo a la gallega”
Otros afirman en distintos escritos que el nombre se origina en el hecho que en esos locales se vendían pulpas de frutas. Juan de Solórzano Pereira señala en una obra de 1647 que la denominación derivaría de la bebida “pulque” que se elaboraba en México con la hoja del “maguey” y denominaban “pulquería” a las tiendan donde se la despachaban, aunque muchos lo consideran dudoso.
Por otro lado, hay quienes sostienen que “pulpería” sería una derivación o mutación de la palabra “pulquería” que ya era conocida en el México colonial pero no fuera de ese país, pero si se conocía el “pulpo”, aunque se duda que las “pulperías” expendieran pulpo, pero si podría ser “pulpa” de carne vacuna.
Otra teoría que muchos consideran bastante dudosa señala que como en esos lugares se vendían todo tipo de artículos; el encargado actuaba con sus manos “como un verdadero pulpo” a efecto de manejar los pedidos. Una cuarta teoría sostiene que el término surge también por la venta de numerosos artículos a los que se los relacionaba con los tentáculos del “pulpo”
Si bien no se conoce la fecha exacta de su aparición se estima que las pulperías existían antes del contacto con los españoles, aún cuando no había ningún comercio que garantizara o se dedicara a proveer alimentos o bebidas.
Existen informaciones que en 1810 ya se habían instalado en la provincia de Buenos Aires incluida la ciudad de Buenos Aires, alrededor de 500 “pulperías”, destacándose “La Blanqueada” en San Antonio de Areco y la de “Cacho” en Mercedes.
En la actualidad existen aún bares, almacenes, bodegones y otros establecimientos en distintos lugares de Buenos Aires, por caso San Telmo, Parque Patricios y otros donde se pueden encontrar mercaderías y además compartir un trago.
Otros bares, almacenes y despensas que subsisten todavía son parte de aquellas clásicas “pulperías” tradicionales, que marcaron una época y constituyen verdaderos testigos o testimonios históricos de la patria.
Como conclusión, podemos afirmar que no existe certeza respecto al porque de la denominación de “pulperías” a estos tradicionales establecimientos rurales, ya que solo en España principalmente se entiende por pulpería al lugar donde, preferentemente, se vende, se cocina y se come pulpo.
Texto: Eduardo Reyes, escritor de Viedma
Las Grutas – Río Negro