Aún hoy, ante el decaimiento de la salud, habrá quien opina ¿No será mal de ojo?

 

A pesar que se trata de una creencia popular o supersticiosa que se ha extendido en muchas civilizaciones, no son pocos los que mantienen la posibilidad que una persona tiene capacidad para hacer daño a otra con solo mirarlo.

Quienes mantienen esa creencia consideran que hasta se puede llegar a la muerte, tras haber sido “ojeada”, “le echaron un mal de ojo” o “le volcaron el ojo encima.”

En la antigüedad se pensaba que las “brujas” tenían esa posibilidad y eran quienes hacían uso de ella para enfermar a sus víctimas hasta dejarlas en la ruina.

Ya en el año 1425 fue escrito un tratado sobre el “mal de ojo” o “aojamiento” sobre el que los facultativos lo consideraban una fascinación, dándole un significado de encantamiento o hechizo. Hubo quien entonces consideraba que el tema se vinculaba con la “envidia” y que derivaba de la expresión “nos mira con mal ojo” y para ello los griegos se protegían marcando a los jóvenes con barro o cieno en sus frentes.

Hasta el Corán hace mención al mal de ojo al afirmar que “los infieles casi nos hacen dormir con sus miradas y entre los males de los que se debe proteger y alude entonces al “mal de un envidioso.”

Claro que al considerar que se trataba de enfrentar un mal, aparecieron los elementos de protección y entre ello, colocarse un objeto llamativo como un cinta roja o de otro color llamativo, como un amuleto para que actúe como escudo contra el mal, era habitual

En Oriente, principalmente dentro del hinduismo, la energía deriva de la maldición y solo afecta al mundo material y no al espíritu de la persona, por lo que el  efecto de esta depende solo de la fuerza de voluntad, del espíritu del individuo afectado o de quien lo realice, por lo que se interpreta que finalmente está en manos de uno mismo ser afectado o no.

Obviamente que como se trata de una creencia universal, la protección es distinta en cada región, país o cultura. Por lo tanto, buscando datos, bibliografía al respecto y documentación sobre el tema, encontramos las más variadas formas o acciones a efectos de contrarrestar los efluvios del “mal de ojo” y entre ellas abundan los amuletos, rezos y oraciones, collares y alimentos, en especial frutas y entre ellas el higo.

Hallamos la práctica de acciones de salvajismo, ya que en algunos casos, si los antídotos no arrojaban resultados positivos se tomaban decisiones terminantes y hasta se llegaba a sacrificar al paciente.

En nuestro país, además de muchas acciones heredadas de Europa, se considera, de acuerdo a una creencia popular o folklórica, si se quiere, que Ceferino Namuncurá fue el descubridor del remedio para “el mal de ojo” u  “ojeamiento”, como así también la enseñanza a los pueblerinos de este arte.

Esta creencia ha dado pie entonces a los curanderos o chamanes, como a los supersticiosos, como los más hábiles o apropiados para llevar adelante esos rituales.

Si nos damos una vuelta por América Latina, nos encontramos también que los amuletos más utilizados contra el mal, son una semilla conocida como “ojo de venado”, que no es otra que las “higas” o “higos”, cuentas vidrio o “chaquiras” rojas y negras o un imperdible de plata con un ojo azul.

En Chile se usan imágenes de santos pegadas con una cinta roja a la ropa de los niños, en Perú y México se pasa o frota un huevo o un cuis por todo el cuerpo del afectado para extraer el mal. Se destaca también que en esos países, las tradiciones sostienen que el “mal de ojo” lo producen los brujos, chilotes o calcus mapuches.

En Bolivia, según la mitología andina, el mal de ojo se ocasiona debido a que “Apu”, espíritu devino de los cerros ha mirado fijo o tuvo contacto con el enfermo, que generalmente es un niño, el que posteriormente desarrolla una hinchazón, le produce adormecimiento, ardor en los ojos, fatiga y dolor de cabeza. Para contrarrestar esos efectos se realiza una ceremonia, también con un “Cuis”, que luego es sacrificado.

En Venezuela, si tras las acciones habituales de ceremonias con el ombligo del niño no dan resultado se lo lleva a un “ensalmador”, que “ensalma” o más claro, reza frente al niño haciendo la señal de la cruz.

En otros lugares de América se cree que el niño puede contraer “mal de ojo” si se lo exhibe al sol del mediodía o que lo cargue una persona en estado de ebriedad.

En Uruguay, si un bebé recién nacido tiene llanto constante las abuelas dirán “está ojeado” hay que “llevarlo a vencer” haciendo referencia entonces a las “venceduras”, que son unas curanderas que de acuerdo a la tradiciones curan distintos malestares en especial en los niños.

Como verán, en distintas partes del mundo, cuando no se sabe o se encuentra la razón o el origen de un mal determinado, no faltara una abuela o abuelo que pregunte “no estará ojeado che…”

Texto: Eduardo Reyes, escritor y periodista de Viedma

Las Grutas  —  Río Negro

 

 

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