La Trochita, aquel Viejo Expreso Patagónico, ha sido todo un emblema de la Región Sur de nuestra provincia de Río Negro.
Pintoresca, servicial, con una rica historia comunicando los parajes, avanzando contra la nieve acumulada sobre las vías de trocha angosta, hermanando a los pasajeros en torno a las salamandras para atemperar el frío intenso de la meseta patagónica, donde los mates, el café y las tortas fritas retemplaban los ánimos de los viajeros.
Cada parada de la misma era una fiesta. Era esperada por los pobladores que esperaban su arribo porque allí venías los vicios (las mercaderías necesarias para la supervivencia), la correspondencia y muchas veces familiares y pasajeros que se bajaban en esas estaciones intermedias.
Mi sabía contar mi tío Máximo Redaelli que tenía a su cargo la Estafeta Postal muchas anécdotas sucedidas en sus vagones. Hacían subir las gallinas en alguna parada tirándoles maíz y después de cerrada la entrada a la olla para disfrutar un regio pucherito de gallina como glosa el tango.
Viajaban en los mismos vagones aves de corral de todo tipo. Y los pasajeros con ropa de invierno y gruesas frazadas.
A veces, en alguna subida empinada, había que bajarse para aligerar el peso y empujar hasta que la fiel máquina despidiendo bocanadas de humo retomaba con nuevos ímpetus el horizonte de donde las paralelas de acero se fundían en una línea cercana.
Por las ventanillas se podían observar las achaparradas matas de la estepa, algunos avestruces raudos o una manda de guanacos con sus chulengos. Paisaje envidiable para sacar fotos a discreción.
Lo cierto es que pasada su época de gloria la Trochita un día dejó de ser. Quedaron ociosos los talleres de El Maitén, los parajes incomunicados, la nieva cubriendo las vías, los ferroviarios con lágrimas en los ojos y tanto Ingeniero Jacobacci como Esquel lamentando tanta desidia junta.
Hoy sólo se hacen solamente algunos viajes para el turismo, generalmente extranjero que vive en ella momentos inolvidables.
¿Cuántas historias se tejieron en sus pintorescos vagones? ¿Cuántos sueños quedaron truncos? ¿Quién dimensiona la tristeza de los ferroviarios que trabajaron muchos años en ella?
AMOR EN LA TROCHITA: “Yo me voy con la trochita/ quiero llegar hasta Esquel/ me desvelan unos ojos/ por eso quiero volver. El campo queda muy solo/ las ovejitas también/ pero la vida me llama/ con las cosas del querer. Adentrito del vagón/ miro nevar y llover/ el fuego de la estufita/ lindo se suele poner. Una verdulera suena/ acordes de chamamé/ trochita seguí trepando/ no nos dejes esta vez. Allá quedó el ovejero/ en el puesto con José/ ellos saben que prontito/ al campo me volveré. En las manos del pasaje/ el mate empieza a correr/ un cigarro estoy armando/ y ya lo quiero prender. ¡Qué lindo será llegar! / trochita vos lo sabés/ siento tibio el corazón/ y ella lo debe saber”.
Texto: Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta (Río Negro)