Yo quiero andar en side-car, si Jorge Íncola me lo permite

 

Si nadie opone resistencia, yo quiero andar en side-car. Anhelo darme ese gusto. Ponerme las antiparras y el casco, acomodarme dentro  del habitáculo, y comenzar a rodar sintiendo el viento en mi rostro y ese placer que da viajar tan cerca de la calzada, mientras la moto entona su canción monótona y atrapante.

Ahora, gracias a la habilidad y la destreza de mi amigo de muchos años, Jorge Íncola, podré darme ese gusto y transitar muy orondo las calles de Las Grutas.

Jorgíncola –así lo llamo yo- es entre otras muchas cosas motoquero, pintor de letras, escritor y poeta, herrero de oficio y gran lector; pero, y este dato es muy importante para ubicar al lector de esta nota, un “gran amante de los fierros”, como él mismo se define.

Lo cierto es que a su moto más querida “la Negrita” de su propia factura le ha agregado un side-car de su propia factura y  está recorriendo muy orondo los polvorientos caminos de la Patagonia con su flamante creación, que es la atracción de muchos que lo ven con admiración.

Jorge –debemos mencionarlo- es un gran viajero. Recorre ciudades, parajes y pueblos. A veces en sus motos y otras en “Fito”, su pequeño Fiat. De sus andanzas por las rutas ha dejado varios textos de antología.

Me sabe contar que el armado de este maravillo habitáculo le llevo varios meses de trabajo y de meditados estudios, pero que ha quedado de primera.

Sabemos hablar con Jorge de la historia del side-car que no es muy antigua. Y que su traducción seria “vehículo lateral”. Por su parte la Real Academia Española en su Diccionario de la Lengua lo define como “asiento lateral adosado a una motocicleta y apoyado en una rueda”.

El side-car de mi amigo tiene una particularidad que lo distingue de sus congéneres: en su trompa Íncola le ha pintado una hermosa banderita argentina, porque este amigo es argentino “hasta la muerte” como decía el poeta Carlos Guido y Spano.

Como dato ilustrativo podemos agregar que este singular habitáculo tuvo su momento de gloria durante la Segunda Guerra Mundial, donde los jerarcas viajaban silenciosos e hieráticos embutidos en él.

“Todos los caminos / en ti son repetidos / todos tus silencios / amor son mis sonidos / y te llevo como un side-car / de mi mano / solo para descubrir / que todos los caminos / en ti son repetidos / todos tus silencios / amor son mis sonidos / y te llevo como un side-car / de mi mano”. (poema de Yomboki).

 Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta (Río Negro)

 

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