“Dicen que las brujas no existen, pero que las hay, las hay. Más sospechadas: parteras”

 

En el ámbito de las creencias y mito sobre las brujerías, se destacan sorprendentes episodios, como los vuelos nocturnos, las asambleas de brujos, los renombrados aquelarres, posesiones diabólicas o el pacto con el diablo.

Obviamente que a esto hay que sumarle el imaginario popular y los mitos, en la mayoría de las veces o los casos, muchos de los cuales aparecen o han sido difundidos en cuentos, incluidos los infantiles.

Por si fuera poco, a efectos de agregarle a la mala prensa que tienen las brujas, se les suman  otras consideraciones, como la versión  que afirma que estas deben firmar un pacto diabólico que los compromete, sea hombre o mujer a constreñirse al mal, renunciar al bien, adorar a Satán, integrar la secta de la brujería y cometer crímenes contra Dios, la Iglesia y los cristianos

Algunas informaciones hablan que desde la época de las Inquisición en España, cuando comienza a interesarse por prácticas médicas a las que considera peligrosas para la fe y la moral, se les  presta mayor atención a  hechos relacionados a la brujería

Según los estudiosos, uno de los oficios o especialidades que influyó en esa posibilidad  fue el de partera, ya que vincularon a quienes practicaban esa tarea con mitos de la brujería, al considerar dicha actividad como competencia de la medicina o que escondía una práctica médica no autorizada.

Quienes han escrito sobre estos temas, como el investigador Walther Stephens, afirman que el compromiso de obediencia sociópata incluye el infanticidio, que se trata de unos de los crímenes principales a perpetrar y tiene dos explicaciones.

En primer término por tratarse de algo diabólico que intenta acabar con la humanidad y en segunda instancia para otorgar a sus adeptos, poderes y secretos, como asimismo infamar la obra de Dios.

En este ámbito se asegura que las brujas están obligadas por tradición más común, al supuesto ejercicio de la brujería, a que las hijas y nietas hereden el oficio y sus facultades. Esto responde a que las creencias en las brujas presuponen la preeminencia femenina entre los acólitos del diablo.

Una de las razones se encuentra en el temor a estas por creerse que eran capaces de transmitir pestes, epidemias y toda clase de calamidades, al atribuírseles una vinculación que guardaban con la naturaleza.

Entre los temas que más inquietaba a quienes estudiaban las “brujerías”, lo que resultaba inquietante, se lo vinculaba al acto sexual o la copulación de las brujas con los demonios, y el por qué son las mujeres las que principalmente se las relacionaba a lo malvado y las supercherías.

El asunto parte de la carga que conlleva la fantasía sexual y la creencia que los demonios copulan con algunas mujeres, y la pregunta es cómo está compuesto el cuerpo que el maligno demonio adopta al efecto, como asimismo donde ocurre el apareamiento y si alguien puede verlo.

Quienes estudian la cuestión sostienen que el contacto es uno de los puntos execrables de la brujería y existe gran preocupación  el analizarlo. Muchos investigadores coinciden en que la competencia entre curanderas, médicos y sacerdotes fue en aumento a través del tiempo enriqueciendo entonces el mito de los niños asesinados, robados o encomendados al diablo justo al momento de nacer,  a instancias de comadronas o parteras identificadas como brujas.

Volviendo a la tarea que desarrollaban las parteras, se puede afirmar que muchos  consideraban como un crimen la tarea de estas y que ello surgía por la envidia manifiesta de los  que interpretaban su participación como una usurpación del papel del cura. La creencia  posibilitaba que la partera lograba una posición de privilegio como curandera, ya que podía hacerse antes con el niño y bautizarlo en nombre del diablo, mientras el cura llegaba tarde.

La tarea de colaborar en los alumbramientos por parteras y comadres, consideradas muy cercanas a la brujería, se mantuvo durante el Imperio Español, y se lo adjudican a irregularidades, necesidades y persecuciones.  En 1750 merced a la intervención de Fernando Sexto ante el Tribunal de Protomedicato, se consiguió que las parteras debian examinarse y obtener una licencia.

El interés por normalizar la actividad produjo además la edición de manuales, instructivos y reglamentos con la intención de transmitir la sabiduría academica a las practicantes, quienes demostraban su efectividad debido a la experiencia acumulada. De todos modos, tuvo que transcurrir un tiempo prudencial, dictado de reglamentaciones, edictos y todo tipo de distintas normas, para que las parteras, comadres y hasta cocineras dejaran de ser consideradas o vinculadas a la brujería.

Texto: Eduardo Reyes, escritor y periodista de Viedma

Las Grutas  –  Río Negro

 

 

 

 

 

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