Aquellos juegos infantiles. “Todos recordamos con nostalgia los años felices de niño”

 

Alguien supo decir que “la infancia es la patria del hombre” y algo de razón tiene. Todos recordamos con cierta nostalgia nuestros años felices de niño y no pocas veces añoramos esos tiempos libres de las preocupaciones del mundo más realista de los adultos.

Y muchas veces  vienen a la memoria aquellos juegos infantiles que tanto nos divertían, muy diferentes a los de estos tiempos de la modernidad donde la tecnología impone si vigencia.

Hay mucha bibliografía al respecto pero en un Congreso Internacional de los Juegos del Hombre, realizado en la ciudad de Tandil, el profesor Félix Coluccio tuvo el acierto de presentar su “Taxonomía (teoría de las clasificaciones) de los Juegos Infantiles Folklóricos.

De ellos podemos citar los siguientes registrados por dicho investigador: DE AZAR: Cartas, figuritas, lotería. DE ARRASTRE: Caballitos, palomitas, perritos, maderas. DE FUERZA: Cinchada, con cuerdas, sogas, cargar el burro, babucha (llevar en la espalda). CANTADOS: Antón Pirulero, arroz con leche, sobre el puente de Avignon, el arca de Noé, hilo de oro, hijo de plata, la hormiguita y el ratón, la farolera, la pájara pinta, la blanca paloma, la torre en guardia, cucú cantaba la rana, la Virgen del Pilar, buen día su señoría, Martín Pescador, que llueva, que llueva, se va la barca, tengo una muñeca vestida de azul, una linda mañana, en coche va la niña”. Y yo agregaría a Mambrú y a esa truculenta  canción que dice “Bichito colorado mató a su mujer con un cuchillito de punta alfiler, Le sacó las tripas y se puso a vender. A veinte veinticinco las tripas de su mujer”.

Con respecto a Mambrú vale la digresión. Según Luis Melnik es una deformación de Malbrouk o Marlborough. Una vieja canción francesa del año 1709 Malbrouk s en va-t-en  guerre, pareciera rememorar la batalla de Flandes, cuyo jefe victorioso fue el duque de Marlborough (1650-1722), estadista y general inglés, cuyo nombre completo era John Churchill, primer duque de Marlborough.

Sin  embargo, la canción no se hizo popular hasta mucho más tarde y fue asignada a Charles Spencer, tercer duque de Marlborough cuando fracasó en la batalla de Chederburgo en 1758. Fue una de las canciones preferidas de María Antonieta, reina de Francia, esposa de Luis XVI, juzgada y muerta por guillotina el 16 de Octubre de 1793. La canción siguió su rumbo y fue introducida por Pierre

Augustín Caron de Beaumarchais, dramaturgo francés, en su obra Las Bodas de Fígaro convertida en ópera por Mozart. La tonada venía de los árabes y la letra era la leyenda de Mambrón, un cruzado. En español la canción se tradujo y se convirtió en la infantil Mambrú se fue a la guerra”.

Entre los

juegos de ENERGÍA EXTERNA cita Coluccio: Molinete, zumbador, veleta y barrilete. Creo estaba también la Hélice Voladora. GRAFICOS: El tejo, tatetí y camisa de ratón. DE HABILIDAD Y DESTREZA: Al tira y afloja, balero, bolita, las esquinitas, fideo fino, palo enjabonado, payana, rango, las estatuas, el patrón de la vereda, escondida, mancha, las sillas, barquitos, avioncitos, flechas y flores. Agregaría: el hoyo-pelota, la cabecita, la troya, el carrito de rulemanes y otras. DE SALÓN: El vuela vuela, el quillito, ¿Cuántos cuernos tiene la cabra?, de nunca acabar, frío, caliente, la gallina papanata, la perinola, mamilla, Pimpín saravín, veo veo, bautizo de muñeca” y recuerdo yo El gallito ciego. FIGURACIÓN HUMANA O ANIMAL: Muñecas, bebés, máscaras y perros. Entre los FESTIVOS destaca: Carreras de embolsados, carrera con el vaso lleno de agua, carrera con el huevo duro en la cuchara y trabalenguas. Y para los puristas cita Coluccio  INDÍGENAS: Con hilos (tobas y matacos), Moto moto (guaycurúes), el perro y los tigres (chiriguanos) y finaliza con Levlertun (mapuche)”.

Debemos destacar que la mayoría no son originarios de nuestro país como sucede también con los cuentos infantiles. Pero nosotros, los que tenemos algunos años, recordamos con cierta añoranza aquellos juegos tan inocentes que tanto nos divertían por las tardes antes de que nuestras madres no llamaran para tomar la merienda, que sería ya otra historia.

 

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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