Frustración de proyectos productivos en la región. Ingenio azucarero de Conesa y otros

 

No hace mucho nos ocupamos del ingenio azucarero San Lorenzo de General Conesa, que fue considerado en su momento de vanguardia porque contemplaba elaborar azúcar a partir de la remolacha.

El proyecto despertó expectativas productivas y económicas no solo en el Valle de Conesa donde se había instalado,  sino en una amplia zona, porque el producto se adaptaba muy bien a la región Norpatagónica donde se lograban rendidoras cosechas, sin necesidad de cuidados especiales.

De acuerdo a la información consultada, el 30 de mayo de 1929, Benito Raggio y Juan Pegasano decidieron crear la Compañía Industrial y Agrícola San Lorenzo Limitada, integrada por 65 accionistas que aportaron capitales porteños y de Bahía Blanca a efectos que la remolacha comenzara a ser industrializada.

Las mismas fuentes afirman que en un momento el entusiasmo inicial del emprendimiento se transformó en euforia cuando la planta llegó a procesar 17.000.000 de kilogramos de azúcar, constituyéndose en fuerte competidora de la producción azucarera de caña del Norte del país.

El entusiasmo y las ilusiones se mantuvieron entre 1929 y 1941, cuando comenzaron a suceder situaciones extrañas, que muchos sostienen producidas en forma intencional, entre ellas explosión de calderas y enfermedades en las semillas importadas del extranjero.

A raíz de haberme interiorizado de este frustrado proyecto, inicié un recorrido por la región donde existieron quienes intentaron emprendimientos también de distinta envergadura para industrializar productos de los distintos lugares y lamentablemente quedaron en el intento.

Figuran entre ellos numerosos emprendimientos que no pudieron avanzar demasiado en sus intentos, y quedaron quienes volcaron su esfuerzo a elaborar salsas de tomate, lavaderos de lana, elaboración de fideos, implementos para tareas rurales, secaderos de bacalao, polvo de ajo, industrializadoras  lácteas y oleaginosas y tantos otros que en alguna otra oportunidad profundizaremos más sobre algunas de ellas.

Pero ahora, gracias a una publicación del diario bahiense la Nueva Provincia que trajo  el recuerdo de un emprendimiento cervecero, vino a nuestra memoria la Cervecería  Austral, intento que también fue arrastrado por la frustración.

A comienzos de la década del sesenta se fabricaba la Cerveza Bahiense “Austral”  en el imponente edificio, hoy abandonado, que fue levantado en el solar de cuatro manzanas entre las calles Indiada y Rincón. El establecimiento entre otros  dio trabajo a un buen número de bahienses y posibilitó la formación de barrios.

El inicio de esta historia, que despertó expectativas e ilusiones, comenzó con una convocatoria a inversores a participar del emprendimiento, con llamativos mensajes. Todos ellos, claro, destacando la iniciativa de un grupo de hombres del Sur decididos a instalar una completa y moderna fábrica de cerveza.

Estos avisos publicados en 1961 destacaban que “Cervecerìa Austral S.A. sería una realidad  y que “Usted y el Sur merecen esta oportunidad” y tras destacar los numerosos calificativos de admiración sobre la ciudad, se planteaba que faltaba algo y era “una fábrica de cerveza”.  Al parecer, el convite resultó porque se registró un buen número de accionistas que totalizaron 1600 y conformaron la sociedad.

Según la nota publicada que firma Sergio Prieta, a mediados de 1965 se lanzó el primero de una serie de productos líquidos: “Australinda”, agua mineral de mesa elaborada y envasada en la planta, por entonces con capacidad para desarrollar 6.000 botellas por hora.

En 1967 llegó el momento más significativo al inaugurar la cervecería, presentando la cerveza “Austral”, en sus calidades Común, Pilsen, Munich y Malta. La producción fue de 10 millones de litros de cerveza al año y  tiempo después se lanzó al mercado la cerveza “Austral de Oro” y la gaseosa “Australinda Limón”, una de las más exitosas de la historia bahiense.

Al igual que en otros emprendimientos que se iniciaron en distintos puntos de la región, los comienzos fueron auspiciosos e ilusionaron tanto a sus impulsores como a los pobladores, ilusiones que no demoraron en desvanecer, sin que se conozcan las verdadera razones.

De acuerdo a las informaciones de la época, en 1970 comenzaron los problemas que se fueron sucediendo hasta desembocar en la quiebra de la compañía. Sin embargo, pese a las dificultades, la producción continuó, pero tantos inconvenientes, derivaron en la quiebra de la compañía, que se concretó en 1973.

No obstante, pocos años después el complejo se puso en venta, con tres interesados, que ya tenían participación en el rubro, como las firmas Bieckert, Quilmes y Santa Fe, que fue la que finalmente se quedó con el paquete accionario.

Es importante destacar por otra parte que en una nota realizada en 1965 a quien desempeñó el cargo de director general de la Cervecería Austral, José Antonio Gómez Castaño, a quien se lo consultó sobre los motivos por los que se eligió Bahía Blanca para ese proyecto, afirmó que “la ciudad posee singulares características y grandes virtudes. Es eminentemente comercial, con elementos vitales e indispensables para instalar una industria.” Y “destaco que ha solucionado el problema de la provisión de agua y posee una mano de obra altamente especializada, constituida por el personal egresado de sus universidades y de los talleres de la Base Naval Puerto Belgrano”.

Corroborando de tal manera que había estudios contundentes respecto al asentamiento, como se estaba demostrando con la comercialización del producto.

Más tarde, en 1995 la empresa fue vendida y adquirida por la Compañía Cervecera CCU (Cervecerías Unidas), de capitales chilenos, la que a pesar de mantener una infraestructura adecuada, los nuevos propietarios nunca  utilizaron la maltería y solo operaron el complejo industrial para el acopio y la expedición de cebada cervecera, hasta su cierre definitivo  en 2006.

Para culminar, digamos que aún hoy se encuentra el impactante edificio como testimonio mudo de la frustración, ignorándose en forma contundente cual fue o cuales fueron las causas que impidieron que no se concretaran los sueños de un grupo de emprendedores que apostaron por la ciudad.

Texto: Eduardo Reyes, escritor y periodista de Viedma

Las Grutas  –  Río Negro

Foto: Facundo Nahuelfil

 

 

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