Yo quiero un helado, pero del heladero ambulante. Algunas cosas perdidas en el tiempo

 

“El término helado hace referencia a un tipo de alimento frío muy popular que se presenta en gran cantidad de variedades. Todo el mundo, desde los niños hasta lo más ancianos, lo conocen pero su definición precisa encierra cierta complejidad”.

Generalmente, se denomina al helado como: “Preparaciones alimenticias que han sido llevadas al estado sólido, semisólido o pastoso por una congelación simultánea o posterior a la mezcla de las materias primas puestas en producción y que han de mantener el grado de plasticidad y congelación suficiente hasta el momento de su venta al consumidor”.

Según los especialistas, se diferencian entre seis tipos: “Helado crema, helado de leche, helado de leche desnatada, helado, helado de agua y sorbete”.

Por último, una definición de “Postres de helado”: “Toda preparación de los helados definidos anteriormente, en cualquiera de sus variedades o de sus mezclas, que posteriormente se someten a un proceso de elaboración y decoración, con productos alimenticios aptos para el consumo humano”.

Con respecto al origen de los helados hay varias versiones, pero se sabe que en el año 1660, el italiano Procopio inventó una máquina que homogeneizaba las frutas, el azúcar y el hielo, con lo que se obtenía una verdadera crema helada, similar a la que hoy conocemos.

“Algunos sostienen que los antiguos romanos son los inventores del sorbete, para lo cual utilizaban nieve, frutas y miel. Cuentan que el emperador Nerón hacía traer nieve de los Alpes para que le preparasen esta bebida helada”.

“Otros señalan que los chinos, muchos siglos antes de Jesucristo, ya mezclaban la nueve de las montañas con miel y frutas. En la corte de Alejandro Magno, se enterraban en la nieve ánforas conteniendo frutas mezcladas con miel para conservarlas mejor y se servían heladas”.

Una nota señala que “en nuestro país, hasta mediados del siglo 19, el hielo llegaba desde Inglaterra o los Estados Unidos en barras envueltas en aserrín. Los primeros en servir refrescos helados fueron el “Café de París”, el “Café de las Armas” y el “Café de los Catalanes”, hasta que gradualmente comenzaron a aparecer las primeras heladerías”.

El general San Martín era muy afecto durante su estadía en Mendoza a tomar helados seguramente por la cercanía a la cordillera de los Andes.

Una de las marcas tradicionales que dejó su grata impronta en los años de nuestra niñez fue la firma “Noel”.

Yo recuerdo que en Bahía Blanca, en las tardes cuando pasaba el heladero con su pregón  tan particular, cuando mis padres podían comprar, para nosotros era toda una fiesta. Y jamás podré olvidar el sabor tan particular del bombón helado que se vendían en los intervalos de los cines entre película y película.

Creo que todas estas cosas se fueron perdiendo con el paso del tiempo que siempre es implacable: Los heladeros, los vendedores de escobas y plumeros, el afilador con el llamado de su siringa, el vendedor de barras de hielo, el lechero, el panadero, el verdulero y tantos otros como el colchonero que cardaba la lana apelmazada de los colchones.

 Todo, todo pasó y se fue. Hoy la modernidad ofrece estas mercancías en lujosas vidrieras y luces de neón. Pero el sabor que tenían en nuestra infancia no tiene precio.

Doy el crédito de esta nota porque nació en el “Ecoparque” de Las Grutas donde ya descansa para siempre un antiguo carrito de helados.

 

Jorge Castañeda

Escritor –Valcheta

 

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