“La muerte de Tomás se convierte en un golpe más en la Comarca”

 

La muerte de Tomás, encontrarlo sin vida a sus 18 años, se convierte en un golpe más, en este año marcado por la desaparición de tantos jóvenes en nuestra Comarca.

Esta situación “anormal” debe cuestionarnos a todos y preguntarnos qué estamos haciendo con nuestros jóvenes, qué mundo le estamos ofreciendo, qué conjunto de valores sólidos en los que se sientan seguros les estamos transmitiendo.

Hablamos mucho de la necesidad de contar con un proyecto de vida personal que oriente y lleve a una meta concreta al final del camino.

Pero un proyecto de vida personal debe estar enmarcado dentro de un proyecto de país, de provincia, de municipio; un proyecto de vida claro y definido en los mayores, que debemos ser el espejo donde vayan mirando y encontrándose e ilusionado con la vida.

Encontramos muchos jóvenes motivados, pero también otros muchos que no. Y en ellos debemos centrar nuestra mirada y nuestro esfuerzo para ayudarles en su búsqueda.

Una persona para ponerse en camino necesita primero curar las heridas de su historia. Muchos están realmente quebrados, destruidos, anclados y con la mente paralizada en experiencias nada agradables que han vivido.

Por eso se hace necesario acompañar, estar, marcar, animar, fortalecer, aconsejar, abrazar, escuchar….

No es fácil, por supuesto. Pero es necesario, si realmente queremos frenar este reguero de muerte en nuestros jóvenes.

Terminar con la propia vida es la consecuencia lógica de un mundo interno marcado por el sufrimiento, la no comunicación, problemas no resueltos, sentimientos no expresados, soledad asfixiante, vida que se hace insoportable.

Y no se trata solo de preocuparnos por esta situación, sino de actuar, de embarrarnos, de bajar a la cancha y jugar el partido de la vida, transmitiendo esperanza.

No se trata de hacer leyes para salir del paso, presionados más por la realidad que por la humanidad y la sensibilidad ante determinadas problemáticas.

No se trata de hacer como que hacemos, quedando las lindas ideas encajonadas o en los interminables procesos burocráticos que nunca aterrizan en nada.

No se trata de mirar la realidad desde la ventana, criticando y diciendo lo que hay que hacer, pero sin estar dispuesto a mover un dedo para que las cosas sean distintas.

No se trata de opinología sino de manos que se comprometen realmente con los procesos de vida.

Basta de ideas. Faltan acciones. Apostemos a nuestros jóvenes pero de verdad, mejorando una educación que hace aguas, unas políticas sociales que adolecen de creatividad y llegada, y así transformar realmente la vida de muchos de ellos que en estos momentos lo necesitan.

Y reivindico la fe como ingrediente esencial en este momento de la historia. La fe alimenta la esperanza y anima a hacer camino. Nos ayuda a valorarnos y valorar, a amarnos y a amar. La fe nos presenta un camino a recorrer en la alteridad y la solidaridad, dándole un sentido profundo a la vida.

A veces veo con preocupación, por parte de muchos mayores, esa actitud de querer deslegitimar absolutamente todo. De vaciar, de destruir, de descalificar pero sin presentar ninguna alternativa válida y positiva, solo la nada . Y este vacío es muy peligroso. Y se siente en el ambiente. Y es causa de angustia, de pérdida de entusiasmo.

Matando los sueños y la posibilidad de volar  no contribuimos a nada bueno. Al contrario, estamos poniendo las bases para el absurdo, el sin sentido y la muerte.

Acá se trata de crear vida, de generar un mundo interior de ilusiones que pongan las bases de una vida personal y social anclada en la esperanza.

Texto y foto en Facebook: Luis García Rodríguez

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