¿En Cerrito Amarillo, Línea Sur, hay enterrado un plato volador. Otra leyenda rionegrina?

 

Aguada Cecilio es un paraje de la Región Sur, donde el viento patagónico se enseñorea por las calles de tierra y las viejas leyendas de fantasmas y salamancas son recurrentes. Al respecto, muchos pobladores aseguran haber visto platos voladores y grandes luces raras aposentándose en los campos cercanos. Todo llama al misterio.

El nombre del lugar deriva del primer poblador que supo poblar la zona: Cecilio Crespo. Y tuvo su mayor auge cuando fue el tendido de las vías del ferrocarril.

Pero, siempre hay un  pero, Aguada Cecilio como casi todos los pueblos que se precien tiene sus atractivos propios y singulares. Y Aguada lo tiene en grado sumo: el famoso “cerrito Amarillo”. Llama en seguida la atención de los viajeros y no son pocos los que se animan a escalarlo. Sin embargo, dicen los que saben, que hay que tener cuidado porque es un  lugar sagrado y, afirman, es una salamanca.

Muchos escritores y poetas lo han glosado. Y afirman que en el mismo hay sedimentos marinos. Y así de boca en boca la leyenda crece.

Un amigo, gentilmente, me escribió para confiarme una nueva ficción, porque seguramente eso debe ser, pura ficción nomás: “Se dice que en el Cerrito Amarillo está enterrado un plato volador”. Y yo, buscador de misterios le pedía que se explicara mejor.

Me contó: “He escuchado, pero pobremente atada, pegada en tan pocas partes, una versión que me pongo colorado al contarla”.

 “De cualquier modo –transcribo textualmente- ahí va: “En el principio de los tiempos de tal platillo, se hizo su aterrizaje, de ese paraje en temprana formación, hubo allí una familia muy numerosa, en su mayoría varones, tantos eran que, su líder, su padre, los obligaba con una señal a que ellos mismos se nombraran, de tantos, nunca acertaba con sus nombres”.

 “El platillo allí, agonizaba, emitía sonidos que asustaban por lo que, dicen, que éste líder, éste padre, con tanta mano de obra permanente rodeándolo siempre y, a veces sin tanta ocupación, mandó a toda su prole a tapar casi en sus últimos estertores, al viajero del espacio”.

 “Mucho, muchísimo tiempo ha transcurrido de ello, los que luego llegados y enterados, no hicieron nada por desenterrar la duda, porque también cobró vida lo de la famosa maldición acomodada casi a su amarillo relieve…”

“Relieve que se puede apreciar en toda su plenitud, mirando hacia la izquierda en cercanías de lo que es hoy Aguada Cecilio, cuando se circula, camino a Las Grutas, dicen…”.

Como bien dice mi amigo “todo es cuestión de imaginación, como la visualización de relieve del platillo en el cerrito más conocido de Aguada”.

Otro amigo agrega un bocadillo por demás gracioso, me dice que un poblador del paraje por su color tan característico lo llamaba “el monumento a la polenta”.

Por supuesto que, al decir de Alejandro Dolina, los refutadores de leyendas, entre los que me cuento, jamás darán ningún crédito a estas febriles elucubraciones.

 Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

 

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