El viejo bar de Mussi. Allí sabía tocar Luisito Rupell. Una vez se armó un tiroteo

Alguna vez supe escribir una crónica reseñando los bares de mi pueblo con la rica historia que atesoraban sus paredes. Hoy, la piqueta del tiempo se los ha llevado a casi todos. El pueblo se va transformando en una pequeña ciudad y la modernidad va dejando muy poco de esos célebres establecimientos de “bebidas al copeo”, según reza hasta hoy la Ordenanza Impositiva Municipal.

Ya casi no quedan aquellos parroquianos que solían pasar las horas despuntando un copetín y tomando unos vasos de ginebra, de caña y al decir de la gente de campo “la gancia”.

Generalmente, tenían un mostrador que se llamaba estaño según glosan algunos tangos y una estantería con las botellas de bebidas, algunas latas de sardinas, un platito con manises, mortadela e incluso duraznos al natural para los más golosos.

En las pequeñas mesas con esas sillas tan particulares se arrimaba la clientela que generalmente eran habitués de cada lugar. Y se armaban las partidas de truco o de mus y en algunos de ellos se juntaba la muchachada a jugar al billar. En la pared el armario con los tacos y las famosas tintas azules.

Un bar de aquellos supo tener una hermosa máquina a la cual se echaba una moneda y se elegía un tema musical, generalmente rancheras, pasodobles, algún tango o un foxtrot.

Eran lugares de encuentro y no faltaban los comentarios picantes: las novedades del pueblo, los resultados de los partidos de fútbol, las carreras de caballos, la discusión sobre política y otros más.

La mayoría de estos establecimientos tenían, ya sea al lado adosada o a la intemperie una cancha de bochas, pasatiempo favorito por esos años.

Y no debemos olvidar cuando venía algún billarista campeón para hacer demostraciones y sortear algún taco entre los concurrentes o los payadores para animar el ambiente, los que frecuentemente rifaban un poncho o un facón.

Afuera estaban los palenques para atar los caballos de los vecinos venidos de las zonas aledañas y si daba el caso también se alquilaban habitaciones por día con baño compartido.

Uno de los más recordados que ya no está fue el “Bar de Mussi”, en una esquina en pleno centro de la ciudad. Era muy concurrido juntamente don el de Jalil. En cambio, el bar del Hotel de Rada (todavía está igual) era para otra clase social y el de Marón atraía más a los inmigrantes árabes que degustaban sus copas de anís “Flor de Siria”, que hoy no sale más.

En el bar de Mussi, cuentan, en una oportunidad se armó un tiroteo con resultados fatales y en é solía tocar frecuentemente Luisito Rupell y su acordeón de maravillas.

Mi amigo Mingo Ghezzi, tuvo la gentileza de adjuntarme algunas fotos viejas del bar de Mussi y contarme algunas historias cuando para llevarse a uno de los heridos en el tiroteo vino un avión.

Pequeñas historias que hicieron a la vida de nuestro pueblo. Hoy la tecnología y el progreso ha cambiado todo. Ahora se llaman “birrerías” y tienen otro carácter. Al decir de mi amigo Pablo Fermín Oreja “todo ha pasado y se fue”.

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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