En Sierra Grande mataron a una mina. En la misma entrada del socavón la dejaron desangrar

 

Uno siempre ha tenido de su Patria una idea de limpia grandeza. De ese embrionario proyecto de Patria Grande que soñaron Scalabrini Ortíz, Arturo Jauretche, Enrique Mosconi, Manuel Savio y tantos otros.

Grandes proyectos puestos en marcha para poner a nuestro país en las puertas de un futuro más auspicioso, procesos que son una verdadera revolución en paz.

Mi amigo, el escritor de Cipolletti, Pascual Marrazo, dejó un breve texto con algo de humor sobre lo acaecido con la empresa Hipasam (Hierros Patagónicos Sociedad Anónima Minera) de Sierra Grande que tituló “El que a hierro mata”.

“Había pasado años cavando su propia fosa hasta que al fin murió”.

“Tenía una mina, de fierro. De esas que a pesar de estar cubiertas de heridas, no se resignan a la muerte”.

“Sin embargo, él desparramó su cadáver en sus laberintos y no permitió que ninguna mujer le deje una flor o tan solo una lágrima…y guay de su perfume”.

“Su vida había sido un despilfarro; su cabezota loca, llena de mugre en el vaivén porteño y sus pies, hundidos en el barro patagónico”.

“Entonces, enfermó. Los primeros auxilios dijeron: transfusión. Pero, otros doctores locales insistieron con la sangría”.

“Y transfusión va y sangría viene, al pobre Hipasam se le fue la vida,…dejando un cementerio de  cruces encorvadas esperando el grito del socavón”.

Hasta aquí el ingenioso cuento de Pascual Marrazo, con mucho de humor, pero que nos deja una enseñanza y muchas preguntas.

¿Por qué todas las grandes obras emprendidas por argentinos ilustres se vieron frustradas, ya sea por la desidia de los gobernantes o los intereses foráneos que tanto denunció Scalabrini y Ezequiel Martínez Estrada?

¿Por qué todavía esas absurdas decisiones son tomadas desde la gigantesca cabeza de Goliat, a espaldas del verdadero federalismo?

El cierre de los ramales y de los talleres ferroviarios, (San Antonio Oeste sabe mucho de esto), el desaguace del ingenio San Lorenzo de remolacha azucarera de General Conesa, los sueños frustrados de Bailey Willis y Ezequiel Ramos Mexía, son tristes mojones que en Río Negro nos recuerdan una penosa realidad.

El cuento de Pascual Marrazo nos cuenta la triste historia de un pueblo como Sierra Grande que quiso ser y no lo dejaron, porque cuando los liliputienses atan al gigante nada se puede hacer.

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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